Francia está en la final y celebra en el Arco del Triunfo
El equipo de Griezmann y Mbappé, que había eliminado a la Argentina, derrotó con justicia a Bélgica 1-0. Y disputará la final del Mundial de Rusia el domingo próximo ante el ganador de Croacia-Inglaterra, que juegan hoy a las 15 en Moscú.
Vive de fiesta Francia porque configuró una selección que primero es un equipo de verdad, calculador al extremo si la realidad lo impone. Parece de acero. Tiene a un arquero que resuelve situaciones complicadas, a dos centrales que sacan y sacan, a un combatiente inteligente como Kan- té que disimula cualquier imperfección en la mitad de la cancha. Así soporta a un rival con recursos ofensivos como Bélgica sin sufrir demasiado y resignando la posesión al punto de conformarse sólo con ostentarla en un 40%. Le encanta a Francia no entretenerse y ser directo para aprovechar la velocidad de su contraataque. Eso sí, en caso de verse obligado a presionar arriba, como cuando quedó abajo 2 a 1 con Argentina, también impone condiciones. Confiando en su coraza defensiva, es paciente en los partidos equilibrados porque se siente capaz de romper un resultado a partir de una jugada con pelota detenida. Lo hizo en cuartos contra Uruguay y ahora en semis. Quiere más. Va por la corona, por su segundo Mundial, veinte años después.
Para protagonizar en el fútbol universal se necesita de todo lo que obsequia Francia. Lamentablemente, las propuestas generosas, abiertas, ambiciosas, no encajan. De todos modos, es cierto que a Francia se le debería exigir otro protagonismo. Se lo percibe como un equipo demasiado cerebral para la sensualidad y la electricidad que suelen transmitir algunos de sus especialistas en cautivar, como Mbappé y Griezmann, como Pogba desde más atrás. Ellos no aparecen todo el tiempo. Cada uno en su momento. Cada uno a su manera.
Provoca pena que Bélgica se quede afuera. Son dos décadas de un proyecto ya maduro. Es una lástima por Eden Hazard, colosal en el mano a mano, en el coraje para encarar, en el freno y el enganche. El del Chelsea había llevado a su selección de la ma- no hasta esa ilusión que se dibujaba en la primera media hora de una partido a la altura de las expectativas.
En ese lapso inicial, funcionaba el plan de Roberto Martínez para bloquear la construcción francesa con
Fellaini encima de Pogba.
Desde ese lugar, Bélgica manipulaba el desarrollo y acumulaba méritos que de tres cuartos en adelante se potenciaban por Hazard. Eso sí, al del Chelsea le faltaba dialogar más con De Bruyne. Es que el del Manchester City no se conectaba con asiduidad. Una vez que dialogaron, De Bruyne lo habilitó a Hazard y su zurdazo salió apenas desviado. También Bélgica pudo haber gritado tras un córner y un giro de Alderweireld que impulsó una volada de Lloris típica de arquero campeón.
Cuando Griezmann empezó a hallar posición y pelota detrás de los volantes de contención de Bélgica se generó lo mejor de Francia. Ahí Mbappé comenzó a ejercer su influencia, no tanto volando en velocidad sino asociándose, como en ese pase que dejó solo a Pavard y que desvió Courtois. El lateral derecho francés en esa porción marcó tendencia con sus proyecciones también tirándole un buen centro a Giroud para un cabezazo que pasó cerca.
Si Francia marcó el gol 70 de jugada con pelota detenida de los 158 que en total se anotaron en el Mun- dial es porque trabaja esas situaciones, pero además cuenta con especialistas. Un pateador exacto como Griezmann y un cabeceador como Umtiti para arrasar con su 1.83 de estatura contra un rival como Fellaini de 1.94. Esta vez fue a partir de un córner. Frente a Uruguay había sido desde un tiro libre ejecutado por el mismo lanzador, pero hecho gol por el otro marcador central, por Varane.
Francia se fortaleció en su idea con ese grito. Se trató del momento que quebró al desarrollo calculado. Es que Roberto Martínez no dudó: adentro Mertens (por un contención como Moussa Dembelé) para agregar condimento ofensivo e inquietar un ratito por la derecha. También ingresó Yannick Carrasco para abrir la cancha del otro lado, por Fellaini. Pero Francia había decidido que el partido estaba terminado.
A la presión insistente de Bélgica le faltó profundidad y encontrar a Lukaku, devorado por la ferocidad de Varane y de Umtiti en cada pelota dividida. Un tiro desde afuera de Witsel asustó a Lloris. Y punto. Ya en el epílogo, Griezmann y Tolisso exigieron a Courtois.
No eran necesarias las provocaciones de Mbappé, que antes había despertado asombros con una asistencia de taco que Giroud no pudo definir. Así es Francia. Un equipo de verdad, aunque se le pueda exigir más.