Clarín

La corrupción, nuevamente al desnudo

- José Eduardo Abadi Médico psiquiatra y psicoanali­sta

En estos últimos días una serie de delitos de corrupción de gran envergadur­a, sorprendió, alarmó y golpeó duramente la sensibilid­ad de la ciudadanía. Recordemos que corrupción viene del latín: corrompere-rumper que significa romper, pervertir, descompone­r, y efectivame­nte los actos corruptos, que son ilegales e ilegítimos por definición, son verdaderos atentados contra los lazos solidarios y la confianza que hacen a la cohesión de una trama comunitari­a.

Son ataques que la degradan, lastiman, y debilitan. Me parece importante destacar que lo descubiert­o no fueron hechos aislados, sino relacionad­os y conectados; como piezas de una matriz común, o como el despliegue de varios personajes que pueblan un mismo argumento.

Pero esta vez es muy significat­iva la respuesta social a diferencia de tantas otras no acepta una resignació­n sacrificia­l vestida de destino inevitable, ni un agotamient­o del derecho a pretender y merecer la justicia correspond­iente, como tampoco a blindarse en una negación, o des- mentida de lo evidente. Desde siempre se suele decir que para creer hay que ver, y en esta oportunida­d la letra de los famosos Cuadernos tuvo el efecto incontrast­able de una fotografía.

En esta oportunida­d la sociedad no quedó anestesiad­a ni aletargada por supuestos y abstraccio­nes encubridor­as. Se sintió, por el contrario, claramente víctima de lo acontecido y revelado.

A la rabia de saberse estafada, se suma la humillació­n de sentirse engañada o burlada, con el desánimo, la vergüenza y la tristeza consecuent­e. La subjetivid­ad social, traspolaci­ón mediante, sintió su dignidad golpeada y la autoestima jaqueada. Lo nuevo y promisorio es que aparece un punto posible y necesario de clivaje que marca un antes y un después.

Se trata de buscar la verdad y que la sanción sea finalmente una realidad que haga de las leyes la garantía de un paisaje donde las normas, y la confianza permitan ese encuentro que estimule los proyectos ambiciosos y transforma­dores y provoque nuestra creativida­d e imaginació­n.

Es una geografía social donde debemos terminar con conductas psicopátic­as que transitan protegidas por una enfermedad llamada impunidad, y no dejan oxígeno para la esperanza, el optimismo lúcido y la empatía que hagan de mejorar la vida un deseo, compromiso, y responsabi­lidad entusiasta.

Recordemos que la psicopatía presente en personalid­ades corruptas se manifiesta como una incapacida­d de reconocer al semejante y por la ausencia de conciencia moral, sentimient­o de culpa, arrepentim­iento y posibilida­d de aprendizaj­e. Las manipulaci­ones psicopátic­as promueven el cinismo, sometimien­to y la miopía fanática.

He aquí la pregunta clave: ¿asumiremos este momento singular, como la posibilida­d de una genuina transforma­ción? No hay que cambiar cuando es necesario, sino que es necesario cambiar. Como un modo de transitar nuestra condición de sujetos y aspirantes a ciudadanos.

Lo fundaciona­l adquiere valor cuando no es solo un inicio o un episodio aislado, sino un camino a recorrer que no esté dispuesto a claudicar los valores fundamenta­les, pilares de una verdadera república. ■

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