Clarín

“Los tiempos y las modas han hecho del fútbol el ápice de los pueblos”

- José Traverso valdanito@hotmail.com

A la casa de Borges solía ir mucha gente, desde políticos, pasando por escritores y hasta gente de la farándula. El mismo Borges gozaba de dar entrevista­s, de charlar para escuchar y, en raras ocasiones, aprender algo que el goce de la lectura no pudiera darle. Pero entre tantos visitantes que llegaban a su departamen­to de Retiro, hubo uno que sorprendió al escritor por dos razones; la primera de ellas era la atención que Fanny, la mucama de Borges le había dado ese invitado al punto de pedirle un autógrafo. Y la otra razón fue el asombro ante la inteligenc­ia, algo que no era entendible con sus ganas de hablar de fútbol, “Menotti es un hombre muy inteligent­e, pero está obstinado en hablar de fútbol”.

El personaje en cuestión era César Luis Menotti, en tiempos del Mundial 78, en tiempos del “Argentina Campeón”. Este sorprendid­o Borges, hoy no sería el mismo, los tiempos y las modas han hecho del fútbol el ápice de muchos pueblos, incluido el nuestro. Pero el caso de Menotti es una anécdota que vale y suma, sobretodo para moldear y darle forma al concepto equivocado que muchas veces tenemos de “lo popular”. Sí, el fútbol es popular y causa alegría y tristeza, en cuestión de minutos, ya sea por un penal mal cobrado sobre la hora o por un gol anulado. Nervios, angustia, alegría y un sentido abstracto de pertenenci­a que hace de la opinión de cualquiera un dictamen sagrado. Pero eso sagrado hoy duele, lastima y se expresa con un fervor que genera una inusitada violencia. Pero ese dicotomía borgeana de inteligenc­ia y fútbol debe ser vista como una anécdota de lo que queremos ser, del Norte al que debemos apuntar. Hoy, quizás provocado por la proliferac­ión de opiniones en las redes y la arrogancia de muchos periodista­s, hemos puesto al fútbol como un cuestión indispensa­ble para nuestro estado de ánimo.

Desde el uso de palabras como “tragedia” o “vergüenza”, colocamos a un deporte como la razón y el orgullo de lo que somos y sin entender que este país con 45 millones de habitantes debe ir mas allá de 22 hombres corriendo atrás de una pelota. Ver otros aspectos de nuestra sociedad para correr mejor que en un partido de fútbol. Hoy todo se reduce a esos 90 minutos sin saber que, si ganamos, seguiremos escondiend­o la basura debajo de la alfombra. Y aunque suene poco patriótico, prefiero las enseñanzas de la derrota que las alegrías efímeras de la victoria. Desgraciad­amente, no nos queda otra que aprender que, tanto en el fútbol como en tantos otros aspectos de nuestra sociedad, somos ignorantes. Veamos al fútbol como algo más, como un juego, como un deporte; no volquemos en él todas nuestras frustracio­nes de lo que somos.

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