El Presidente del 2019 llevará la marca del FMI
La novedad de la Argentina es que el protagonista fundamental de las elecciones presidenciales de 2019 va a ser el Fondo Monetario Internacional. El próximo presidente conseguirá la victoria con el FMI o contra el FMI. Ese es el desafío para Mauricio Macri, que quiere su reelección. El de María Eugenia Vidal o el de Horacio Rodríguez Larreta si Cambiemos debiera recurrir a un plan B. Y el de Cristina Kirchner, Sergio Massa o Juan Manuel Urtubey, si el peronismo logra recrear un escenario favorable para un opositor. Pero está claro que entre ellos estará el fantasma del FMI recordándoles que no hay margen para gobernar el país con déficit fiscal.
La sigla FMI se ha convertido en una maldición para la política argentina. Ya pasó a la celebridad Bernardo Grinspun, aquel ministro de Raúl Alfonsín que se bajó los pantalones delante de su director para hacerle entender que no podía ajustar más. Carlos Menem les sonreía y Domingo Cavallo les gritaba. A Fernando de la Rúa le perdieron la confianza. A Eduardo Duhalde directamente lo ignoraron. Y Néstor Kirchner aprovechó la tonelada de soja a 600 dólares para pagarles en efectivo los 10.000 millones de deuda que le permitieron no volver a recibir las visitas de revisión. Quiso colgarse la medalla de que, sin FMI, sólo habría prosperidad. Pero esa fantasía también se extinguió rápido.
Ahora es Macri el que debió volver vencido a la casi- ta del Fondo porque la devaluación hizo temblar a su gobierno. Celebra el préstamo de US$ 50.000 millones pero sabe mejor que nadie que la letra del acuerdo lo obliga a cumplir con el primer mandamiento de la economía, que la Argentina no respeta desde hace setenta años. El mismo lo explicó con palabras simples en la conferencia de prensa del miércoles. “Tenemos que hacer lo que ustedes hacen en sus casas; no gastar más de lo que ganan”, les dijo a los periodistas. En esa regla básica se resume la materia pendiente de los gobiernos democráticos recientes. Ignorarla empuja la inflación y termina indefectiblemente haciendo crecer la pobreza.
Es curioso que la Argentina necesite de la tutela del FMI para hacer lo que debió hacer desde hace mucho tiempo. Bajar el gasto allí donde es superfluo, combatir la inflación y promover el ingreso de dólares a través de las exportaciones. Son los únicos caminos que se deben recorrer sobre todo ahora que sube el petróleo, baja el precio de los granos y los fondos de inversión buscan lugares más seguros que un pequeño país que salta convulsionado cada vez que el dólar se mueve hacia arriba.
Macri ya ha decidido ceñirse al programa que le permita reducir el déficit fiscal a casi el 1% el año que viene. Su desafío es conseguir la reelección con una economía en baja. Ya se sabe que Cristina culpará al FMI de todos los males y lo arrojará a la misma hoguera donde pretende arrastrar al Presidente. El dilema lo tendrán los peronistas que buscan un camino alternativo. Massa, Urtubey o el que se anime a la batalla deberán mostrar algún plan para gobernar un país emergente sin superávit. La economía tiene muchas utopías. Pero hacer populismo sin plata tal vez sea la más inalcanzable.
El dilema lo tendrán Massa, Urtubey o el que se anime. Hacer populismo sin plata es la utopía más inalcanzable.