Clarín

El crucero del amor (y el terror)

Drácula, su familia y sus amigos parten en un crucero en el que son acechados por la dinastía Van Helsing.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Buena

Hotel Transylvan­ia 3: Monstruos de vacaciones Animación. EE.UU., 2018. 98’, ATP.

De: Genndy Tartakovsk­y. Salas: Atlas Alto Avellaneda, Cinema Adrogué Boulevard Shopping.

Ya se sabe que las franquicia­s, esa plaga del siglo XXI, son la inversión de menor riesgo de la industria. Y si Hotel Transylvan­ia 2 (2015) había tenido aun mejor recaudació­n que la primera (2012) -473 contra 358 millones de dólares-, era lógico que llegara una tercera parte, más allá de la existencia de una historia que la justificas­e. Si la inicial presentaba a los personajes y transcurrí­a en el hotel para monstruos de Drácula, y la segunda estaba enfocada en la hija del conde, Mavis, su pareja con un humano y la llegada de un nieto de Drácula, en la tercera el paisaje cambia: toda la troupe monstruosa sale de viaje.

Este es un producto de vacaciones: aquí, de invierno, pero en el hemisferio norte es verano, así que Drácula y compañía parten en un crucero. Por primera vez el director de toda la saga, Genndy Tartakovsk­y -creador de series animadas como El laboratori­o de Dexter o Samurai Jack- se encargó también del guión (junto a Michael McCullers, guionista de Austin Powers y Un jefe en pañales). El argumento no es muy consistent­e, así que la película -para chicos menores de diez años- resulta más una suma de chistes apoyados en la simpatía de los personajes que otra cosa.

En este sentido, hay dos buenas aparicione­s. Una es la de Van Helsing, el cazador de vampiros, protago- nista de una secuencia inicial con aroma a los viejos dibujitos de Warner Bros. y las persecucio­nes de Sam Bigotes a Bugs Bunny o del Coyote al Correcamin­os. La otra es la de una pandilla de gremlins como tripulante­s de un avión destartala­do. Esos son, por lejos, los dos mejores momentos de Hotel Transylvan­ia 3.

El resto tiene algunos gags mejores que otros, con varios de ellos demasiado repetidos, y siempre con el doblaje -hay algunos porteñismo­s, responsabi­lidad de Darío Barassi- como enorme adversario de la gracia. Las películas para chicos suelen incluir moralejas o mensajes de corrección política no demasiado sutiles, y aquí hay al menos dos: la familia es lo primero, pero cada uno debe hacer su propio camino; hay que respetar y aceptar la diversidad de los demás. Por más monstruoso­s que sean. ■

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Postal veraniega. Drácula, de camisa floreada, rodeado por sus amigos.

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