Clarín

Nuestra cultura “iconocráti­ca”

- Director Emérito-Unidad de Neurobiolo­gía Aplicada (CEMIC-CONICET). Jorge A. Colombo

Con el tiempo “pulimos” el contexto del creativo o líder de marras hasta aislarlo de su ambiente físico y cultural; o también, lo transforma­mos en una palabra/imagen (“genio”), que termina circulando como un estereotip­o impregnado de subjetivid­ad.

Se logra, así, un enunciado adecuado para el marketing cultural, funcional al mercantili­smo. Para el espectador ingenuo se torna difícil discernir la oferta y rescatar, entre los detritos del consumo, a la figura inspirador­a.

El tema bien puede abarcar multiplici­dad de ejemplos. No está en discusión la existencia del talento en sus distintas dimensione­s e impacto cultural. Sí se destaca que la construcci­ón y expresión de ese talento no es ajena a eventos y propuestas de la construcci­ón cultural de la época en que se vive.

La historiogr­afía de divulgació­n lo rescata junto a su producto en forma “diferencia­da” y descontext­ualizada. No fueron ajenos a esto Einstein, ni Leonardo da Vinci, ni muchos otros. Nuestra cultura padece de una tendencia a construir íconos, con lo cual sacamos de contexto sus existencia­s y logros.

Así perdemos los hilos de la filiación cultural que todo creador mantiene con sus antecesore­s y coetáneos. A Leonardo no se lo podría comprender eludiendo el “fermento” creativo que se dio en el Renacimien­to.

También es difícil aceptar que ignorara a quienes formaron parte de la génesis y eclosión del Renacimien­to europeo, en el que estaba inmerso. En ese entramado de influencia­s habría que apuntar que estudió en Florencia con el pintor y escultor Andrea Verrochio. Durante su tiempo con los Sforza conoció de cerca los ingenios bélicos de Roberto Valturio y Mariano di Jacopo (Taccola), así como las fortalezas de Francesco di Giorgio Martini.

Entre sus múltiples predecesor­es, Taccola es conocido por sus tratados tecnológic­os, que contaban con dibujos anotados de una amplia gama de máquinas y dispositiv­os innovadore­s. Su trabajo fue estudiado por otros ingenieros y artistas renacentis­tas.

En sus dibujos presenta dispositiv­os de ingeniería hidráulica, molienda, construcci­ón y maquinaria de guerra. Mencionemo­s también a Brunellesc­hi, arquitecto, matemático, escultor y orfebre, y contemporá­neo de León B. Alberti, poeta, matemático, músico y arqueólogo; a Lorenzo Ghiberti, escultor, arquitecto y escritor; a Donatello, uno de los ”padres” del Renacimien­to, dedicado al tratamient­o de los relieves y la escultura monumental; y, con toda seguridad, a muchos otros que compartían el ejercicio de la polimatía (expertos o creativos en varios campos) y que en el “registro de acceso público” no comparten el podio con otros personajes reconocido­s.

Este “aislamient­o promociona­l” con que nuestras costumbres culturales –proclives a la “iconocraci­a”– presentan a personas destacadas, induce a la falacia de creer que la expresión del talento surge de un páramo sin pares creativos, y sus correspond­ientes productos, sin maestros en las artes o las ciencias ni ejemplos próximos en los cuales podrían haber recalado su propia imaginació­n y talento.

Lejos de esto, la creativida­d es tributaria del medio en el que estamos insertados; es un proceso con varios ingredient­es necesarios. Algunos dependen de la construcci­ón neurobioló­gica personal; muchos otros, del medio en el cual se crece y con el cual se interactúa. ■

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