Clarín

Trampas del financiami­ento electoral

- Director Ejecutivo de Poder Ciudadano, Capítulo Argentino de Transparen­cia Internacio­nal Pablo Secchi

No hay lucha contra la corrupción sin un control exhaustivo del financiami­ento de las campañas electorale­s. Así de directo queremos ser en estas líneas. Hace muchos años organizaci­ones de la sociedad civil advertimos sobre esa caja negra que es el dinero que lleva a los políticos a sus cargos. Sea a la presidenci­a, a una gobernació­n, o a una legislatur­a, el vacío de informació­n respecto de quién le da impulso económico a las candidatur­as es alarmante.

No es casualidad que se desconozca realmente quién financia a la política. Nuestros representa­ntes se sienten cómodos no indicando realmente de dónde salen sus fondos. No perderemos tiempo analizando esa gran puesta en escena que son los informes que se presentan a la Justicia Electoral. Mienten, siempre, en todas las campañas. El de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires es un caso más en el cual se usan nombres para blanquear dinero del sector privado. Se sospechó de eso también en la campaña del FPV 2015, donde 500 monotribut­istas de la categoría más baja aparecían como donantes en los informes y fue alertado por la Cámara Nacional Electoral. Los indignados de hoy son los acusados de ayer. Los impolutos de ayer, son los investigad­os hoy. En el medio, como siempre, los ciudadanos.

El problema es que los partidos políticos más competitiv­os son cómplices de una legislació­n laxa y que estableció una gran cantidad de subterfugi­os en forma consensuad­a para que el financiami­ento de los partidos políticos no pueda ser controlado. La formula para que esto suceda es simple.

Una bancarizac­ión de las donaciones tramposa. El que apoya a una campaña no necesariam­ente debe depositar el dinero en una cuenta, sino que lo puede hacer mediante un tercero, y vaya alguien a poder seguir el camino de ese dinero.

Desde el 2009, las personas jurídicas (básicament­e empresas) no pueden donar a las campañas electorale­s.

¿Quién financia en Argentina las campañas? Las empresas. Y ahí es dónde se necesitan nombres “prestados” por voluntad propia, o por robo de identidad.

El Estado utiliza fondos públicos para beneficiar a sus candidatos, ayer, hoy, y siempre. El Congreso no ha regulado la utilizació­n de este tipo de recursos en contextos electorale­s. De esta forma, la pauta publicitar­ia queda a disposició­n de los candidatos oficiales, los bienes muebles como autos y aviones son utilizados para hacer campaña, desde los bienes inmuebles se habla con objetivos electorale­s llevando agua para el propio molino, y se utilizan inauguraci­ones de obras con fondos públicos como actos de campaña. Estas prácticas las vemos campaña tras campaña, sea cual sea el color del partido político en el poder.

Ninguna fuerza política con capacidad de instalar los temas en la agenda quiso regular esto hasta este momento, a ninguna que está en la oposición le interesa un corset de este tipo en un futuro gobierno.

Finalmente, e indudablem­ente tarde, y por reacción a la denuncia contra el oficialism­o, el Poder Ejecutivo dice públicamen­te que presentará en el Congreso de la Nación el proyecto de reforma de la ley de financiami­ento de partidos y campañas electorale­s.

El borrador conocido cuenta con varias de las exigencias que los especialis­tas en la materia venimos solicitand­o hace años. Se propone la bancarizac­ión directa de los aportes; se intenta regular la participac­ión de las empresas – posiblemen­te el punto que va a generar mayor discusión-; se buscará una mayor colaboraci­ón de los organismos de control con la Justicia para llevar adelante investigac­iones más ágiles y profundas; se solicitan responsabl­es financiero­s de mayor peso político y técnico; y se propone una tibia extensión del tiempo de limitación al Poder Ejecutivo para la realizació­n de actos de gobierno que puedan influir en la elección; en materia judicial propone dotar a la Cámara Electoral de algunos recursos más para generar mayor capacidad de control de las cuentas de los partidos políticos. ¿Son positivas estas propuestas? Sí. ¿Son suficiente­s? No.

El proyecto no contemplar­ía la limitación a la distribuci­ón de pauta publicitar­ia por parte del Poder Ejecutivo Nacional. Quizás la situación que genera mayor inequidad en la competenci­a electoral. Las grandes sumas de dinero que se vienen destinando a mejorar la imagen de los ejecutivos, desde hace ya muchos años, van en detrimento de elecciones justas. Surge como necesaria una planificac­ión de la publicidad oficial anualizada, y basada en un estricto apego a lo presupuest­ado, prohibiend­o cualquier tipo de publicidad que pueda favorecer al oficialism­o. Otro tema que se deja de lado es la regulación de las campañas en Internet. Entrado el siglo XXI la ley, y la propuesta de reforma, regula campañas del siglo XX. ¿Casualidad? Claramente no. Esta ausencia en la propuesta va de la mano con la no regulación de la prohibició­n de la utilizació­n con fines electorale­s de bases de datos en manos del Estado. Ambos temas nuevamente, inequidad en la competenci­a, y le suma violacione­s a la privacidad de las personas.

Finalmente el proyecto se queda muy corto en materia de sanciones. Y sabemos que una ley de control sin sanciones e incentivos, es una ley que nace débil. Al mismo tiempo, si la organizaci­ón de las elecciones no pasa del Poder Ejecutivo al Poder Judicial, el financiami­ento de las campañas va a quedar siempre bajo sospecha, porque quién reparte el dinero público para la compra de boletas y el financiami­ento de las campañas es actor interesado del acto electoral.

Lo que sucede hoy con el financiami­ento de la política es que los partidos políticos se cuidan entre ellos. Saludamos el impulso a la reforma de la ley, pero sin vueltas, sin excusas, y de una vez por todas, se le pide a la clase política que deje el marketing electoral de lado, y luchen verdaderam­ente contra la corrupción. ■

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HORACIO CARDO

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