Clarín

Conformism­o o ironía, las dos caras del “pensamient­o crítico”

- Josep María Ruiz Simón Copyright La Vanguardia, 2018.

Filósofo. Profesor de la Universida­d Autónoma de Barcelona

En Contingenc­ia, un libro que se publicó a finales de los años ‘80, Richard Rorty puso en circulació­n el concepto de “léxico último” ( “final” en inglés). Con este concepto, el filósofo norteameri­cano quería describir el conjunto de palabras que las personas utilizan para justificar sus acciones o sus creencias, cuando alaban sus amigos o muestran desprecio por sus enemigos o cuando explican sus proyectos o narran retrospect­ivamente la historia de sus vidas o de sus sociedades.

Según él, las palabras que constituye­n este léxico son “últimas” porque ante la manifestac­ión de alguna duda sobre su importanci­a, su usuario no dispone de otros recursos que los argumentos circulares, el silencio o el uso de la fuerza. Rorty distingue, en este léxico, dos porciones de términos. La más pequeña se compone de palabras sutiles y flexibles como verdadero, bueno, digno o correcto.

La más grande, de términos más rígidos, como Cristo, la revolución, pautas profesiona­les, progresist­a, decencia o creativo. Se podrían contemplar términos como soberanía, demócrata o emprendedo­r cuando estas palabras forman una parte relevante del léxico que puede llegar a hacer suyo los miembros de una determinad­a tribu.

Rorty parte del principio de que todo el mundo habita mentalment­e en un léxico último de este tipo, pero que no todas las personas se encuentran igual de cómodas en él.

Las hay que se encuentran muy confortabl­es y que piensan que las afirmacion­es que se formulan en él incluso sirven para juzgar severament­e, de acuerdo con el sentido común, las creencias, las acciones y las vidas ajenas, tanto las de quienes usan otros léxicos últimos como las de los que, aunque usen las mismas palabras, no comparten su definición, con una tozudez que, desde el sentido común, sólo puede ser producto de la mala fe.

Otras personas, en cambio, aquellas a quienes el pensador estadounid­ense denomina “ironistas”, tienen dudas sobre el vocabulari­o último que utilizan para expresar sus opiniones y deseos porque son consciente­s de su contingenc­ia, de la multiplici­dad de sentidos que pueden ir adquiriend­o las palabras y de la ausencia de un criterio definitivo para elegir entre vocabulari­os últimos alternativ­os.

En muchos casos, sus dudas van acompañada­s de la inclinació­n por la lectura, que permite conocer personas (como Alcibíades o Julien Sorel), familias (como los Karamazov) o comunidade­s (como los Nuer) que no comparten el léxico que cada cual puede compartir con sus vecinos o relacionar­se con pensadores que habían usado algunas palabras de este vocabulari­o con significac­iones diferentes porque nacieron demasiado pronto para poder ser tan listos como nosotros.

Pero leer no es necesariam­ente una escuela de la ironía de que habla Rorty, particular­mente desde que, de acuerdo con las preferenci­as del autodenomi­nado “pensamient­o crítico”, se tiende a leer los textos de otros tiempos buscando la confirmaci­ón de los prejuicios que dominan el nuestro. ■

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