La mejor arquitectura nacional que compite por subir al podio
Premio Nacional ARQ - FADEA 2018. Una convocatoria amplia y bien federal
No hay nada demasiado raro ni estrambóticos. Tampoco excesos formales rutilantes ni sofisticados alardes tecnológicos. Por más que les pese a algunos, parece ser ese el andarivel por el que circula lo mejor de nuestra arquitectura en la última década. Obras más bien sensatas, en general sobrias y elegantes, con cierto aplomo propio de alguna madurez que a causa de porrazos supimos conseguir.
Esa es una de las primeras conclusiones a las que se puede llegar luego de analizar los casi 200 trabajos presentados al Premio Nacional ARQ-FADEA, el certamen que organizamos desde ARQ-Clarín con la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos (FADEA), con el apoyo del Grupo Unicer y Durlock.
Durante 2 semanas el jurado (Gabriela Polliotto, Fernando Carmona, Fernando Arias, Daniel Silberfaden y este cronista) evaluó bajo la coordinación de la asesora del certamen, la arquitecta Carolina Day los trabajos enviados desde las más diversas ciudades del país.
Pareciera que al fin prendió la prédica de arquitectos como el brasileño Angelo Bucci, eso de hacer de la escasez de recursos un disparador para generar soluciones creativas o de Ho- racio Baliero quien invitaba a “Hacer de lo necesario, arquitectura. Pero solo con lo estrictamente necesario”. Evitando todo lo superfluo.
Fue tal vez por este denominador común que tuvieron las presentaciones que la selección se hizo difícil. Que a diferencia de la edición anterior, realizada en 2010, fue un poco menos multitudinaria, pero con un nivel mucho más parejo y un promedio de calidad en las obras sensiblemente superior.
Tal como resumió Daniel Silberfaden, los criterios de selección fueron: 1) Una arquitectura situada en su tiempo y lugar. 2) Contextualizada con el medio físico y cultural. 3) Una obra que tienda a simplificar las soluciones en pos de la sencillez, la racionalidad y la sostenibilidad. 4) Construida con recursos sin sofisticación tecnológica innecesaria y una justa elección de materiales que eludan el ornato y el espectáculo de la forma como único objetivo.
Dentro de las obras elegidas para competir en cada una de las 8 regiones hay desde un pequeño parador en la costa marplatense y un mínimo pabellón-puente a orillas de un lago cordobés, pasando por el edificio para el Archivo de Geodesia en La Plata y una bodega boutique en Casa de Uco, Mendoza, a obras de mayor porte como la refuncionalización de los ex Molinos Marconetti para convertirlo en un contenedor donde funciona las escuelas del Liceo Municipal o un centro de especialidades médi- cas como el CEMAFE en Santa Fe.
Las regiones del Noreste y Nuevo Cuyo fueron las que menos presentaciones realizaron y llamó la atención que Córdoba casi no haya mandado trabajos para competir en el certamen a pesar de que en estos años tuvo mucha y buena obra pública. Lo que si abundó en la convocatoria fue la presentación de casas, que llegaron desde todas las latitudes del país y en las más variadas versiones. Hasta las realizadas con ajustados recursos como las que se levantaron con los créditos Procrear.
Como era de esperar ya algunos pispearon los trabajos seleccionados en la web de ARQ y arriesgaron su opinión despotricando contra “la falta de creatividad” de la arquitectura argentina. Justamente a esa visión me refería al comienza de esta nota. Si, es cierto, y en alguna medida vale la crítica: las obras vienen muy cúbicas; en ellas, casi se extinguieron los techos inclinados y las curvas parecen no estar dentro del repertorio de geometrías… Pero frente a algunos zafarranchos que aún persisten y a la imperiosa necesidad de no gastar lo que no tenemos, bienvenida sea entonces esta mesura.
El 14 de agosto, ARQ publicará una edición especial con los trabajos ganadores de las regiones Noroeste y Noreste. Y luego seguirán los especiales de Nuevo Cuyo, Sur, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y CABA. Para terminar con la definición del Gran Premio Nacional en diciembre. ■