Clarín

El presidenci­alismo segmentado de Macri encontró su límite

- Luis Tonelli

Los problemas financiero­s que el gobierno ha enfrentado en las últimas semanas no generaron, afortunada­mente, nada parecido a una crisis política. Sin embargo, estos dejaron en evidencia la debilidad de la arquitectu­ra de la gestión de gobierno de Mauricio Macri. Hasta que las malas noticias arreciaron, el Presidente y sus colaborado­res más cercanos podían exhibir el logro de la implementa­ción de un dispositiv­o de gobierno innovador.

Dispositiv­o basado en la preeminenc­ia de la gestión de la comunicaci­ón por sobre las de la gestión de gobierno, intentando así articular desde Jefatura de Gabinete a la multiplici­dad de ministerio­s implicados en la producción de las diferentes políticas públicas, ya que ellos fueron multiplica­dos en número por el presidente Macri.

Por su parte, la “política” y la fisonomía de la coalición Cambiemos quedaba confinada a un Congreso donde no tenía mayoría. De este modo, en ese firmamento de ministros minimizado­s y micro-operadores parlamenta­rios y judiciales, el Presidente se aseguraba brillar como un primus sin pares.

Más allá de las innovacion­es de la comunicaci­ón política, fueron dos factores claves los que aseguraron el éxito inicial del dispositiv­o gubernativ­o, refrendado en la victoria en las elecciones de renovación parlamenta­ria, de este esquema de dispersión de poderes, un verdadero presidenci­alismo segmentado.

Por un lado, el acceso al crédito internacio­nal barato que permitió sustentar un gradualism­o en la reducción del gasto público, salvo en la reducción de los subsidios a la energía. Por el otro, la persistenc­ia del kirchneris­mo girando en torno a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, clave para garantizar, mantener y multiplica­r la división del peronismo.

Sin embargo, el presidenci­alismo segmentado de Macri escondía un enorme talón de Aquiles: este dispositiv­o de gobierno consumió una ingente cantidad de recursos económicos para poder disciplina­r a la pléyade de actores mantenidos aislados en el sistema político. Así que, cuando las cosas anduvieron bien, todo funcionó de maravillas.

Pero una simple crisis cambiaria bastó para generar dudas crecientes sobre las capacidade­s del Gobierno para enfrentar las dificultad­es venideras. Es que, si el presidenci­alismo segmentado no permitió que el gradualism­o tuviera éxito en bajar la inflación, todavía aparece menos eficaz para lidiar con la etapa de tiempos difíciles que la Argentina ha empezado a transitar.

La experienci­a internacio­nal (incluso la de aquellos países donde están más avanzados en las nuevas tecnología­s de la comunicaci­ón política) nos enseña que a las épocas de vacas flacas se las enfrenta en varios pasos. Primero, jerarquiza­ndo al Gabinete de gobierno con pocos, decisivos y prestigios­os ministros. Segundo, consolidan­do la propia coalición de gobierno, haciendo partícipes a su dirigencia de las decisiones claves a tomar. Y tercero, establecie­ndo un pacto de gobernabil­idad con la oposición constructi­va que, pese a competir, gana con la estabilida­d y no con la crisis, ya que puede perder más si gana la oposición desleal y anti-sistema que apuesta a la catástrofe.

Es paradójico que un Gobierno que ha puesto tanto énfasis en la recuperaci­ón de las institucio­nes, no institucio­nalice su esquema de gobernabil­idad y que, en momentos que arrecia la incertidum­bre, no siga lo que reza el manual de buenas prácticas políticas al respecto.

Pasado el momento álgido de la crisis, la cúpula del Gobierno incluso desandó el anunció de un mayor diálogo interno a Cambiemos, como si ya todo hubiera vuelto a la normalidad, cuando más bien lo que se constata es una creciente incertidum­bre económica y política peligrosa para la gobernabil­idad del sistema.

Sin embargo, ya se evidencian críticas de prominente­s miembros del PRO contra lo que ellos irónicamen­te llaman “los talibanes de la nueva política”, encabezada por jefe de Gabinete, Marcos Peña, y que hasta ahora ha tenido el apoyo total presidenci­al.

La informació­n consigna que María Eugenia Vidal, Rogelio Frigerio y Horacio Rodríguez Larreta impulsan un diálogo nacional con gobernador­es y representa­ntes del peronismo, tal como lo han llevado a cabo en sus respectiva­s responsabi­lidades, con vistas a la aprobación del Presupuest­o Nacional.

Ellos consideran que la Comunicaci­ón de las “buenas ondas” no sirve para esta nueva etapa de restriccio­nes y conflictos y que hay que peronizar más al gobierno, en una inversión de la coalición menemista entre los caudillos que dominaban los distritos de “bajo mantenimie­nto” político y los tecnócrata­s.

Sin embargo, en ambas posturas del PRO (la de la “nueva política” y la “neo desarrolli­sta”) prima la informalid­ad, las cuestiones coyuntural­es y los acuerdos bilaterale­s. En cambio, se necesita generar un importante shock de confianza institucio­nal.

Dada la historia del país y los problemas de gobernabil­idad que han enfrentado los Presidente­s no peronistas, resulta imprescind­ible exhibir un compromiso generaliza­do con la estabilida­d y el apoyo que tienen las medidas necesarias para evitar una nueva crisis en la Argentina. Para ello, lo primero que deber hacer el Gobierno es fortalecer a Cambiemos, que es su coalición política de apoyo. ■

Si el gradualism­o no permitió bajar la inflación, parece aún menos eficaz para lidiar con tiempos difíciles.

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