Empastillando la incertidumbre
¿Cuál es la peli en la que Daniel Auteuil entrena todas las mañanas su sonrisa ganadora ante el espejo? ¿“El octavo día”? Esa imagen de un tipo sobrepasado, que intenta domesticar su angustia antes de salir a lidiar con la ración de jungla que le toca para ganarse el pan, bien podría ser uno de los rasgos del “management del yo” que analiza Cecilia Arizaga en “Sociología de la felicidad”. Su investigación, realizada entre los sectores medios profesionales del área metropolitana de Buenos Aires, ahonda en la “gestión de la incertidumbre” propia del capitalismo tardío, en el que el riesgo y la inestabilidad son reglas. A partir de las ideas asociadas con el bienestar y la calidad de vida en ese grupo, la socióloga analiza tres fenómenos contemporáneos: la construcción de un nosotros en barrios cerrados o exclusivos; el repliegue hacia lo doméstico en busca de una nueva sensibilidad y el consumo de psicotrópicos, que permite lidiar con la demanda y la competencia sin fin. Medicina para sostener la “performance”. Las estadísticas lo confirman. En la Argentina, según el Sindicato de Farmacéuticos (Safyb), 8 millones de personas se “empastillan” para tratar insomnio, ansiedad, nerviosismo y depresión. No en vano un eslógan del ansiolítico más vendido del país afirma: “Puede ser muy estresante construir un mundo sin estrés”.