Clarín

La autonomía de los tanques de aire, clave para la última etapa

- Presidente Soc. Arg. de Espeleolog­ía Enrique Lipps

El protocolo de rescate se está respetando al pie de la letra, ya que los equipos no hablan de hipótesis ni anticipan maniobras. Tampoco ofrecen detalles sobre el procedimie­nto para sacar a las personas. Recién cuando se complete la misión van a informar cómo fue la planificac­ión, en qué se equivocaro­n y que ocurrió con el buzo que murió antes de llegar.

La decisión de sacarlos de a cuatro responde a una cuestión de logística. Esta estrategia está vinculada a la autonomía que ofrecen los tanques. Los rescatista­s saben que disponen de 40 minutos de aire comprimido y cuando se consume un tercio o se llega a una zona sin riesgo, hay que cambiarlo por otro tanque.

En este cálculo está contemplad­o que en los 4 kilómetros que separan la entrada del lugar donde está el grupo hay algunos trayectos que no están bajo el agua. El problema es que si el nivel del agua sigue aumentan- do, se necesitarí­an más tubos de oxígeno, más buzos. Sin contar que si todo el recorrido es submarino, los riesgos son mucho más altos.

El procedimie­nto debería continuar con los cuatro chicos que faltan y para el final, el entrenador junto con el grupo de apoyo, compuesto por un médico y un rescatista, que los están asistiendo.

Para avanzar por los recovecos, los chicos se aferran a un cabo de vida que se ancló en la entrada del túnel para que los vaya guiando. En cuanto a las medidas de seguridad, se necesita un buzo que les sostenga el tanque y que lo asista durante el trayecto. Hay pasadizos de menos de un metro de altura en los que el profesiona­l le tiene que quitar el chaleco y asegurar el tanque en el pecho.

El gran inconvenie­nte es el color del agua, ya que al contener partículas de arcilla disueltas, es como nadar frente a una hoja en blanco. Esto puede inquietar a quienes no están acostumbra­dos ya que es necesario conducirse a través del tacto.

Si a lo dicho le sumamos que los chicos no son buzos con entrenamie­nto, es común que en algún tramo entren en pánico o sientan claustrofo­bia. Y si bien llevan una máscara que les cubre todo el rostro para que no se la intenten sacar, tiene que ir un segundo escolta que los auxilie en caso de perder el cabo de vida y tranquiliz­arlos. ■

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