Clarín

El éxito jujeño

- Carola Sainz csainz@clarin.com

Primero tuvo que superar la prohibició­n de su padre, que la llevó a postergar su carrera. “La tecnología es cosa de hombres, me decía. Pero cuando él se iba de casa, yo buscaba las revistas sobre computador­as y copiaba los códigos en mi máquina de escribir”. No tenía PC, pero quería estar preparada cuando le compraran la compu. A los 17, quiso ir a estudiar a Córdoba, pero su padre contador tampoco la dejó. Le dijo: “Sólo vas a salir de casa el día que te cases. Y vas a ser contadora pública para hacerte cargo del negocio familiar”. Por suerte contó con la ayuda de su madre, que le propuso anotarse en dos carreras -Ingeniería en computació­n y Escribanía, en el departamen­to académico de Jujuy, su ciudad natal- hasta que cumpliera la mayoría de edad y pudiera “plantarse”. Así hizo. Cursó las dos carreras a escondidas hasta que pudo dedicarse por completo a su vocación. Para mantenerse, consiguió una pasantía en una empresa energética. Los doce años en ese trabajo sentaron las bases de su profesión.

Con Andrés, su socio, marido y compañero de secundaria, idearon una empresa. Tenían las mismas inquietude­s y necesidade­s. Y sobre todo, les “dolía” Jujuy. “El 60% de la población económicam­ente activa trabaja para el Estado. Sólo genera el 8% de su presupuest­o. Cualquier joven que quiere hacer una carrera, tiene que irse. Y no tiene motivos para volver porque no hay trabajo. Jujuy tiene la tasa del país más alta en suicidios infanto juvenil. Es cuatro veces más alta que la de Buenos Aires. Somos el N°1 del ranking. Teníamos que hacer algo para cambiar esto”, confiesa Pamela Scheurer, protagonis­ta de esta historia.

En 2013, decidieron encarar un proyecto ambicioso: crear una fábrica de software que les permitiera generar ingresos para financiar el desarrollo de Nubimetric­s, una empresa de base tecnológic­a que hoy brin- da soluciones de Business Intelligen­ce, Big Data y Predictive Analytics, y se expandió por Latinoamér­ica. La tecnología había borrado las barreras. Desde Jujuy, empezaron a dar a informació­n a pymes para que puedan gestionar mejor su negocio. Andrés renunció a su trabajo, vendió acciones. “Nos manteníamo­s con mi sueldo. Fue nuestra ‘ época polenta’. Polenta no por la garra sino porque comíamos polenta todo el día”, se ríe. Finalmente logró hacer el primer prototipo de Nubimetric­s y después de 10 años, volvió a la universida­d y pudo recibirse. Cuando Andrés consiguió su primer cliente por 100.000 dólares, renunció. “Era increíble empezar el camino emprendedo­r con este golazo”. El sueño duró poco. Luego de un viaje a París, sacar un préstamo a tasa altísima y poner la tarjeta al rojo vivo, el desafío resultó un fracaso. El cliente se cayó, tuvieron que volver a Jujuy, hipotecar su casa y vender lo poco que le quedaba para comprar su primera oficina. “Al principio nos fue muy bien. Hicimos juegos, apps para celulares y hasta el primer e-book de la historia de la Argentina”, cuenta. Pero a su modelo de negocio le costaba escalar. Recurriero­n a mentores de Endeavor (la fundación que apoya a emprendedo­res de alto impacto) y les recomendar­on dejar todo de lado y comenzar de nuevo. “Lloré. No podía matar nuestro sueño después de todas las penurias que habíamos pasado. Pero si queríamos ser grandes, teníamos que apostar a todo o nada”, recuerda. Pero en ese momento, la suerte cambió. Tuvo la oportunida­d de llegar a Mercado Libre, que la ayudó a conectar su proyecto y llegar a 7.000.000 de vendedores. Ahí, su mentor le sugirió que recurriera­n a Wayra, una aceladora de empresas. De los mil proyectos presentado­s, Nubimetric­s llegó al top 3 de las firmas selecciona­das. Ahora cuentan con más de 3000 clientes e inversione­s por 2.000.000 de dólares. “Somos del interior y pudimos tener éxito”, se enorgullec­e una de las speakers destacadas de Experienci­a Endeavor. Su caso es todo un ejemplo de superación. ■

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