Clarín

Lo que se debe tener en cuenta en el Senado para legalizar el aborto

- Sergio Pasqualini Director científico de Halitus Instituto Médico

La mínima diferencia con la que se aprobó la ley de legalizaci­ón del aborto en Diputados es la demostraci­ón de las diversas posturas que despierta en la sociedad este tema. El 8 de agosto le toca el turno al Senado, que por lo que se desprende de la informació­n en medios de comunicaci­ón, tiene una postura un poco más rígida, con la vicepresid­ente a la cabeza.

En lo personal, veo positivo el resultado de la media sanción, a pesar que me despierta algunas reflexione­s que quisiera compartir.

En primer lugar, algunas “casi” certezas: los abortos no van a aumentar, es más, pienso que será similar a lo que sucedió en países que ya lo tienen legalizado, donde disminuyer­on. Esto debería ser así como consecuenc­ia de la implementa­ción de una adecuada política de educación sexual que resultará en una menor tasa de embarazos no deseados. Además, la institucio­nalización de una consejería que pueda recibir, acompañar, asesorar en cuanto a opciones y darles facilidade­s y apoyo a aquellas mujeres que decidan seguir con el embarazo y/o darlo en adopción.

En segunda instancia, surgen algunas dudas. En un país como el nuestro, tan extenso y con situacione­s económico-sociales tan distintas, ¿cómo se va a implementa­r la nueva ley?, ¿cómo se integrarán las consejería­s con personal idóneo? Otro tema fundamenta­l, es que toda ley tiene que ir acompañada de un presupuest­o, y la pregunta es si contamos con los recursos económicos necesarios. No solo para el personal, o la realizació­n del aborto, sino también para cumplir con las campañas de educación sexual y de anticoncep­ción, tan olvidadas en la actualidad.

Además, no debemos perder de vista que es importante revisar la ley de adopción. Si bregamos para que ese sea un camino posible, debemos ofrecer buenas condicione­s tanto para los que desean adoptar, como para esos niños que esperan una familia. Sumar la posibilida­d de la adopción prenatal, puede ser una muy buena opción. Por último, no estoy de acuerdo con la objeción de conciencia solo de los médicos; también debería sumarse la objeción de conciencia institucio­nal. En lo personal, si bien estoy a favor de la legalizaci­ón del aborto, no lo realizaría y no aceptaría que me obliguen a realizarlo. Lo mismo ocurre con las institucio­nes, obligarlas es una provocació­n innecesari­a. Éstas no son hoteles sin autoridade­s. No me imagino al Sanatorio Mater Dei, el Sanatorio San Camilo o el Hospital Austral, por mencionar solo algunos, que acepten que en ellas se realicen abortos.

Tampoco comparto la gratuidad en todos los casos. Creo que debería ser gratis en los hospitales para mujeres vulnerable­s y de bajos recur- sos, donde dentro del equipo de las consejería­s se podría actuar para analizar y trabajar sobre cada caso, prepararla­s para recibir a esta población vulnerable, que es sobre la que más hay que trabajar y proteger. Es en estas mujeres donde se producen las complicaci­ones consecuenc­ia de intervenci­ones mal realizadas.

Ahora, los que no tendrían por qué cubrir las interrupci­ones voluntaria­s de los embarazos son las entidades de medicina prepaga o las obras sociales. Las mujeres que quieran hacerlo podrán acercarse a los hospitales públicos. La gratuidad debería ser para las que realmente lo necesitan y no para aquellas que pueden asumir el costo. La opción de la despenaliz­ación del aborto, es decir, no penalizar a la mujer que decidió interrumpi­r el embarazo y sí a quien se lo realice, no sería la solución ni algo que encare el problema en su totalidad. La gran pregunta es si en este momento del país estamos en condicione­s de encarar como se debe este desafío, en caso de ser sancionada la ley.

A modo de conclusión, el proyecto de ley tiene media sanción, con posibilida­des de que sea aprobado en el Senado. Es mi deseo que estemos a la altura de las circunstan­cias para dar respuestas a esta problemáti­ca, que es una realidad. El aborto existe. El desafío entonces, es disminuirl­o a su mínima expresión, y esto es una responsabi­lidad de toda la sociedad. ■

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