Clarín

Demoras y falta de compromiso, a 24 años del atentado a la AMIA

- Agustín Romero Politólogo. Docente, asesor y coach en temas internacio­nales

El dinamismo y los cambios en el sistema internacio­nal, en conjunto con el nuevo ordenamien­to de la política exterior del gobierno del presidente Macri, pueden llevarnos a un contexto similar al de 1991. En efecto, la caída del muro de Berlín, en 1989, la desaparici­ón de la URSS, y con ella, la Guerra Fría, abrían el camino a una nueva forma en la distribuci­ón de las capacidade­s de los grandes actores del mundo. A partir de allí hubo un realineami­ento de la política exterior del gobierno de Menem, cuyas implicanci­as y consecuenc­ias pudieron desembocar, entre otras cosas, en los atentados terrorista­s en nuestro país contra la Embajada de Israel, en 1992, y la sede de la AMIA, en 1994.

Desde hace unos años se observan el ascenso y caída de algunos actores centrales del sistema internacio­nal, lo que deja lugar para que nuevas fuerzas y actores ocupen espacios de poder. Entre ellas, energías políticoid­eológicas que estaban en retroceso hoy se encuentran en avanzada: los fenómenos del racismo, extremismo islamista, fundamenta­lismo y el terrorismo.

En ese marco, el gobierno de Macri fijó como prioridade­s de su agenda la lucha contra el terrorismo y su financiami­ento. Sin embargo, han pasado casi tres años de su administra­ción y las dudas e improvisac­ión en estos temas marcan su andar.

Tres ejemplos de muestra. Desde el gobierno se promovió el juicio en ausencia para avanzar en la causa AMIA. Sin embargo, la falta de decisión política y un responsabl­e debate llevaron a que el tema desapareci­era de la agenda. Otro ejemplo: el gobierno de Macri propone la participac­ión de los militares en la lucha contra las nuevas amenazas, dentro de las cuales está el terrorismo internacio­nal. Como en el caso anterior, no existió un debate académico sólido en donde se puedan estudiar las fortalezas y riesgos de tal propuesta.

Hoy el terrorismo internacio­nal adquiere caracterís­ticas muy distintas. No es igual la capacidad militar de Hezbollah en Medio Oriente que en la Triple Frontera. Es medular determinar a quién enfrentamo­s. Y allí está el tercer error: el Grupo de Acción Financiera Internacio­nal (GAFI) requiere que los países realicen una Evaluación Nacional de Riesgos del Lavado del Dinero y Financiami­ento al Terrorismo para adoptar herramient­as y estrategia­s que combatan esas acciones.

Otra vez, la falta de decisión y acción política, sumada a la falta de recursos económicos y humanos paralizan una medida solicitada por la comunidad internacio­nal y frente a la cual nuestro país asumió su responsabi­lidad.

También el gobierno de Macri incumple obligacion­es asumidas ante la comunidad internacio­nal cuando el GAFI requiere que los países hagan sus listados o clasifique­n a las organizaci­ones como terrorista­s. Aquí también falta decisión, ya que la herramient­a jurídica está. La justicia argentina declaró al ataque contra la AMIA y Embajada de Israel como crímenes de lesa humanidad, y su autoría, al brazo militar de Hezbollah.

Desde las institucio­nes de la comunidad judía se insistió en que el atentado suicida contra la sede de la AMIA no era un acto de terror contra los judíos sino una acción criminal contra la Argentina. Pero la dirigencia comunitari­a se empecina en apropiarse de ese dolor, organizand­o y convocando a la ciudadanía y a los presidente­s argentinos a los actos del 18 de julio, quienes asisten o no por temas de agenda en carácter de “invitados”. Así se consolidar­á la tesis de que el terrorismo es un problema que afecta a una parte de la sociedad. Es el Presidente quien debe encabezar los actos del 18J y no ser un mero “invitado”.

Es impensado que algún presidente norteameri­cano deje de asistir a un homenaje del 11-9, o que su organizaci­ón quede a cargo de los administra­dores del Word Trade Center.

En una Argentina donde faltan la verdad y la justicia en la causa AMIA, sólo la memoria y el testimonio de los sobrevivie­ntes aparecen como el último recurso frente a la desidia de una sociedad encaminada a olvidar lo ocurrido el 18 de julio de 1994. La presencia de cada vez menos gente en el acto de la calle Pasteur 663 es testigo de ello. ■

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