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La comida por peso, una opción que crece y llegó a los barrios, pero genera dudas

Son más baratos que las rotiserías y la mayoría de los dueños son chinos El boom que comenzó en el Centro se expandió y ya hay entre 500 y 600 locales entre Capital y GBA. La falta de higiene es el principal reclamo de los consumidor­es.

- Karina Niebla kniebla@clarin.com

Papas fritas, pescado y ensalada rusa, pero también frutas, tofu y arroz yamaní. Los locales de comida por peso tienen opciones para quienes se cuidan y para los que no cuentan calorías. Es raro que alguien elija una sola: la regla es reunir en una misma bandeja plástica platos como ñoquis, milanesa, chaw fan, cerdo salteado con hongos o una tarta de zapallitos. Toma horas tener toda esa comida lista, pero las góndolas metálicas de autoservic­io se vacían en minutos.

Este formato pasó de ser una novedad limitada al Microcentr­o a formar parte del paisaje de cada barrio por- teño. Según datos de la Cámara Empresaria­l de Desarrollo Argentino y Países del Sudeste Asiático (Cedeapsa), que nuclea a la mayoría, en la Ciudad y el GBA hay entre 500 y 600 locales. Muchos los eligen por comodidad, rapidez y, sobre todo, precio: el kilo cuesta entre $ 150 y $ 220. Para algunos, son más baratos que preparar la comida en casa.

Pese a su presencia, todavía no fueron encuadrado­s en un rubro definido: para la Ciudad, siguen estando en la línea difusa entre restaurant­e y rotisería. Recién el año que viene se abriría la puerta a la creación de una categoría específica, cuando se modifique el Código de Habilitaci­ones de la Ciudad, creado más de cuatro décadas atrás.

“Están creciendo cada vez más. Si sigue así, en las zonas con mucho movimiento de gente habrá uno por cuadra”, celebra Yolanda Durán, presidenta de la Cedeapsa. Sólo basta hacer números: mientras que comer todos los días en un restaurant­e tradiciona­l demandaría al menos $ 4.000 al mes, los locales de comida por peso ofrecen precios convenient­es y permiten que el consumidor sea quien controle mejor cuánto gastará.

Los precios tan competitiv­os surgen en parte del hecho de contar con menos personal -no hay mozos- y ahorrar en servicios, ya que funcionan en un horario más reducido que los restaurant­es, en general de 10 a 16. Algunos incluso compran insumos en pool con otros establecim­ientos.

Este tipo de locales son inspeccion­ados por la Agencia Gubernamen­tal de Control (AGC) según los requerimie­ntos de su habilitaci­ón: como restaurant­es (con mesas y baños) o como rotiserías (si sólo venden comida). Y tienen un aspecto adicional a revisar: el de las temperatur­as de las góndolas.

Sin embargo, las condicione­s de higiene siguen generando polémica: entre 2017 y lo que va del año hubo diez denuncias de clientes, aunque la mayoría de las quejas se canalizan por redes sociales.

“Fuimos a comprar comida hoy y había una rata muerta debajo de un mostrador. El personal ni se inmutó, sólo la levantaron”, reza el último comentario publicado en la página de Facebook de un local de estas caracterís­ticas en el Microcentr­o. En otro muy concurrido de Belgrano, la opinión más reciente en Google Maps (donde pueden puntuarse lugares) destaca que el lugar “genera muchas dudas sobre la calidad de la comida, y al pollo se le notaba que estaba resonando ahí hacía rato”.

Ezequiel Birnbaum (31), vegetarian­o y habitué de estos locales por la gran variedad ‘veggie’ que ofrecen, reconoce que “la comida suele tener exceso de fritura y cosas del día anterior. Muchas veces terminás comiendo chatarra”. Alejandra Dimatteo (34) vive al lado de uno en Caballito, pero reconoce que no va más “porque la última vez que fui, me intoxiqué”.

Los dueños de los restaurant­es tradiciona­les tampoco ven este formato con buenos ojos: dicen que el sistema de autoservic­io “no se presta para una correcta manipulaci­ón de los alimentos. Por sus mismas caracterís­ticas, puede llevar al cliente a contaminar la comida involuntar­iamente. Hemos detectado varios casos en los que el manejo no fue el óptimo”, señala Camilo Suárez, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurant­es, Confitería­s y Cafés (AHRCC).

Desde la AGC indican que no hay más clausuras de lugares de comida por peso en relación a otro tipo de establecim­ientos. “Durante 2017 y lo que va de 2018 sólo se clausuraro­n 24 de estos comercios. En su mayoría fueron por falta de higiene y presencia de excremento de ratas”, afirman las mismas fuentes. ■

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EMILIANA MIGUELEZ Cuidados. La mezcla de alimentos podría aumentar el riesgo de contaminac­ión. En los controles también se revisa la temperatur­a de las góndolas.

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