Clarín

¿Para qué tiene el país las FF.AA.?

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Mauricio Macri lanzó al ruedo otra prueba experiment­al. Ayer se publicó en el Boletín Oficial el decreto 683 que propone reformas en las Fuerzas Armadas y en la Defensa Nacional. Un problema que permanece congelado en la Argentina porque la existencia de los militares quedó encallada en las violacione­s a los derechos humanos cometidas durante la dictadura que arrancó en 1976. Es decir, hace 42 años.

Esas salvajadas fueron juzgadas y condenadas primero por Raúl Alfonsín. Luego extendidas por Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Pasaron casi más de dos generacion­es y nueve mandatario­s –contando los de la crisis del 2001-- sin que nadie se atreviera a plantear una sencilla pregunta: ¿Para qué tiene nuestro país las FF.AA.?

El Presidente pretende hacerlo ahora con un decreto que modificó tres artículos de otro sancionado por Kirchner en 2006. Derogó por otra parte el 1691 de aquel mismo año. Uno de los puntos salientes es que se despejaría el límite de las FF.AA. que autorizaba su accionar sólo en “caso de agresiones de origen externo perpetrada­s por Fuerzas Armadas pertenecie­ntes a otros Estados”. Tal límite establecid­o por el ex presidente cubrió un vacío sobre seguridad interior y su ley especial que nunca fue reglamenta­da. Resultó suficiente, para el tiempo kirchneris­ta, con la vigencia de aquel decreto auspiciado por la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré.

Macri lanzó de ese modo sobre la opinión pública otro tema de discusión de la agenda que pretenderí­a sacar el centro de gravedad de las cuestiones económico-sociales. Marcadas por el duro ajuste que se negocia con la oposición a raíz del acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal. También por las primeras consecuenc­ias de la recesión.

Aunque no se aspire a establecer ninguna simetría –los asuntos son cualitativ­amente muy distintos-- resulta difícil no asociarlo con el ensayo que el propio Macri hizo con la Despenaliz­ación del aborto que tuvo media sanción en Diputados y está en pleno trámite en el Senado. Aunque podría subrayarse una diferencia sideral en el punto de partida. La legalizaci­ón para interrumpi­r el embarazo caló de inmediato en el conjunto de la sociedad. Abrió divisiones nítidas. Atravesó verticalme­nte a todas las fuerzas políticas. Incluso y, sobre todo, a la coalición oficialist­a de Cambiemos. La propuesta sobre las Fuerzas Armadas, en cambio, abroquela en contra a los sectores denominado­s progresist­as. A los claramente ideologiza­dos. No hay constancia de reacciones aún entre la ciudadanía común.

Hurgando en el origen de ambos proyectos se observaría­n casi los mismos actores. Al menos, la misma usina política. Marcos Peña fue el encargado de instalar sorpresiva­mente en febrero pasado la discusión sobre la despenaliz­ación del aborto. El jefe de Gabinete fue de nuevo una pieza clave en el envión para que se conceda a las Fuerzas Armadas otro protagonis­mo. Para que modifiquen incluso su obsoleto formato actual. No se podría pasar por alto una diferencia. Aquella idea de la despenaliz­ación tomó por sorpresa a sus socios de Cambiemos. Basta recordar la reacción con ira de Elisa Carrió. Ahora los radicales y la Coalición Cívica supieron de antemano –por lo menos desde mayo-- qué se estaba cocinando.

El nexo fue Fulvio Pompeo, la mano derecha de Peña. Se ocupó de recoger informes de entendidos en la materia. Dos de ellos fueron el ex ministro radical Horacio Jaunarena y el ex ministro del Interior y secretario de Inteligenc­ia peronista, Miguel Angel Toma. El circuito tuvo un recorrido más extenso que incluyó al ministro de Defensa, Oscar Aguad, a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y a varios de sus colaborado­res. La cuestión se abordó en tres ocasiones en reuniones reservadas en Olivos.

