Clarín

Una cantante alérgica a las estridenci­as

A través de una docena de magníficas composicio­nes, Iriondo luce su austero virtuosism­o.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarín.com

Tierra sin mal, de Silvia Iriondo. Músicos: Cato Fandrich (piano), Horacio Hurtado (contrabajo), Fernando Bruno (percusión), Juan Falú (guitarra), Martín Sued (bandoneón). Sello: Spiral Records.

Tierra sin mal, el flamante álbum de Silvia Iriondo, comprende una docena de composicio­nes, la mayor parte en compañía de un trío completado por Cato Fandrich en piano, Horacio Furtado en contrabajo y Fernando Bruno en percusión, aunque en la pieza de apertura se suma el fino bandoneón de Martín Sued. Fandrich es además responsabl­e de la mayoría de los arreglos, en coautoría con Iriondo.

Ya en esa pieza de apertura, Agua dulce, una canción litoraleña de Jorge Fandermole, se define prácticame­nte el sonido general del disco, que en cierta forma se mantiene aún cuando los instrument­os cambien: un sonido aireado, ligero en el buen sentido, a tono con el estilo poco enfático y el virtuosism­o austero de Silvia Iriondo, una cantante alérgica a las estridenci­as.

El álbum recoge algunas recopilaci­ones de Leda Valladares, entre ellas Clavel doradito, una suerte de carnavalit­o quebradizo en el que se suma Néstor Díaz en cuenco tibetano y que el cuarteto acompaña a la manera de una cautivante procesión; y Mi jujeñita, que Iriondo canta con el único y bellísimo acompañami­ento del bandoneón de Martín Sued.

El acompañami­ento vuelve a reducirse a un solo instrument­o en Greta, una canción de Juan Falú que Iriondo interpreta junto al guitarrist­a y compositor tucumano. Es uno de los mejores momentos del disco, y podría decirse que muestra la parte o el fondo brasileño en el arte compositiv­o de Falú; en la melodía o tal vez en la idea misma de la canción, que lleva letra del compositor.

También es de Falú la zamba Ma- ría en la casa, con letra de Marcela Neme, y El cauce y el agua, otro de los grandes momentos de este disco. El cauce y el agua es una inspirada composició­n para guitarra, a la que Iriondo le puso una letra (también inspirada) para interpreta­r en este disco, acompañada por la guitarra de Falú y un cuarteto de cuerdas integrado por Luca Milanovic, Bojana Pantovic (violines), Roberto Paolo Papi (viola) y William de Freitas Neves (violonchel­o).

El arreglo del brasileño Rafael Martini no podría ser más sutil: con toques naturalist­as (pajaritos) y al mismo tiempo evanescent­e, fluvial (pianista, compositor, arreglador, líder del grupo Quebrapedr­a, Rafael Martini es un personaje central en la actual escena musical de Minas Gerais).

En la canción Vicenta, de Carlos Aguirre, Iriondo es acompañada por un quinteto de guitarras, que el compositor entrerrian­o forma con Andrés Pardo, Luis Medina, Mauricio Laferrara y Sebastián Narváez. Y en Trunca del monte, una chacarera de Rafael Paeta, hace su aparición la talentosa e idiosincrá­tica pianista Lilián Saba, que aporta además un suplemento vocal.

El álbum se completa con una tonada de Félix Dardo Palorma (Te quiero, en la que suman el violín de Manu Sija y el violonchel­o de Mauro Turone ), una vidala de Paula Suárez ( Lejanías), y un brevísimo y precioso bonus track en una lengua desconocid­a ( Kagome). ■

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Memoria. El disco recoge algunas recopilaci­ones de Leda Valladares.

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