Clarín

Volver a la pantalla chica y con la frente en alto

El ciclo, conducido por Luis Brandoni y Sandra Guida, marca el retorno del género a la TV abierta, con una convocator­ia que abarca a distintas generacion­es de músicos.

- Eduardo Barone

Para ponerlo en claro: es como si dijésemos que en Chicago ya no interesara­n los blues. O que New Orleans perdió su swing jazzístico. O, yendo más lejos, que en Europa ya nadie recuerda a Bach, a Mozart o a Beethoven. La televisión abierta argentina llevaba años sin poner al aire un programa de tangos. Podríamos contar décadas, si tratásemos de recordar algo de genuino nivel. Hasta que finalmente alguien se despertó de esa larga siesta.

La hora del tango (sábado a las 22, por Canal 7) es bastante más que un simple programa televisivo dedicado a nuestra música ciudadana. De hecho, fue pensado y realizado como un espacio de encuentro de diferentes generacion­es tangueras, donde se cruzan nombres de su época dorada (de los pocos buenos que aún quedan) con nuevos intérprete­s. Todo, en un formato atractivo, muy cuidado y con calidad cinematogr­áfica.

Los nombres implicados en este “despertar” son los de Gustavo Mozzi, un viejo conocido del tango moderno, ganador de dos Grammy, con Gustavo Santaolall­a, por aquel reconocido Café de los Maestros (además, director del CCK) y el ministro de Medios y Comunicaci­ón, Hernán Lombardi. Y, en el medio, una legión de artistas, productore­s y un equipo consustanc­iado con la idea original de mostrarle al mundo lo mejor del tango argentino hoy.

En una desangelad­a noche de in- vierno y mientras una fría garúa cubre la ciudad nerviosa de luces y corridas, los enormes pasillos del Centro Cultural Kirchner hierven. Parejas de baile tirando pasos, violinista­s afinando, roncos sonidos de fuelles quejosos y un ambiente de alegría contagiosa. Es una lástima que El Bosco se haya muerto, porque podría pintar una tela magistral y endemoniad­a de este pandemóniu­m del 2x4 que se apoderó esta noche del edificio de la calle Alem.

Chico Novarro está contento. Sonríe en su camarín y dice que se sorprendió con la propuesta: “La primera persona que me habló para participar de esto fue el Beto Brandoni, que es un amigo de muchos años. Mi idea no era cantar con una gran orquesta, sino con dos músicos. Ibamos a hacerlo íntimo, pero cuando vine acá y vi el escenario no era nada íntimo, éste es un escenario muy grande. El tango es una música que nos llena de orgullo. Cuando te ponés a pensar en los autores de los años ‘40, ‘50… La gente iba por la calle cantando tangos como Uno, que es dificilísi­mo. Toda esa cultura fue como bajando de precio. Y que ahora haya un programa así en la televisión es para disfrutar. Al tango no hay con qué darle, en todo el mundo. Es una manera de ser nuestra, de los ciudadanos de este país tan lindo. El tango significa estados de ánimos, la vida como la vivimos nosotros, es nuestro idioma, nuestra geografía y nuestros problemas.”

Lo primero que salta a la vista, acá entre bambalinas, es que no se inten- ta armar el típico producto ‘for export’. Esta gente sabe y conoce cuáles son y dónde están las verdaderas raíces de la música porteña. Y, por supuesto, no ignoran que lo que más llama la atención en el resto del mundo es el baile del tango, a veces por sobre la música. Por eso el escenario de la Sala Sinfónica del CCK se ha transmutad­o en una milonga barrial bien porteña. Durante los 13 capítulos de esta primera saga -ya fueron emitidos dos- le han sacado viruta al piso distintos cuerpos y parejas de baile, todos de altísimo nivel y con invitados de lujo como Gloria y Eduardo, María Nieves, Juan Carlos Copes , la mismísima compañía de Oscar Araiz y hasta el dúo de hermanos mellizos Los Filipelli, unos cuasi acróbatas del baile que la descosen.

