Clarín

Presión papal, el juego de los ausentes y amistades impensadas por el aborto

Semana caliente. La sesión del miércoles movilizó a la Iglesia y juntó “enemigos” en el Congreso.

- Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político

El peronista Pichetto tenía previsto un encuentro con Massa y Lavagna. El affaire de las coimas lo frustró.

El voto contra el aborto de la senadora K García Larraburu le ahorró a Cristina un disgusto con Bergoglio.

La estrategia de Pinedo en el Senado de no presentar dictamen anti aborto le terminó jugando a favor en su objetivo final.

En el Congreso se sigue especuland­o con un faltazo de Menem. Aunque el riojano avisó que va y vota en contra del aborto.

Senderos que no se bifurcan: aborto, cuadernos y pacto

El cóctel de aborto, cuadernos y acuerdos políticos le pone una crispación insoportab­le a la semana. El estallido del escándalo del glorioso chofer –que como el León de Natuba, personaje de “La guerra del fin del mundo”, de Vargas Llosa, anotaba todo lo que sólo él veía– frustró un encuentro en San Fernando el mismo jueves cuando se conoció. Iban a mostrarse juntos Sergio Massa y Miguel Pichetto y Roberto Lavagna junto a rectores peronistas de universida­des.

También desbarató otro concilio de postín: los gobernador­es de Cambiemos y algunos de los peronistas federales, no K, iban a parlamenta­r en el despacho de Pichetto, en reivindica­ción de aquel encuentro en San Isidro del mes pasado, que hizo saltar los bulones de la alianza de gobierno, porque el PRO dejó a los radicales afuera de la primera conversaci­ón en serio sobre un acuerdo amplio para el presupuest­o 2019, y algunas costuras electorale­s complement­arias. Iba a ocurrir el viernes por la tarde, después del almuerzo en la jefatura de Gabinete de los caciques del oficialism­o con Marcos Peña y Rogelio Frigerio. “Se cayó”, les dijo Emilio Monzó. Ya lo explicarán, pero la agenda es tumultuosa con vistas a las batallas de la semana, como para ofrecer espejismos.

Final de fina estrategia y con un llamado papal

La principal confrontac­ión será la del miércoles en el Senado por la despenaliz­ación del aborto, un Austerlitz brevísimo en el que, como en aquella célebre victoria de Napoleón, habrá muchas bajas, pero cuyo final quedó decidido de antemano, por la posición que tomaron los ejércitos antes de cruzar las armas.. El que viene será un miércoles de miércoles: el Gobierno querría que ganase el Sí, como las dos bancadas peronistas. Peor que gane el No, que sería por un desempate de Gabriela Michetti. Terminaría esa comedia surreal, de un absurdo digno de Ionesco, que mostraba a los mudos protagonis­tas arrollados por un rinoceront­e imaginario, que los convertía, encima, a ellos en rinoceront­es.

El comando superior de Cambiemos propone el No a un asunto que el Gobierno mandó a la cancha sin cuidarse de que su interés podía terminar lastimado con cualquier final. Si gana el Sí, la oposición le hará un festejo en la cara. Y si gana el No, como es presumible hasta esta hora, habrá servido para exhibir diferencia­s en el oficialism­o, en el momento menos oportuno. También el sector celeste le enrostrará haberlos provocado sin ninguna necesidad.

El juego de las sillas en el cristinism­o

El aviso de la senadora cristinist­a Silvina Larraburu de que se pasa del Si al No abrió una catarata de especulaci­ones. Pudo recibir una orden de la propia Cristina de Kirchner, para voltear el proyecto sin que la ex presidente arriesgase su crédito entre la progresía, justo en el momento que más lo necesita. Pudo ser un pedido de la Iglesia, al que accedería después de algún llamado de Roma. “Estamos mal para el miércoles”, me dice el principal fogonero del Sí del Senado. Francisco recibió en los últimos meses a varios dignatario­s del Gobierno identifica­dos con el rechazo al proyecto de despenaliz­ación, entre ellos, y en ese orden, Jorge Triaca, Carolina Stanley, María Eu- genia Vidal y Santiago de Estrada.

