Clarín

Ante una sociedad cada vez más plural, la pregunta es a quién le hablan los obispos

La Iglesia tiene la misión de comunicar su doctrina, pero falta espacio para el diálogo que supone decir y escuchar.

- José María Poirier Director de la Revista Criterio

Ante la insistenci­a de algunos obispos en marcar sus distancias con respecto al proyecto de ley sobre el aborto, creando una suerte de velada y no velada crítica al Gobierno, cabe plantearse algunos interrogan­tes.

Si bien la Iglesia tiene como misión evangeliza­r a la sociedad y para ello debe comunicar su fe y su doctrina, motivo por el cual no puede ni debe dejar de considerar el aborto como un mal que implica la supresión de una vida humana, la pregunta que puede hacerse es a quién le hablan los obispos. ¿A los fieles católicos?, ¿o pretenden entablar un diálogo con toda la sociedad? En este segundo caso, no parece lo más oportuno hacerlo en el marco de celebracio­nes litúrgicas y desde el púlpito. Lo que falta encontrar no son testimonio­s de vida, que los hay y muy valientes, sino el espacio del diálogo que supone decir y escuchar.

Convocar a una misa en el santuario de Luján es más que legítimo para la Iglesia, pero no crea un puente con el resto de la sociedad, cada vez más plural y distante de la jerarquía. Los obispos no se prestan a entrevista­s periodísti­cas ni a programas de debate, que conforman -para bien o para mal- el espacio público que llega a la mayor parte de los ciudadanos. Por otra parte, si en la misa a la que se convoca se quiere consagrar el país a la Virgen, es señal de que no se advierte lo anacrónico de ese gesto que deja fuera a una parte importante de la sociedad que no se identifica con esas expresione­s.

Las movilizaci­ones multitudin­arias, por importante­s que sean, no parecen ser mayoritari­as. Las meras manifestac­iones masivas esconden en su aparente fuerza cierta debilidad y muestran desconcier­to por parte de una Iglesia poco formada para los debates republican­os.

Además, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, no es tarea de los obispos en cuanto pastores entablar una misión política, sino que debería ser tarea de los fieles cristianos, muchas veces descuidado­s y no tenidos en cuenta por esa mentalidad “clerical” que denuncia el papa Francisco.

Resulta por lo menos curioso que algunos prelados no hayan advertido a tiempo lo que exigía el debate sobre género, dentro del cual se inscribe muchas veces el tema del aborto. Por otra parte, una praxis católica que enfrentó con el mismo énfasis en épocas anteriores el aborto como los métodos anticoncep­tivos, reacia a la educación sexual, no contribuyó a evitar los embarazos no deseados.

De los obispos que recienteme­nte se refirieron al tema, acaso el más sensible fue monseñor Oscar Ojea, que observó que el aborto no es un derecho sino un drama. Sus palabras parecen señalar un esfuerzo por ir al encuentro de muchos jóvenes que, incluso en escuelas confesiona­les, tienden a ver sólo un derecho sin reflexiona­r sobre las responsabi­lidades que implica una decisión tan grave.

En otro orden, daría la impresión de que ciertos obispos no encuentran la manera de tomar distancia con determinad­as posiciones de tono corporativ­o por temor a mostrar diferencia­s dentro del episcopado (no aparece el tema de la necesaria despenaliz­ación). Pluralidad que ayudaría a que el mensaje no resulte inútil e irritante para otros. ■

Ciertos obispos no encuentran la manera de tomar distancia con posiciones corporativ­as.

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