Sin subsidios ni aumentos, las lanchas colectivas del Delta están en emergencia
Tienen la tarifa congelada desde junio de 2016. Hay embarcaciones de 100 años y suspensiones de servicios. Para quienes viven en las islas, son el único transporte.
El transporte fluvial en el Delta del Tigre está en emergencia. Embarcaciones de hasta 100 años, demoras, boletos caros y una actividad que, por error o desidia, no está subsidiada. Así, las lanchas colectivas corren riesgo de desaparecer y dejar a cientos de personas sin opciones para moverse por las islas.
Las empresas que las operan están en crisis: sólo reciben subsidio por una parte del gasoil, y desde hace dos años la Provincia las obligó a congelar la tarifa, que hoy es de $ 25 el boleto mínimo. Por la inflación, sus dueños afirman que no pueden cubrir los costos. Adelantaron horarios argumentando que no tenían personal para cubrir los últimos servicios nocturnos. Mientras tanto, los choferes ya hicieron paros en reclamo de mejores condiciones laborales.
Vivir en el Delta no es fácil para sus 15.000 habitantes. Ir de visita, como hacen unas 4.000 personas por mes, tampoco. Las quejas por el servicio son constantes. Barcos viejos e inse- guros, falta de control del uso de salvavidas y problemas de horarios son sólo algunos de los motivos.
“Tenés que salir al muelle de madrugada para estar temprano en Tigre. A veces se adelanta o se atrasa, y la gente se muere de frío esperando. Hay lanchas que funcionan con diez bombas sacando agua constantemente porque si no se van a pique”, cuenta Diego Renicoli, quien vive en el Delta desde hace más de dos décadas. Junto con Eugenia Fernández Romero y otros residentes formaron el grupo vecinal Unidad Isleña. “Es como si viajáramos en un colectivo de los años 40, en asientos de madera y con un ruido ensordecedor. Algunas lanchas tienen más de cien años”, describe Fernández Romero.
Cuando se piensa en un viaje por las islas, la imagen de los pasajeros apretados como en un colectivo o subte parece lejana. Pero en el Delta también se ve. “Muchos isleños vamos a trabajar al continente (sic) y los lunes no podemos subir a las lanchas de las 6 o las 7 porque vienen repletas de turistas que se quedaron el domingo a dormir. Tenemos que pagar una lancha taxi, mucho más cara”, lamenta Cecilia Sheppard, que lleva vividos en las islas 34 de sus 36 años.
Pese a las deficiencias, el boleto es caro. A diferencia del colectivo, que sale entre $ 10 y $ 11,75, el de una lancha para los isleños va de $ 25 a $ 90 y, para no residentes, de $ 70 a $ 190. La tarifa es la misma que en junio de 2016. “Cuando quisieron aumentarla, hicimos una manifestación cerrando el río. Gracias a eso la congelaron”, explica Fernández Romero.
Cuando comenzaron los subsidios a través del Sistema Integrado de Transporte Automotor (SISTAU), en 2004, se incluyeron los terrestres pero no los fluviales. Es por eso que la única subvención que reciben las empresas de lanchas colectivas es por el 60% de lo que consumen de gasoil. Para medir los kilómetros, instalaron máquinas de la tarjeta SUBE en las embarcaciones, que contienen un GPS. Con todo, ese sistema aún no está habilitado para que los pasajeros paguen porque, explicaron en el Ministerio de Transporte nacional, hay problemas de señal en las islas.
Las empresas con lanchas colectivas son cinco: Interisleña, Delta, Jil-
“Algunas andan con bombas que sacan el agua porque si no se van a pique”, dijo un usuario.
guero y El León, que parten desde la Estación Fluvial de Tigre; y Pfluger, con muelle en Escobar. Al ofrecer un servicio público, tienen horario fijo, tarifa regulada y son pasibles de ser subvencionadas.
La falta de subsidio no impacta sólo en el precio del boleto, sino también en el salario de quienes conducen las lanchas. “Hay empresas que están cerca de declararse en crisis preventiva y algunas a un paso de la quiebra. En lo que va del año no tuvimos ninguna compensación tarifaria, y eso nos complica con la paritaria”, explica Cristian Ramaro, de Interisleña, la compañía que concentra la mayoría de los viajes. Desde el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), en tanto, piden un aumento del 25% y cumplimiento del Convenio Colectivo de Trabajo. “No se respetan muchos puntos. Los trabajadores deberían tener nueve francos por mes, pero les dan ocho”, sostiene el secretario de la seccional gremial de San Fernando, Hernán De Corte.
La otra pata del problema, la falta de renovación de la flota, se basa para los empresarios en dos factores: tiempo y dinero. “No podemos renovar unidades. Hoy una lancha con un motor nuevo de menor consumo está a 800.000 dólares y no hay créditos”, precisa Ramaro. Desde Jilguero, Fernando Buiatti aporta otro motivo: “Hacer lanchas de 80 pasajeros demora de 2 a 3 años, porque no hay muchos astilleros”.