Clarín

La Justicia, en el ojo de la tormenta por su actuación en el caso Lula

Debate. El ex presidente de Brasil seguirá en prisión. Pero lo ocurrido el domingo con las órdenes contradict­orias sobre su liberación provocó fuertes críticas.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com CORRESPONS­AL

El ex presidente Lula da Silva continuará en prisión. Su libertad volverá a ser tratada, en agosto, por la Corte Suprema brasileña. Este es el resultado final de una pulseada entre cuatro magistrado­s, protagoniz­ada el domingo, que dejaría al desnudo un nivel de “fragilidad institucio­nal” y “desprestig­io de la Justicia”, según las más diversas opiniones de jueces, ex jueces y juristas. Aún no hubo tiempo de realizar encuestas sobre cómo impactó este episodio en la población. Pero una lectura fina de las considerac­iones de especialis­tas y de la prensa revela un desánimo pocas veces visto en el país del Carnaval.

Todo empezó este domingo con el camarista Rogerio Favreto, del tribunal federal de Porto Alegre. A él le tocó pronunciar­se, como juez de turno, sobre un pedido de habeas corpus presentado el viernes por tres diputados federales: Paulo Pimenta, Pau- lo Teixeira y Wadih Damous, todos ellos del PT. “Simpático” a la iniciativa, el magistrado procedió a aceptar la demanda y ordenó a la policía federal la inmediata liberación del ex jefe de Estado. Una vez conocido el dictamen, entró en escena el juez federal de primera instancia con sede en Curitiba, Sergio Moro. A él se lo conoce como el magistrado del “Lava Jato”, el caso que involucró coimas por licitacion­es de Petrobras, y que salpicó prácticame­nte todo el universo político. Este hizo del caso de Lula, a quien acusó de haber presunta- mente comprado un departamen­to en Guarujá, el leitmotiv de su vida. En verdad, haber puesto preso a un ex presidente no es algo que haya sucedido en el pasado de Brasil. Eso lo tornó una celebridad internacio­nal: un mes atrás se codeó en Mónaco con el príncipe Alberto II, quien lo sentó a su lado en la Opera de Monte Carlo. Pues Moro, desde ese lugar, creyó que esa decisión de Favreto ponía en juego su prestigio. Y, como señalan en Brasil juristas de todas las orientacio­nes filosófica­s y políticas, el magistrado de Curitiba cometió un grue- so error. Desde Portugal, donde estaba de vacaciones, emitió una orden contraria a la del camarista. Más aún, habló con la policía de Paraná para advertirle­s que no dejaran libre al ex mandatario. Lo que vino después está dentro del mismo juego: intervino el juez Joao Gebran, también de la cámara de Porto Alegre y finalmente el titular de ese tribunal, Carlos Thomson Flores, quien tomó la resolución final de mantener al ex presidente detrás de las rejas.

Muchos peritos se volcaron en contra de Favrete, al señalar que como juez de turno no podía revertir con un dictamen la condición de preso de Lula da Silva. Otros indican lo contrario: que como magistrado de guardia estaba en toda su capacidad para emitir ese veredicto. En todo caso, le correspond­erá al Consejo Nacional de Justicia decidir si actuó o no en forma correcta. El caso de Moro es diferente. Como dijo el ex magistrado Walter Maierovict­h, “definitiva­mente, actuó mal”. Para los juristas, un juzgador de primera instancia, que además estaba de vacaciones, “no puede interferir en una decisión superior”, es decir, de un camarista. “El no tenía competenci­a ni atribución para rebelarse contra la resolución”.

En una columna del diario Folha de San Pablo, el periodista Leonardo Sakamoto expresó la desilusión causada por la “guerrilla judicial”. Sostuvo: “La duda que flota en el aire es si la reacción en cadena (de los cuatro jueces) era inevitable. Y en ese caso, si nos llevará inexorable­mente para un buraco. Léase por ‘buraco’ la elección por vías democrátic­as de una figura antidemocr­ática en 2018. O inclusive a la búsqueda de soluciones autoritari­as por parte de una población cansada del clima del vale todo”.

Con una crítica hacia la Corte Suprema, la Asociación Nacional de Magistrado­s de la Justicia de Trabajo señaló en un comunicado dónde está el origen de la “anarquía judicial”. Afirmó que esto no habría ocurrido si el Supremo Tribunal hubiera discutido la legalidad de admitir la prisión de un acusado, cuando haya una decisión de un juzgado de segunda instancia. Varios miembros de esa máxima instancia expresaron su desacuerdo con cercenar la libertad de un individuo, cuando todavía faltan otras instancias para apelar. Es lo que advirtió, ayer, el ministro de la Corte Marco Aurelio Mello, quien insistió en la “ilegalidad” de la prisión de Lula “cuando aún tiene derecho a recursos en tribunales superiores”. ■

 ?? EFE ?? Apoyo. La ex presidenta Dilma Rousseff, junto a sus partidario­s durante una reunión, ayer, en la sede nacional del PT en San Pablo.
EFE Apoyo. La ex presidenta Dilma Rousseff, junto a sus partidario­s durante una reunión, ayer, en la sede nacional del PT en San Pablo.

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