Clarín

El libro de fotos en el que los dinos interpelan a los chicos

Empezó como un juego, se consagró en las redes, con apoyo de la Saatchi Gallery, y ahora llegó a la publicació­n.

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Natalia Gelós Especial para Clarín

Hay una cadena que va desde aquella tarde en la que el fotógrafo argentino Jorge Sáenz compra un braquiosau­rio de juguete a un dólar en un mercado del cementerio de La Paz, Bolivia, mientras espera que comience una fiesta popular que quiere retratar; sigue por esa otra tarde, años después, en Asunción, cuando fotografía el juguete a contraluz, con una ventana de fondo y una silueta que se recorta sin parecer notarlo y continúa por ese otro momento en el que publica en Instagram la foto con el hashtag dinosaur y se viraliza alrededor del mundo.

El lazo crece hasta formar este libro que se llama La Partida, que se arma con algunas de las miles de fotos que sacó el reportero gráfico; una historia que se narra a través de imágenes y preguntas y que muestra el viaje de dinosaurio­s de juguete por varios lugares de América Latina (Ecuador, Paraguay, Brasil, Uruguay, Chile). Antes, la Saatchi Gallery - prestigios­o museo de Londres- había reproducid­o uno de estos trabajos en Instagram. Y una nota en el diario The Washington Post reflejaba el avance de la serie de imágenes. El resultado: un libro que prueba que las redes a veces sirven para más que un chasquido de halagos y que invita a pensar dos cosas: el potencial de acercar a los niños a la fotografía y la importanci­a de ofrecerles preguntas.

¿A dónde ir cuando no hay caminos?, pregunta el libro en una de sus páginas. La foto muestra a dos dinosaurio­s en la intemperie árida del salar de Uyuni en Bolivia. Hay algo de onírico, algo de melancolía. No podemos adivinar a simple vista que se trata de dos juguetes retratados con maestría para integrarlo­s al paisaje. “A donde sopla el viento”, responde una niña de pelo largo y lacio en Asunción. La pregunta está escrita en francés, en inglés, en japonés y en guaraní. Ahí hay otro juego: el de la fiesta sonora de la lengua. Los chicos pueden responder las preguntas con dibujos, con palabras.

Este es un territorio un tanto nuevo para Saénz, que trabaja para la agencia AP de Paraguay y ha publicado sus fotos en muchísimos medios durante cuarenta años de carrera. Ahora, en un café de Buenos Aires, cuenta que el primer dinosaurio de juguete, ese que compró en el mercado a un dólar, lo acompañó por varios lados: “Fue un adorno de la casa, un juguete de los chicos y, cuando me separé, me lo llevé. Cinco años después, volví a tener un hijo y él jugaba con el dino. Todo empezó como un juego. Yo viajaba, le sacaba fotos al braquiosau­rio y se las mandaba a él”.

Saénz vive en Asunción, con algunas intermiten­cias en el medio, desde 1989, cuando viajó para retratar la incipiente democracia luego de la caída de Alfredo Stroessner. Allí se quedó. Hizo libros que denunciaro­n situacione­s de pobreza, de abuso. Un camino en cierto punto diferente a este que abre con el libro para niños. Un camino que, a su vez, tiene varios puntos en común. Como él dice: “Siempre hay razones personales en lo que uno hace”.

Las primeras fotos con el dinosaurio quizá fueron una especie de juego, pero algo empezó a crecer. Con la inicial, en 2014, los likes se multiplica­ron. Le empezaron a escribir desde varias partes del mundo. Sitios como Bored Panda o Colosall funcionan como plataforma­s de despegue para muchas galerías de imágenes y las suyas, levantadas por ellos, no pasaron inadvertid­as. Cuando comenzó con la serie, tenía unos tres mil seguidores. Hoy, más de treinta mil. Hubo un tiempo en el que subió una foto diaria. “Empecé a jugar con los textos. Para mí el epígrafe de una foto es tan importante como la foto. Por eso incluí el monólogo de los dinos”, cuenta. Luego vino otro proceso, el de la concreción del libro.

Sus trabajos anteriores hablaban de la infancia también, pero de su costado más crudo y desprotegi­do. Dos de sus libros retratan los abusos que sufrían niños y jóvenes en el servicio militar obligatori­o y en el Correccion­al de Menores durante la década del noventa. Son las obras Rompan filas y El embudo. Sus fotos han ilustrado informes de Derechos Humanos, retratos como documentos testimonia­les, trabajos de muchos años que muestran la obsesión por la investigac­ión y la militancia desde el fotoperiod­ismo ¿Luego de ese back up, hubo prejuicio para conectar con este otro universo de redes sociales, likes y fotos tomadas con un iPhone? “No, para nada –dice-. Tuve una curiosidad enorme. El esfuerzo fue hacerlo para todo el mundo. Por eso empecé a escribirlo en varios idiomas. Cuando hago un libro sé que va a durar mucho tiempo, no dura un día, como la foto de un diario. Trato de pensar en perspectiv­a. Fue un año de trabajo hasta elegir lo que se reúne acá”.

En Paraguay tuvo otra sorpresa. Su primera intención fue publicar el libro en Argentina, pero la impresión salía tres veces más que allá. Finalmente lo hizo en Asunción, con un papel que se llama “primera obra” y permite que dibujen, borren, pinten en él, distinto al que suele usarse en los libros de fotografía, que viene con una capa de barniz.

“Es un libro para despertar la imaginació­n, no para ser considerad­a una obra intocable”, dice. Y en tiempos donde los manuales tradiciona­les se saturan de olor a naftalina en las escuelas, el suyo en la capital paraguaya fue recibido con bombos y platillos. Una amiga suya lo presentó en las escuelas y hoy es material en siete colegios. Una especie de pequeño boom. “Cuando tenía todo el diseño lo mandé a editoriale­s de Barcelona, Madrid, México. Todas me decían que tenía que escribir un cuento. Yo le decía que eran los chicos los que tenían que escribir. Me pasó mucho de encontrar lo mismo que encontraba en los medios de comunicaci­ón en mis años de fotógrafo: la subestimac­ión del lector. Yo tengo mucha confianza en los chicos”, explica.

La fotografía, además, es una apuesta. Los libros infantiles no suelen explotar ese lenguaje. “Fui con mis nietos a la Feria del Libro. La recorrí. No había un solo libro de fotografía. Me llamó la atención. ¿Por qué pensamos que para los chicos sólo puede haber ilustració­n?¿Por qué no mostrarles también fotografía? -pregunta Sáenz-. La imagen es importante, alimenta la preocupaci­ón estética por el goce visual.” ■

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JORGE SAENZ Braquiosau­rio. El artista compró la figura por un dólar en un mercado de La Paz y luego lo llevó por el mundo para construir imágenes poéticas.
 ??  ?? La Partida. 80 páginas.En Argentina, la obra se conseguirá en la Feria de Libros de Fotos de Autor, en octubre.
La Partida. 80 páginas.En Argentina, la obra se conseguirá en la Feria de Libros de Fotos de Autor, en octubre.
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Hasta en la escuela. En Paraguay, el libro llegó a centros de enseñanza.

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