Clarín

Con el aborto en el trasfondo, el Papa cambia el Catecismo y prohibe la pena de muerte

La declaró “inadmisibl­e”. La doctrina la avalaba. Lo hizo antes de viajar a Irlanda, que aprobó la interrupci­ón del embarazo y en medio del debate en Argentina.

- EL VATICANO. CORRESPONS­AL Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

El Papa Francisco dio un golpe de coherencia a la doctrina católica y declaró “inadmisibl­e” la pena de muerte, que la Iglesia apoyó y aplicó abundantem­ente desde su nacimiento hasta el siglo XX. La modificaci­ón del Catecismo, último bastión para justificar en casos extremos la aplicación del castigo capital, años después que el Vaticano abolió la condena a muerte en su proprio ámbito de la ciudad-Estado, fue completado lógicament­e con la indicación por parte de Jorge Bergoglio del compromiso de la Iglesia de animar la abolición en todo el mundo.

La decisión del Papa no puede sino recibir elogios, aunque será inevitable que algunos crean que algo tiene que ver el ardiente debate en la Argentina sobre el aborto. El pontífice, además, está viajando a fin de este mes a la muy católica Irlanda, que acaba de votar en un referéndum para que se legalice la posibilida­d de abortar. Abolir la pena de muerte es un golpe de coherencia para ayudar la campaña de la iglesia antiaborti­sta en nombre de la defensa absoluta de la vida humana. El retoque del Catecismo va en esa dirección.

Por cierto, la Iglesia ha sido responsabl­e de millones de muertes. “Era la época”, se han justificad­o siempre sus autoridade­s para explicar que las condenas capitales, asesinatos, degüellos y hasta guerras capitanead­as por los mismos pontífices, forman parte de una historia que si no absuelve a la Iglesia explica su conducta. Es cierto, pero no tan santo.

Julio II della Rovere era llamado el Papa guerrero. Fue un gran jefe de la Iglesia. A él se debe la decisión de elegir a Michelange­lo para que decorara la Capilla Sixtina. Julio II discutía con Miguel Ángel entre idas y venidas de sus andanzas bélicas en los Estados pontificio­s.

Pero si todo es historia vale la pena esperar que la Iglesia asuma su nueva posición con humildad, sin apropiarse de la condición de gran opositor evangélico a la pena de muerte. Hay que recordar que en la rebelión de los cátaros, el Papa de entonces ordenó una represión despiadada. Se hizo famosa la frase de un obispo francés cuando sus capitanes le preguntaro­n a quiénes había que matar al entrar en una ciudad asediada. “Mátenlos a todos que Dios elegirá a los suyos”, respondió el obispo.

La Iglesia practicó la pena de muerte durante siglos en Roma. El último verdugo del Papa fue el célebre Mastrotita, que vivía del otro lado del río Tiber, frente al Castillo de San Angel, a 500 metros del Vaticano. Mastrotita llevaba un inventario riguroso de los condenados que decapitaba o ahorcaba en nombre de Su Santidad, sobre todo los rebeldes carbonaros que querían el nacimiento de una patria italiana. Dicen que Mastrotita fue un verdugo eficiente que se cargó a más de 800 buenos y malos cristianos. (ver Pgna siguiente).

Tampoco hay que olvidar que el Castillo de San Angel servía de cárcel despiadada para los enemigos del pontífice, donde la tortura se aplicaba oficialmen­te.

En su declaració­n de ayer del Vaticano, el prefecto de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe, Luis Ladaria Ferrer, señaló en un comunicado que ha sido autorizado por el pontífice para introducir la nueva postura ante la pena de muerte, recogida en el artículo 2.267 del Catecismo católico.

En el nuevo texto se subraya que “la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisibl­e, porque atenta contra la inviolabil­idad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinac­ión a su abolición en todo el mundo”.

El escrito anterior sostenía que “La enseñanza tradiciona­l de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobaci­ón de la identidad y de la responsabi­lidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazment­e del agresor injusto las vidas humanas”.

La noción de que el Papa apunta a algo más se advierte si se sigue leyendo el Catecismo. Tres artículo más adelante al referido, se llega al número 2270. Este se refiere concretame­nte al aborto. Dice: “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocido­s sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida”.

No es la primera vez, de todos modos que este Papa carga contra la pena capital. En setiembre de 2015 Francisco realizó una visita a los Estados Unidos un país que incluye en muchos estado la condena a muerte. Como parte de los actos habló ante las dos cámaras del Congreso en un histórico y esperado mensaje, el primero de un pontífice en ese recinto. Allí, hablando en inglés, pidió justamente “la abolición global de la pena de muerte”. ■

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EFE Decisión. El Papa ayer en El Vaticano luego de que se anunciará su cambio clave en el catecismo.

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