Trasfondos de la flamante alianza de Trump con la Italia populista
Estrategias. La Casa Blanca se asocia con Roma para volver a ganar influencia en el Mediterráneo y también sobre Libia, una ex colonia italiana rica en petróleo.
Con una maniobra fulminante, Donald Trump aprovechó un encuentro con el premier italiano Giuseppe Conte en la Casa Blanca para hacer pasar a Italia de aliado a enrolarlo como obediente socio de la estrategia norteamericana en la batalla de Europa: desarticular al Viejo Continente -con la complicidad de la Rusia de Vladimir Putin- y regresar al control directo de Libia y el Mediterráneo.
El “acuerdo total” con los italianos apura la lucha por quitar toda entidad política a la UE en favor de la Internacional de los Soberanistas, todos de ultraderecha, que se perfila con la acción del hombre fuerte del gobierno populista, Matteo Salvini.
Refiriéndose a sí mismo, una forma de mostrarse como el heredero, Salvini citó abiertamente en una entrevista a The Sunday Times la histórica frase “muchos enemigos, muchos honores” del dictador fascista Benito Mussolini que hundió a Italia en una dictadura sangrienta que duró 20 años y en las ruinas de la Segunda Guerra.
En ningún momento Trump citó a Salvini, vicepremier y ministro del Interior, o a Luigi Di Maio, el jefe el Movimiento 5 Estrellas, ministro de Trabajo y Desarrollo Económico. Cuidadosamente exaltó hasta la exageración (“ha hecho un trabajo fantástico”) a Conte, un abogado que pocos conocían y con el cual ha establecido una relación tan estrecha que algunos llaman de maestro a alumno. Conte tiene poco juego propio, Trump lo ha fortalecido mucho al precio de una lealtad perruna.
Trump dijo que está totalmente de acuerdo con la línea más que dura de los populistas con la inmigración en una “tolerancia cero” similar a la suya, que significó separar a cientos de niños de sus padres tras ingresar sin documentos a EE.UU.
Como padre protector del gobierno populista, Trump “aceptó” que Italia sea el punto de referencia en Europa por Libia y un interlocutor privilegiado de EE.UU. Significa que la Francia del Emmanuel Macron en fiera lucha con los italianos por el predominio entre los grupos armados del caos libio, ha sido degradada. Macron es el gran perdedor de estos juegos, que también dañan a Alemania.
El acuerdo que anunciaron Trump y Conte marca un aspecto muy importante: la creación de una dirección común de los asuntos del Mediterráneo, en la que es obvio que Washington tendrá la última palabra.
Aunque los italianos sienten que el paraguas protector del tío Sam hace crecer su papel en Libia, que fue colonia italiana, la nueva realidad es que la estabilización de ese país quedaría en manos norteamericanas, que se habían retirado de ese teatro estratégico. En 2015 los franceses arrastraron a EE.UU., Gran Bretaña e Italia en los bombardeos y el asesinato del déspota Muammar Khadafi. Fue un desastre. El presidente norte- americano Barak Obama reconoció abatido que “Libia fue mi peor error”.
Llevando de la mano al socio ultraderechista italiano, EE.UU. está de vuelta del lado del viejo patrón colonial con enormes intereses en Libia, sobre todo en el petróleo.
El presidente también lanzó el anzuelo de las muchas inversiones “en un gran país” como Italia, aunque recordó a Conte que EE.UU. tiene un déficit comercial que debe ser aplanado. Recordó que los italianos “compran muchos aviones”, lo que era una advertencia porque hace un mes Roma suspendió la compra del caza F35, que cuesta la ira de Dios y no da los resultados esperados. Ahora Conte tiene la misión de dar marcha atrás con ese gesto rebelde.
Los populistas italianos son los más grandes hinchas de Vladimir Putin. En la reciente reunión del G-7, las grandes potencias, del cual fue excluída Rusia cuando ocupó la península de Crimea bajo soberanía Ucrania, Italia fue el único país europeo que por boca de Conte apoyó una moción de Trump, aunque después votó la continuidad de las sanciones contra Moscú en la U E. Conte aclaró ante el protector norteamericano que hay que dar tiempo hasta que puedan ser levantadas las sanciones, pero dejó en claro que está de acuerdo con las poco veladas intenciones de Trump de arreglar con Putin.
Dentro de tres meses habrá una conferencia sobre Libia organizada por los italianos, en la que se seguirán las líneas estratégicas norteamericanas en su regreso pleno a la política mediterránea. Por si hacía falta algo más, en su entrevista al Sunday Times, Salvini no sólo recordó al Duce, sino que aconsejó a la primera ministra británica Teresa May, que está de vacaciones con su marido en el norte de Italia, de “no retroceder” en las negociaciones del brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.
La situación es muy conflictiva y los británicos temen haber cometido un gran error cuando votaron en junio de 2016 para irse de la UE. Salvini, brutalmente, sostiene que May tendría que estar dispuesta a abandonar la negociación con los otros 27 socios de la UE, entre ellos la misma Italia, porque fue eurodiputado de la Liga Norte y aprendió que “en cuanto pueden te estafan”. Se refería a la dirigencia de la UE. “No hay objetividad ni buena fe de la parte europea.”
Salvini era un socio estrecho del UKIP, el partido por la independencia de la Gran Bretaña, de extrema derecha, y comparte las posiciones más rígidas contra la UEa. “El referéndum (para la brexit) fue un ejemplo de participación y libertad”, dice. Llega a augurar que “ojalá las negociaciones acaben bien para el Reino Unido y sirvan de ejemplo de que las personas pueden imponerse a la UE”. Incluso propone una alianza bilateral con Londres, que plantea un serio conflicto entre Roma y la UE.
Los populistas italianos están en el brete de una apuesta muy alta. Si en noviembre las elecciones de medio término en EE.UU. se saldan con una derrota para Trump y Gran Bretaña sale apaleada de la negociación por el brexit, el audaz tinglado soberanista se vendrá abajo o quedará seriamente dañado.
En caso contrario la Internacional de los Soberanistas se afianzará y la Unión Europea estará al borde de su descalabro. Europa entrará en otra fase oscura de su historia, gobernada por nacionalistas neofascistas, neonazis o bajo gobiernos ultra-reaccionarios como los que se ven en Polonia, Hungría, Austria y República Checa. Una época histórica que tendrá un pésimo final como ya ocurrió con el epílogo atómico el siglo XX. ■
La opción por Roma implica una derrota para la influencia de París y también de Berlín