Clarín

La pelea sobre el divorcio con la Unión Europea, clave en la crisis

Problemas. El gobierno de Theresa May no logra encolumnar detrás de su plan de negociació­n con la UE a su propio partido. Y crece la posibilida­d de que renuncie.

- Escenario PARÍS. CORRESPONS­AL

Ni “Brexit Duro” ni “Brexit Blando”. La razón oficial por la que el canciller Boris Johnson pegó un portazo y ni siquiera anticipó el texto de su renuncia a Downing St es el “Semi Brexit”. El nuevo término en este combate entre euroescépt­icos y pro europeos del gabinete de la primera ministra británica Theresa May, que están llevando al reino al abismo, en plena negociació­n de divorcio con la Unión Europea. En el retiro espiritual en su casa de campo de Chequers, el viernes, cuando intentó disciplina­r su dividido gabinete, May confiscó los celulares de todos sus ministros para que nada se filtrara y hubiera absoluto silencio de radio. Durante dos horas y 15 minutos, Olly Robbins, el verdadero negociador del Brexit con Bruselas, explicó que era “innecesari­o crear una grieta” entre el negociador europeo, Michel Barnier, la Comisión Europea y los líderes de los 27 países de la UE. En la sesión de la tarde, May diseñó su “plan aduanero” y ofreció “unas reglas básicas comunes sobre bienes industrial­es y agrícolas” a cambio de poner fin a la libertad de movimiento­s en Europa, que exigía el referéndum que impuso el Brexit en el reino.

En el salón estaba la esquina pro europea, encabezada por el chancellor de las finanzas Philippe Hammond. En la otra y listos para renunciar, el secretario del Brexit, David Davis y el canciller, Boris Johnson. May no presentó otras opciones, sino un “fait accompli”, sin cuestionam­ientos posibles.

El Parlamento revisaría las reglas establecid­as. También habría un “marco institucio­nal conjunto” para interpreta­r a los acuerdos Unión Europea- Gran Bretaña, que sería llevado adelante en cada jurisdicci­ón. Pero “estos comités conjuntos” tendrían a la Corte Europea de Justicia como “intérprete de las leyes europeas”, cuando el referéndum impide su jurisdicci­ón. Para zafar del riesgo de una frontera dura entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte que frenaba el acuerdo, crearían “un territorio combinado de aduanas”. Pos Brexit, Gran Bretaña podría aplicar sus propias tarifas para el resto del mundo, sin causar el temido conflicto en la frontera con Irlanda del Norte.

El dividido gabinete “ha conseguido una posición colectiva para el futuro de las negociacio­nes”, según el comunicado de Chequers. Un consenso que Boris Johnson consideró “como lustrar un sorete” y David Davis, ignorado en las negociacio­nes con Barnier, una graciosa concesión completa a la UE, cuyas leyes seguirán rigiendo el Parlamento de Gran Bretaña.

En su quirúrgica y muy poco diplo- mática carta de renuncia, Boris Johnson le advierte a Theresa May que su país se encamina “al status de colonia” si el “semi Brexit” es adoptado. El ex canciller y periodista dijo en su renuncia que trató de apoyar la línea adoptada en Chequers, pero no consigue hacerlo. “El problema es que yo practiqué las palabras durante el fin de semana y finalmente se atascan en mi garganta”, dijo Boris, en una carta que publicó sin antes enviarla a Downing St.

Boris Johnson y sus amigos creen que el acuerdo de Chequers pone en riesgo la habilidad británica de establecer acuerdos comerciale­s con países No Europeos, que quedará seve- ramente limitada. Ese es el espíritu de su Brexit.

El problema para May es que habrá más renuncias y ella sumará poderosos enemigos Brexitiers, que intentarán derrocarla. Con el mismo estilo que Geofrey Howe y Michael Heseltine hicieron con Margaret Thatcher para llevarla al final del gobierno. El gran interrogan­te es si ella podrá sobrevivir esta rebelión que se amplía. Los renunciant­es conspiran para sacarla del poder. Hoy Gran Bretaña está sumergida en una enorme crisis política, con su partido Tory más dividido que nunca y los Brexitiers decididos a elegir a ellos y su modelo o tumbarla en los días que vienen. ■

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AFP Juntos. El presidente Mauricio Macri y el entonces canciller Boris Johnson, en la Casa Rosada, en mayo.

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