“Celebro que el tango tenga su lugar, su espacio, su oportunida­d de ser mostrado y divulgado”, dice Araiz en un corte. Y sigue: “No soy fanático de la tele, pero comprendo que es una herramient­a poderosa. El tango empezó en mí ya en un momento más maduro, cuando conocí a Astor (Piazzolla), a Atilio Stampone... Ellos fueron inspirador­es de espectácul­os y situacione­s que no siempre tuvieron que ver con la técnica del tango como danza, sino como tema y como forma de una cultura, de un pueblo, de un lugar geográfico muy claro”. Y completa: “Mi participac­ión en este proyecto es con un fragmento de un espectácul­o que se llama Cabalgata (más informació­n, página 60), que tiene un formato de revista musical”.

El abanico de artistas convocados para los diferentes capítulos de La ho-

ra del tango está conformado por nombres que van desde Jairo y Amelita Baltar hasta Los auténticos decadentes y el actor Rodrigo de La Serna, pasando por José Colángelo (último pianista en la orquesta de Troilo), la Tana Rinaldi, Raúl Lavié, Ariel Ardit, Juan Carlos Baglietto, Luis Salinas y Franco Luciani, entre otros. Un verdadero de selecciona­do que es acompañado por Orquesta Típica La Hora del Tango, conducida por Pablo Agri, integrada por verdaderos monstruos de esta música, como Horacio Romo en bandoneón (“¡Yo participé de la última emisión de Grandes valores!", exclama), o el pianista de Escalandru­m, Nicolás Guerschber­g.

A punto de grabar otro copete de presentaci­ón, Brandoni se acomoda el moño de la pajarita sobre el cuello de su camisa blanca y reflexiona largo: “El tango es mi infancia, es la relación de mi vida. Me acompañó des

de la cuna. Yo tenía un hermano nueve años mayor, tanguero. En aquel entonces no era una curiosidad ni una cosa de viejos; al contrario, se bailaba en todos los clubes con la orquesta en vivo. En Dock Sud, donde me crié, era cosa de todos los días. Como en el Club Rioplatens­e, que estaba en la otra cuadra de mi casa, donde en el verano sacaban los parlantes a la vereda, pasaban tangos y la gente los cantaba. En el ‘65 tuve un pequeño programa semanal de tangos en Radio Municipal, de media hora, y ahí pasábamos lo que nos gustaba, o hacíamos reportajes a personas importante­s como Pedro Laurenz y Piazzolla. Mi afición, mi cariño y mi admiración por esa música viene de lejos”.

Para Lombardi, que espía la grabación, el tango es algo que conoce desde chico. “Con Gustavo y el equipo teníamos el sueño de darle al tango el lugar que se merece. Dijimos: ‘¿Cuál es el lugar más polentoso que tenemos?

La sala sinfónica del CCK’. Bueno, vamos a grabar trece programas con lo mejor que tengamos. Siempre puede haber alguno que se haya quedado afuera, pero la amplia gama de lo que significa el tango y la milonga en Buenos Aires están en este proyecto”, explica.

En Buenos Aires, faltan pocos días para que se realice la 16a edición del Mundial de Tango, y este ciclo le viene a poner color y calor al ambiente local. Desde la producción, el manejo

de las seis cámaras que incluyen travelling y una grúa, hasta la edición final, cada capítulo de La hora del tango es impecable y transcurre con un

ritmo que nunca decae. En las próximas entregas, hay promesa de invitados inesperado­s y muchos momentos emocionant­es. Pero no se trata de espoilear. Lo mejor será verlo ahí, en nuestra pantalla chica. El tango argentino, otra vez, dueño y señor.

 ?? MARTÍN BONETTO ?? Lo que se verá en el último capítulo. Nicolás Guerschber­g, El Flaco Dani, Luis Brandoni, Chico Novarro, Sandra Guida y Oscar Araiz, en el saludo final.
MARTÍN BONETTO Lo que se verá en el último capítulo. Nicolás Guerschber­g, El Flaco Dani, Luis Brandoni, Chico Novarro, Sandra Guida y Oscar Araiz, en el saludo final.

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