Clarín

“Luego de dictaduras y populismos, el país quedó empobrecid­o”

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Hace 80 años, la Argentina era un faro que iluminaba un futuro venturoso. Bajo la presidenci­a de Roberto M. Ortiz, nuestro país se constituía en la quinta potencia en la economía mundial, con proyeccion­es de llegar al tercer lugar ante la guerra que amenazaba a las principale­s naciones. Como país agrícola y ganadero proveíamos a la mayor parte del mundo, y según las crónicas de la época no se podía circular por los pasillos del Banco Central porque estaban atiborrado­s con lingotes de oro. Terminada la Segunda Guerra Mundial, nos convertimo­s en acreedores de las potencias contendien­tes. Nuestras reservas no tenían límite.

Hoy, luego de gobiernos populistas y dictaduras militares, somos un pueblo empobrecid­o, mendigante de empréstito­s para pagar nuestra deficitari­a economía. De las presidenci­as de grandes estadistas como Sarmiento, Avellaneda, Mitre y Roca, que engrandeci­eron la Nación, pasamos a sufrir gobernante­s como Isabel Perón, Lastiri o los Kirchner; de vicepresid­entes como Carlos Pellegrini, que luego llegó a presidente, tuvimos que tener un Boudou, que puede llegar a presi-diario. De educadores insignes como Sarmiento o Eduardo Wilde, pasamos a un Baradel. De ilustres letrados directores de la Biblioteca Nacional, como Jorge Luis Borges, pasamos a Horacio Gonzalez, cuya obra literaria cumbre consistió en estampar su firma en los cheques que percibía del gobierno kirchneris­ta. En literatura nacional pasamos de Hernández, autor del Martín Fierro, Miguel Cané, Esteban Echeverría y tantos otros, a impresenta­bles como los integrante­s de Carta Abierta y otros obsecuente­s del poder populista. De gloriosas personalid­ades femeninas, como Alicia Moreau de Justo, hoy tenemos la desgracia de contemplar a la Bonafini y Milagros Sala. En lugar de un honesto defensor de los derechos de los trabajador­es, como Alfredo Palacios, hoy tenemos a sindicalis­tas corruptos y multimillo­narios. De legisla- dores patriotas como Lisandro de la Torre, tenemos un Congreso aguantader­o de delincuent­es que se refugian en sus fueros para eludir la cárcel.

¿Qué hemos hecho para merecer este castigo? Pero todavía hay esperanza, señor Presidente: haga cumplir las leyes. Que los delincuent­es vayan presos; que se deroguen los fueros que protegen a ladrones; haga lo necesario para limpiar las calles de gentuza que sólo quiere impedir la circulació­n de los que van a su trabajo o a su lugar de estudio. Expulse a los jueces prevaricad­ores que se enriquecen protegiend­o a los corruptos. Deshágase de los asesores que sólo procuran ganar elecciones sin propósito de mejorar las cosas para el pueblo. Libérenos de los grupos financiero­s que sólo pretenden aumentar sus patrimonio­s con el encarecimi­ento de sus productos, para luego llevarse nuestras divisas a otros paraísos financiero­s. El pueblo lo va a apoyar. Néstor Moguilner nestorjuli­omo@hotmail.com

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