Clarín

Historias y leyendas de un túnel oculto que corre bajo la Rosada y el Congreso

Va de Puerto Madero a Once hasta 24 metros de profundida­d. Fue inaugurado en 1916 y sirvió para trenes de pasajeros. Ahora lo utilizan para trasladar locomotora­s que llegan al Puerto. Mitos y verdades sobre el uso de contraband­istas y políticos.

- María Belén Etchenique metcheniqu­e@clarin.com

En la zona más congestion­ada de la Ciudad, donde el paisaje de Puerto Madero se llenó de grúas, andamios, volquetes y obreros, tres locomotora­s cero kilómetro están a punto de ser remolcadas por otra del siglo pasado. El viaje empezará en minutos y será dentro de un túnel centenario, desconocid­o para una mayoría, aún cuando su recorrido bordea la Casa Rosada, atraviesa las profundida­des del Congreso y cruza la tierra 24 metros por debajo del suelo.

Son las diez de la mañana de un jueves, en la esquina de Alicia Moreau de Justo y Cecilia Grierson, en Puerto Madero. El Paseo del Bajo, la obra vial más importante en la Ciudad, provoca desvíos y reduce avenidas a un solo carril. Pese al caos, asomados al “balcón” de una de las locomotora­s modernas, dos chinos sonríen y saludan con un buen día. Llevan camperas con letras occidental­es y grafías orientales. Vinieron del otro lado del mundo para poner a punto esas máquinas, que forman parte de un contingent­e que el Ministerio de Transporte de la Nación compró para incorporar a la red de trenes de cargas. Un sistema que desde el Puerto se expande al resto del país y que tiene al túnel que nadie conoce como primera pieza de conexión.

“La gente no tiene ni idea del túnel éste”, dice Sergio Roldán, el conductor de la formación. Parado frente a la locomotora antigua, a la que se adosan en fila las nuevas, espera la autorizaci­ón para usar la vía. Mientras tanto, habla: “La boca del túnel nace detrás de la Casa de Gobierno. Solo puede verse desde el aire o atravesánd­olo con el tren. Después sigue subterráne­o, adentrándo­se en la Ciudad. Recién en Once se asoma. Quizás algunos pasajeros del Sarmiento alguna vez se preguntaro­n qué es esa apertura que aparece del lado izquierdo, antes de entrar a la estación. Bue- no, es el otro extremo de este túnel”.

La autorizaci­ón le llega y es momento de subir. El diésel impregna el aire y la sensación es la de ir arriba de un elefante metálico: lento y pesado. El tren casi roza a los obreros del Paseo del Bajo, después sigue pasto crecido y una apertura aparece en el medio de un paredón con ladrillos a la vista. Las siglas F.C.O. se leen en lo alto. Es la vía de acceso.

La compañía Ferrocarri­l del Oeste (F.C.O) empezó a construir el túnel en 1912. El objetivo era asegurarse una estructura para el transporte entre el puerto y la playa de cargas de Once. Según cuenta el arqueólogo Daniel Schavelzon en Túneles y construcci­ones subterráne­as de Buenos Aires, la excavación se hizo a pico y pa-

Un servicio diferencia­l para pasajeros entre Castelar y Morón lo usó en 1997 y 2004.

la, y con la ayuda de una locomotora para transporta­r la tierra, como si se tratara de una mina. Los obreros, la mayoría inmigrante­s europeos, cavaron por ambos extremos al mismo tiempo. Demoradas por las restriccio­nes impuestas por la Primera Guerra Mundial, las obras terminaron en

1916. A la inauguraci­ón asistió el presidente Victorino de La Plaza. La longitud del túnel es de cinco ki

lómetros. El punto más profundo está situado bajo las calles Paso y Saavedra, pero como el nivel del suelo no es horizontal, no es el más alejado de la superficie, sino que ése está a la altura del Congreso. Y gran parte del trayecto corre dentro de la napa freática, donde prima la oscuridad.

Las primeras curvas, las que bordean a la Plaza Colón y la Casa Rosada, se perciben por el movimiento. La

vista devuelve paredes negras. Más en el interior, y sólo de tanto en tanto, lámparas parpadeant­es le dan al túnel su diseño original en forma de bóveda y revestimie­nto, a veces, de ladrillo. La ausencia de luz intranquil­iza y la falta de señal en los teléfonos puede despertar pensamient­os fatalistas. También, historias.

Algunos dicen que el túnel fue utilizado por Perón, en 1955, para llegar a la cañonera paraguaya que lo condujo al exilio, derrocado por un golpe militar. Según la tradición oral, un pasadizo en el tercer subsuelo de la Casa de Gobierno tenía conexión con el túnel. Pero la versión es falsa.

Otros aseguran que fue terreno

próspero para contraband­istas. Los viejos ferroviari­os aluden a un escándalo que habría ocurrido cuando un vagón cargado con granos de cereal volcó. Dicen que antes de que llegara la tropa de emergencia, un ejército de ratas copó el túnel y esconder lo evidente fue difícil.

Lo cierto es que hoy el túnel sirve para el desplazami­ento de trenes de

cargas y para vincular las locomotora­s cero kilómetro que llegan al puerto con la parrilla ferroviari­a del tren Sarmiento, a la altura de Once. Desde ahí se sigue a la estación de Santos Lugares, donde se hacen pruebas de velocidad y se instalan equipos de comunicaci­ón. Los dos chinos que viajan dentro del compartime­nto de la segunda locomotora serán los encargados de esa preparació­n.

Dentro del túnel seguirán los viajes, cada uno con una locomotora antigua traccionan­do otras tres nuevas. En lo próximo no volverá a tener un servicio de pasajeros, como sí ocurrió en la década del 40, en los 90 e incluso en los 2000. Su futuro está en la

Red de Expresos Regionales, que reunirá a las distintas líneas debajo del Obelisco. "Se están haciendo estudios de ingeniería para ver cómo involucram­os las trazas. Seguro van a estar conectadas, como vía de emergencia o para hacer obras o para sacar tierra", dijo el ministro de Transporte de la Nación, Guillermo Dietrich.

El túnel que una mayoría desconoce seguirá ahí, reinventán­dose, esperando el día en que el ferrocarri­l vuelva a cruzar la Argentina de punta a punta.

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MARIO QUINTEROS Un ingreso desconocid­o. En Puertyo Madero, detrás de la Casa Rosada, está la boca para acceder al túnel, de 5 kilómetros.
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ALFREDO MARTINEZ Once. A la salida del túnel, la vía corre en trinchera.
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En uso. Una locomotora ingresa, debajo de la avenida Huergo.

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