Vuelven los viejos fantasmas
El Gobierno está flojo de explicaciones que fundamenten su reforma militar. Es verdad que el mundo es otro al de hace tres o cuatro décadas, el país es otro, las hipótesis de conflicto son otras, los potenciales enemigos son otros. ¿Cuáles? ¿En quiénes piensa el decreto que ya no requiere de “Fuerzas Armadas pertenecientes a otros Estados” para que las “agresiones de origen externo” habiliten la intervención de las Fuerzas Armadas? ¿Es sólo el terrorismo o la droga? No está claro el empleo de las fuerzas armadas en la amplia definición de “Operaciones en defensa de los intereses vitales de la Nación”, en un país donde fueron vitales los teléfonos o la matemática moderna. Son también otras las fuerzas armadas a las de hace tres o cuatro décadas. Pero las andanzas del general César Milani en el gobierno de Cristina Fernández no cifran esa diferencia, de modo que yerra el Gobierno al hablar hoy de “Fuerzas Armadas de la democracia”: las que dieron el golpe en marzo de 1976 también lo eran. La decisión de habilitar el accionar militar en la seguridad interior, aún para la “custodia de objetivos estratégicos”, despierta pesadillas. Toda acción de seguridad requiere de una indispensable tarea de inteligencia. Eso es lo que plancha la sábana de los viejos fantasmas argentinos.