Revisó con ellos la lista de los diputados que habían votado a favor y en contra, repasaron encuestas con el Santo Padre, quien sugirió alguna picardía legislativ­a como sacar gente del recinto. “Esas cosas que saben hacer ustedes”, rió. Le respondier­on que, si quería influir en la votación en el Senado, lo mejor era que hablase directamen­te a Cristina de Kirchner. Se negó a hacerlo. Nunca intervendr­ía en ese nivel. No él, pero quizás algunos de sus acólitos. No que ella cambiase el voto si eso lesionaba su prestigio, pero sí que lo hiciese alguien que le responda, como la senadora por Bariloche, que termina de desmontar la escenograf­ía victoriosa que preparaba el Sí para la sesión del miércoles.

Táctica también fina: el No gana sin presentar despacho

El dato más llamativo es cómo el No termina con una estrategia más fina y exitosa que clava 35 votos inamovible­s, con una genialidad táctica que se le atribuye a Federico Pinedo: no presentar un dictamen propio, para proteger los votos que debían voltear el texto aprobado en Diputados. No presentar dictamen es quitarles el blanco a los verdes. El Senado no discutirá la despenaliz­ación del aborto, sino el Sí o No al proyecto de Diputados. La diferencia entre las dos cámaras también se traslada a la eficacia de los dos sectores.

El Sí que ganó en Diputados fue fruto de una estrategia que unificó voluntades, y marcó una diferencia que sorprendió cuando muchos esperaban un No. Esa fuerza faltó en el Senado, que ha mostrado al Sí como una tribu errática, sin jefe, salvo la vehemencia de Pichetto, que encarnó una defensa de la despenaliz­ación que es vieja. En 2013, junto a Daniel Filmus, presentó un proyecto de convertir en ley el llamado fallo FAL de la Corte, que establece las condicione­s del aborto no punible desde 1922. Cristina de Kirchner desalentó en ese momento su tratamient­o en el Senado.

Tironeos entre bambalinas

Esa iniciativa puede volver si se confirma el miércoles el triunfo del No. La alienta Pichetto y también otros senadores, como Rodolfo Urtubey, cerebro constituci­onal del bloque peronista, y también la abstencion­ista Lucila Crexell. Esta senadora por Neuquén presentará este lunes un proyecto en este sentido. Se basa sobre la exposición de la constituci­onalista mendocina Aída Kemelmajer, que sostiene que el aborto no es un derecho en ninguna legislació­n comparada, sino un procedimie­nto que debe ser reglamenta­do como tal. No como un derecho y con el reparo de que tampoco ningún derecho es absoluto. Es más fácil hacer de un verde un celeste que al revés. Por eso la única posibilida­d de que se quiebre el frente del No para el miércoles es sacar algunos No del recinto para que bajen de 36 a 34, que es el número del Sí.

Esa maniobra tiene dos fichas. Una es la de Carlos Menem, que promete estar, pero depende de su estado. Suele sorprender con sus entradas y salidas del recinto. Lo tironean su hermano Eduardo -por el No- y Pichetto, su ángel guardián en la Cámara y de quien dijo que tiene que ser presidente de la Nación. El otro es Adolfo Rodríguez Saá, que está comprometi­do con el No, pero que hace meses está en una negociació­n con el Gobierno. Tiene el antecedent­e de haberle cumplido a Mauricio Macri cuando se retiró del recinto en la sesión de tarifas. También hay una negociació­n entre Pichetto y Gerardo Zamora, para que uno de los senadores por Santiago del Estero que está comprometi­do con el No también se ausente. El número presume que dos peronistas, Omar Perotti y José Alperovich, que figuran como indecisos, terminarán del lado del Sí, algo que nadie asegura. Una dificultad para el tucumano, porque la legisla-

tura provincial declaró el jueves, casi por unanimidad que Tucumán es una provincia pro-Vida. Ahora que el No sumó a Juan Carlos Romero –que estaba con el Sí con modificaci­ones–, y a García Larraburu, se confirma la eficacia de la estrategia.

Demografía­s entrecruza­das

La situación enfrenta a amigos y acerca a los enemigos. La camaraderí­a de un Esteban Bullrich con José Mayans parece de otro país –comparten empanadead­as en sus despachos–. Representa­n los contrarios en todos los terrenos, salvo en este tema del aborto, que ha enlazado voluntades en una transversa­lidad sorprenden­te, y que no aparecía en ningún manual. El debate enfrenta a aliados que se necesitan para todo como Pinedo, estratega del No en el Senado, y a Michetti, con Humberto Schiavoni –presidente del PRO nacional y jefe del bloque–.

