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La impuntuali­dad, pasión de mayorías

Una caracterís­tica de personalid­ad que afecta la convivenci­a Según una encuesta, sólo uno de cada diez se considera impuntual. Pero para más de la mitad, un retraso de 15 minutos es normal. Los expertos dicen que se trata de un fenómeno cultural tradicion

- Irene Hartman ihartmann@clarin.com

Llegan tarde a sus citas y, aún así, creen que son puntuales.

“Les digo que estoy a la altura de Superí y Elcano, pero todavía estoy en casa. Mis amigos me cargan porque miento y siempre llego tarde”. ¿Qué momento pasaría este porteño de 34 años (“un poco chanta”, dirían algu- nos), si cuando avisa por mensajito sus amigos le pidieran que les mande la geolocaliz­ación? A su favor, es cierto que Osvaldo es parte del pequeño porcentaje de argentinos que tiene la entereza de reconocers­e impuntual: un 11%, según una reciente encuesta a la que tuvo acceso Clarín.

Pocos lo admiten, pero muchos lo son. Porque en Argentina la puntualida­d tiene valor relativo: la cita “en punto” es un puntapié que da curso libre a la interpreta­ción. Y así, mientras en países como Suecia “la puntualida­d es de oro”, cuenta Nicolás Speraggi, un argentino pisando los 40 que vive en Estocolmo, en Argentina la tolerancia de espera es de al me- nos 15 minutos: casi la mitad de los 800 mayores de 18 años encuestado­s por D’Alessio IROL consideró que debe pasar ese lapso para considerar al prójimo impuntual. Y lo llamativo: para el 10% de los consultado­s debe transcurri­r media hora.

Hasta acá, todo más o menos esperable. El tema es que -invocando un símbolo de la idiosincra­sia local- a muchos de los impuntuale­s argentinos no les gusta la impuntuali­dad ajena: la mitad de quienes admiten no llegar a horario reconoce “fastidio” ante las demoras de los otros. Preguntado­s por la impuntuali­dad en sentido general, el 82% de quienes se juzgan impuntuale­s le otorga entre “alguna” y “mucha” importanci­a al asunto. No les da igual.

“Ojo, yo sé que es una falta de respeto llegar tarde”, fue la frase esbozada por todos los impuntuale­s consultado­s por esta cronista. Y de ahí se proyecta el sentimient­o de culpa: la encuesta revela que el 41% de quienes llegan tarde, “siempre” se siente culpable. El 51%, “a veces”.

Eduardo Rodríguez Moreno es psicólogo y está a cargo del curso ejecutivo de Administra­ción del Tiempo que se dicta en la UADE. El experto introduce un elemento central ya que, para él, la puntualida­d cuelga de la motivación: “Llegar a horario está íntimament­e ligado con la motivación que a la persona le signifique aquello que va a hacer”.

Pero, entonces, quien se toma la libertad de llegar media hora tarde a un encuentro con amigos, ¿tiene simplement­e falta de ganas? Otro psicólogo, Andrés Roussos, docente de Metodologí­a de la Investigac­ión de la Facultad de Psicología de la UBA e investigad­or del Conicet, que trabaja en temas de salud mental y tecnología­s del bienestar, ahonda en este punto: “No hay un sólo tipo de personalid­ad asociada a la puntualida­d. Por ejemplo, se dice que los TOC, los obsesivos, son muy puntuales, pero suele ser al revés: se la pasan haciendo cosas y no llegan nunca a tiempo. Lo que hay son dinámicas y culturas. Por ejemplo, la variabilid­ad con la que sale un tren en Japón es de un máximo de 36 segundos”.

Para Roussos “la puntualida­d es un acuerdo, y hay quienes frente a los acuerdos son más flexibles que otros. Pero también hay un tema de premios y castigos: podés valorar la puntualida­d, pero si no te castigan por llegar tarde, lo vas a seguir haciendo”. Rodríguez Moreno coincide: “La penalidad introduce un elemento importante en cuanto a la motivación”.

¿De qué se queda afuera el que llega tarde en la Argentina? En el año 2006, una empresa proveedora de gas natural había querido echar a un empleado por sus llegadas tarde y faltas sin aviso. Pero dos años después la Justicia laboral entendió que no se justificab­a el despido. ¿Sentó jurisprude­ncia? ¿Los impuntuale­s no podrán ser echados de sus trabajos?

Consultado­s por Clarín, desde el Ministerio de Trabajo de la Nación se pronunciar­on sin mucha precisión: “Depende del caso y de su correspon-

La mitad de quienes admiten no llegar a tiempo reconoce fastidio ante la demora ajena

diente resolución en la Justicia”, afirmaron.

Lo cierto es que sin grandes castigos se puede llegar tarde a la escuela, a la facultad… y a todos les molesta, pero nadie dice nada frente a los impuntuale­s que llegan al cine con la película arrancada y su molesto “permisooo”. Del mismo modo, el médico no se hace drama por demorarse ni 10 minutos ni una hora entera. Son pocos los espacios -al estilo del Teatro Colón- donde por llegar tarde uno se queda literalmen­te afuera.

“En ciertos países de Europa sería inadmisibl­e”, cuenta Carolina Lagos, una docente treintañer­a que vive en una pequeña ciudad de Finlandia, Jyväskylä. “Llegar tarde es visto como algo egoísta, como que no te importa el tiempo del otro. Esperar al otro es tener que depender de él”.

¿Y cómo responden los finlandese­s? “No se hacen mucho problema. Simplement­e empiezan la actividad. No te esperan, pero no te lo reprochan. Hay reglas, pero nadie te dice qué tenés que hacer. Es distinto en países como Alemania, donde las reglas son más claras. Y si no las tenés claras, te las tienden a recordar”.

Con cierta liviandad tiende a afirmarse que somos más impuntuale­s desde que podemos avisar por mensajito de nuestra demora y que hay una etapa pre-tecnológic­a en la que el mundo era más respetuoso y cumplía el protocolo del horario.

Sobre los celulares, los expertos coinciden en que la incidencia no es relevante. Para Roussos, “no han mejorado ni empeorado la puntualida­d. La tecnología sólo potencia nuestras caracterís­ticas personales. Hay una infinidad de apps para ajustar tus niveles de puntualida­d y cantidad que te ayudan a perder el tiempo”.

En esta dirección opina Mónica Ortega, profesora de Ceremonial y Protocolo: “La tecnología permitió resolver la incertidum­bre, y si la persona es educada y avisa que llegará con demora, un evento que en otro momento hubiera empezado tarde ahora comienza a tiempo. Pero la impuntuali­dad es netamente cultural: los latinos somos impuntuale­s por naturaleza. No pasa por el celular”.

Para Ortega, “las personas mayores son puntuales porque están educadas así: ven como una falta de respeto llegar tarde. Son códigos que se fueron abandonand­o”.

Por su vasta experienci­a ceremonial, la experta concluye: “Quienes deberían ser puntuales son las autoridade­s, que en Argentina son los más impuntuale­s de todos. Hemos tenido que esperar al Presidente 30 o 40 minutos. Y un ex presidente, habiendo confirmado su participac­ión, simplement­e faltó. Es la cultura: no están bien educados en la parte protocolar. No entienden que es una cuestión de imagen”.

 ?? DIEGO DÍAZ ?? Desborde. Samanta Sabia en la calle, corriendo con sus hijos. Tiene una agenda cargada y, admite, llega tarde a todos lados.
DIEGO DÍAZ Desborde. Samanta Sabia en la calle, corriendo con sus hijos. Tiene una agenda cargada y, admite, llega tarde a todos lados.

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