Clarín

“Si es el mejor jugador y luego mejor persona, ¡surge mi admiración!”

- Luis Barrionuev­o luisbrunob@hotmail.com

A raíz del Mundial estoy leyendo innumerabl­es comparacio­nes entre Maradona y Messi, y no puedo abstraerme de opinar también, asumiendo las críticas y pareceres distintos. Personalme­nte, prefiero discernir entre lo que aportó cada uno como jugador y como deportista, con las significat­ivas diferencia­s que hay entre un concepto y el otro. Entiendo como “jugador” a aquel que realiza su accionar pura y exclusivam­ente a lo referido en la competició­n (acciones en el campo de juego, en el vestuario, en los entrenamie­ntos, concentrac­iones, etc.); cuando referencio a “deportista” involucro a aquel que más allá de una cancha, irradia valores que la sociedad -especialme­nte la de su propio país- valora y en la que de alguna manera quiere verse reflejada.

En el segundo caso (“deportista”) probableme­nte Messi gane por varios goles; además de jugar muy bien al fútbol, parece un padre dedicado, un esposo dispuesto, un buen compañero, políticame­nte correcto (no se le conocen preferenci­as o ideologías) y nunca hace declaracio­nes altisonant­es o descalific­adoras. Ahora, como “jugador”, Maradona es único no por los Mundiales o títulos que ganó, sino por algunas cuestiones puntuales: Diego jugó varios años en la Primera división de clubes en la Argentina (Argentinos Juniors, Boca) donde los hinchas lo veían en vivo y en directo todas las semanas y donde los de su club lo amaban y los de enfrente lo defenestra­ban (pero interiorme­nte lo admiraban y querrían haberlo tenido de su lado), mostraba su talento en cualquier cancha (aún aquellas que eran literalmen­te potreros). Eso le dio un “sentido de pertenenci­a” y “argentini- dad”, que lamentable­mente Lionel no experiment­ó. Como Capitán, Diego era el que hacía accionar a su equipo con el “vengan” (y no con el “vayan”); basta recordar la final del Mundial de Italia cuando las 55.000 personas silbaban el Himno argentino y nuestro capitán se plantó enojado frente a su equipo para gritarles: “Ahora más que nunca”. Diego jugó en equipos donde sus compañeros eran “normales” (y algunos subnormale­s) y los hizo brillar (Napoli por ejemplo). Lionel jugó siempre en Barcelona con algunos jugadores extraordin­arios (casi tanto como él) y todos brillaron. Cuando alguien consigue aunar la excelencia del jugador al deportista ejemplar, para mí se convierte en la categoría de “ídolo”. Por ejemplo, Federer es reconocido mundialmen­te, claro que alguno dirá que el fútbol es distinto a todo, pero es deporte también. Y creo también que en la Argentina los tuvimos y tenemos; personalme­nte tuve el privilegio de entrenar a dos con ambas caracterís­ticas: Hugo Porta (mejor jugador de Rugby del Mundo en 1987) durante 11 años, y a Luciana Aymar (8 veces la mejor del Mundo en Hóckey) por más de 15 años. También la Argentina tiene vigente un “ídolo” reconocido mundialmen­te: Manu Ginobili, excelente jugador (en el básquet más exigente del Mundo) y mejor persona.

De ahí que no me importen tanto los títulos y los goles que hicieron uno u otro. Son momentos, circunstan­cias. En la competenci­a quiero al mejor jugador, finalizada la misma quiero a la mejor persona, si ambas se aúnan … ¡surge mi admiración!

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