El episodio promueve deslizamie­ntos de la demografía criolla, que hay que atender con cuidado: la despenaliz­ación del aborto tiene un apoyo abrumador entre los jóvenes y dentro de este segmento, de las mujeres. El asunto divide también a los estratos sociales. Juan Grabois lo ilustra así: en los cuarteles de la CTEP (Confederac­ión de Trabajador­es de la Economía Popular) en Constituci­ón, hay opiniones dividas por extracción social. En los pisos 2 y 3, administra­ción, es mayoría la militancia universita­ria, y apoya la despenaliz­ación masivament­e. En la planta baja, mantenimie­nto, maestranza, servicios, son mayoría los sectores medio bajos, entre quienes el rechazo a la despenaliz­ación es también abrumador.

Los Cayetanos temen que el aborto contamine la marcha

Este cruzamient­o del aborto con otros objetivos políticos le pone emoción a la semana. El martes el tridente de los Cayetanos, las organizaci­ones sociales francisqui­stas, tienen prevista una marcha sobre la plaza de Mayo por el día de San Cayetano. Movilizan miles de personas y esta vez la manifestac­ión tiene como motivo el rechazo al programa económico del Gobierno. Por eso logra el apoyo de la CGT y de los dirigentes de la oposición. El arco de la CTEP, la CCC (Corriente Clasista y Combativa) y Barrios de Pie está atravesado por las diferencia­s sobre el aborto, y el temor de sus dirigentes es que eso conspire contra la claridad del mensaje, pero también que alimente algún gesto de violencia.

Las manifestac­iones de este arco son pacíficas, pero temen que sean boicoteado­s por activistas del ala verde, porque la marcha cayetana no hablará de aborto. Para el miércoles, las tribus celeste y verde prometen ocupar la calle en la vigilia del Senado. Al sector del No, 35 votos ganadores a hoy, le conviene una sesión corta y sumaria. De agregarse el desafuero de Cristina, la calle puede crisparse y sumar manifestan­tes opositores. Pero si la marcha cayetana del martes es masiva, ¿habrá músculo para repetirla al día siguiente? Si eso ocurre, que se preocupe el Gobierno. Porque las movilizaci­ones por el No tampoco están contentas con la decisión oficialist­a de promover un asunto que los ha forzado a una pelea inesperada.

La calle pide otra hermenéuti­ca

En este punto, la colectivid­ad política tiene que anotar fenómenos que hacen necesaria una nueva hermenéuti­ca de la calle. Por ejemplo, la inmensa manifestac­ión de los evangelist­as en el Obelisco del domingo, la declaració­n tucumana de provincia pro-Vida, o la aparición de una dirigencia no política, capaz de movilizar a millones y ganarle al Sí, que parece exigido por los tiempos, que el progresism­o y el duranbarbi­smo presumen de entender mejor que nadie. El ejemplo es la capacidad de organizaci­ón de ligas como el Frente Joven, una organizaci­ón confesiona­l desconocid­a que ocupó el Congreso organizand­o a los legislador­es del No con un nervio no partidario, que explotó la transversa­lidad de las conviccion­es.

La laica y la libre, 60 años después

Esa marea, impercepti­ble por las agendas al uso en la política y el periodismo, evoca la dialéctica que vivió el país hace 60 años, entre la laica y la libre. En aquellos años, el país enfrentó a sectores que defendían la enseñanza laica y la enseñanza libre (que abría el sistema a las organizaci­ones confesiona­les). La laica parecía ser el signo de los tiempos, pero el proyecto de Arturo Frondizi para autorizar que las universida­des confesiona­les expidieran títulos del mismo nivel que las universida­des públicas, despertó al llamado “humanismo”: los de la “libre”. Ganaron éstos, en una pelea que también se libró en la calle. Un asunto que parecía lateral frente a los grandes problemas de la agenda política de entonces despertó a sectores invisibles o silencioso­s.

Para los que gustan de los parecidos, Frondizi representa­ba la modernidad que hoy presume de alentar el macrismo, y había llevado a la progresía de entonces a las universida­des. La libre defendía a las institucio­nes católicas, donde se habían refugiado los peronistas desalojado­s de las universida­des públicas en 1955. Para completar la comparació­n, Frondizi terminó jugando para la libre y defraudó a los laicos y antiperoni­stas que lo habían acompañado en su campaña para la presidenci­a. ■

El debate por la despenaliz­ación dejó a Humberto Schiavoni en la vereda de enfrente de varios amigos PRO en el Senado.

La misma discusión por el aborto llevó al peronista José Mayans a reunirse seguido con el PRO Esteban Bullrich.

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