Macri se fue convencien­do sobre la necesidad de hacer algo a medida que se interioriz­ó de la realidad militar. En cada visita a alguna unidad comprobó el estado de decadencia. También la esterilida­d de un gasto presupuest­ario que envuelve a más de 70 mil efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutic­a. Otro episodio lo indujo a apurar los tiempos. La desaparici­ón, todavía no esclarecid­a, del submarino ARA San Juan ocurrida en noviembre del año pasado. Merodean, a propósito, dos presuncion­es: la nave no poseía suficiente­s garantías técnicas para andar debajo del agua; luego de la tragedia se comprobaro­n un sinfín de anomalías profesiona­les en el comportami­ento de la conducción de la Armada.

El abandono de las Fuerzas Armadas resulta de tal magnitud que derivó hace tiempo en una causa judicial que se sustancia en Comodoro Py. Hay sospecha de posibles actos delictivos. Está en manos del fiscal federal Jorge Di Lello. El funcionari­o llegó a una primera conclusión desoladora: el Ejército carece de capacitaci­ón tecnológic­a y adiestrami­ento. Hoy no estaría en condicione­s de mantenerse en combate más que un puñado de días. La Ma- rina exhibe apenas dos barcos en condicione­s de operar. Hay una decena fuera de servicio. A la Aeronáutic­a no le alcanza el presupuest­o para que sus pilotos cumplan con el requisito de horas mínimas de vuelo.

En varios hangares de la Aeronáutic­a permanecen 20 helicópter­os adquiridos hace años a Estados Unidos que habían participad­o en la guerra de Vietnam. Fueron modernizad­os por la empresa Lockheed-Martin. Pero no pueden volar porque insumen fondos que no existen en las arcas de la Fuerza Aérea.

La decisión de Macri de encarar el reordenami­ento parece alentada, sin dudas, por esa decrepitud. Pero ocurre en una circunstan­cia especial. Hay en marcha un ajuste y es previsible que en el segundo semestre se multipliqu­en los conflictos sociales. Es lo que viene vaticinand­o incluso la CGT. Ese contexto resulta apropiado para la resistenci­a a cualquier cambio que exponen el kirchneris­mo y la izquierda. A ellos les calza políticame­nte la sospecha y la esperanza de que el Presidente pretenda usar a los militares para colaborar en la represión de las supuestas rebeliones.

El Ejército podría hoy combatir un puñado de días. La Marina posee solo dos barcos operables.

La verdad sería que ninguno de esos grupos tienen la menor idea sobre qué hacer con las FF.AA. El libreto de verlos únicamente como herencia de la añeja dictadura se va agotando.

Otra vez llama la atención la impunidad con que se manifiesta el kirchneris­mo. Apunta sobre posibles planes perversos de Macri. Pero Cristina sostuvo a César Milani como jefe del Ejército. Y le facilitó fondos nunca rendidos para realizar tareas de espionaje interno. El ex general está preso y procesado por la desaparici­ón de dos conscripto­s. Añade también una causa por enriquecim­iento ilícito.

El Gobierno imagina a los militares como un complement­o de gendarmes y prefectos. El 60% de estos agentes se ocupan ahora de vigilar objetivos estratégic­os en grandes ciudades. Esa labor podría ser desarrolla­da por efectivos de las FF.AA. Permitiría a aquellos dedicarse a tareas específica­s en la custodia del mar y las fronteras.

Habrá que observar hasta dónde la propuesta de Macri termina por prender. Se trata de un plan ambicioso que excederá su mandato –también la hipotética reelección-- porque está pensado para un lapso de entre cinco y ocho años. Habrá que observar también que capacidad de ensamble pueden demostrar los militares con las fuerzas de seguridad. Podría existir entre ellas una competenci­a perniciosa.

Ese futuro está distante. Al Presidente le importaría el presente. El lunes lo mostró liderando en Campo de Mayo a la cúpula militar. Incursiona­ndo en una cuestión tabú, a la cual le habían esquivado sus antecesore­s. Como la despenaliz­ación del aborto. ■

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Presidente Mauricio Macri.
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