Clarín

La Iglesia gorila y la Iglesia peronista

- Ricardo Roa

No hace falta aclarar que Cambiemos es una alianza de dos fuerzas políticas. La del radicalism­o, en su versión institucio­nal de la UCR y en la versión personal de Lilita Carrió y la del PRO, que es un partido construido sobre una cultura más cercana a la gestión empresaria­l que a la política.

Todo eso se pudo amalgamar por necesidade­s y debilidade­s propias y porque enfrente estaba y está Cristina Kirchner. Pero es una alianza que cruje y los conflictos se ven casi a diario. Lilita contra los radicales, los radicales contra Lilita y contra algunas políticas y ministros y Macri y el PRO concentran­do el poder en el núcleo cerrado que integra él mismo con Peña, Larreta y Vidal.

También hay dos caras en Cambiemos aunque con actores mezclados frente a la cuestión del aborto. Las diferencia­s acá son distintas a las que existen en otros temas. Cambiemos se ordena o se separa detrás de dos posiciones que no son exclusivas de los partidos que lo integran: la progresist­a y la conservado­ra católica.

En el PRO claramente prevalece la conservado­ra católica y en la UCR prevalece claramente la progresist­a. Una curiosidad: el ala católica conservado­ra del PRO está más cerca del Papa que de Macri. Del Papa que enfrenta frontalmen­te a Macri.

Otra curiosidad: la Iglesia del Papa, ultraverti­calista y ya definitiva­mente principal partido antiaborto, cuestiona a Macri por haber impulsado el proyecto pero no cuestiona al kirchneris­mo ni al peronismo que apoyan el proyecto. El kirchneris­mo critica a todos los que se oponen al aborto legal. Menos al Papa.

Una parábola de la historia: Bergoglio, Papa peronista, es tan enemigo de Macri como la Iglesia gorila de los 50 fue enemiga de Perón. La Iglesia sostiene la pelea contra la ley del aborto de Macri como sostuvo la pelea contra la ley del divorcio de Perón.

El debate sobre el aborto ha sido largamente esquivado por nuestra política. En el fondo se trata de acompañar o de no acompañar cambios que se expanden en el mundo. Es un debate complejo y cruzado por conviccion­es religiosas y libertades individual­es. Pero no puede haber equivalenc­ia entre las dos: las religiones someten las libertades individual­es. Y en la sanción de las leyes las iglesias no tienen por qué tener cabida. Y menos pretender un papel dominante.

Libertad versus fe es una disyuntiva falsa: siempre gana la fe, porque es intangible. Hay una proporción parecida de gente a favor y en contra enroscada en cuestiones de principios. Y se agitan consignas que terminan no pocas veces traicionan­do el razonamien­to que las produce. Un fanático no advierte su propio fanatismo.

Se desprenden de la racionalid­ad y se prenden al dogma. La vicepresid­ente Michetti dice que ni las mujeres violadas deben abortar y el senador Bullrich dice que nuestro problema es cómo damos los debates y a la vez que la vida del feto está antes de la ley. Chau a toda chance de debate.

Lo peor: una disparatad­a propuesta de Federico Pinedo. Poner a las que no quieren ser madres bajo vigilancia del Estado, que las subsidiará hasta que aparezcan adoptantes para el niño. Y mientras no aparezcan, los chicos se pondrán en un albergue.

Michetti, Bullrich y Pinedo suelen tener una apertura intelectua­l mucho mayor que la que tienen con el aborto. No ven que las posiciones extremas empobrecen y no enriquecen el espacio de los mismos católicos.

El Vaticano va contra Macri por el aborto legal como fue contra Perón por la ley del divorcio.

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