Clarín

Una serie de eventos desafortun­ados

Los factores externos y locales que sacuden al mercado

- Gustavo Bazzan gbazzan@clarin.com

La Argentina parece estar atravesand­o una tormenta interminab­le, que paradójica­mente se formó apenas unos días después de que el Gobierno lograra – en la primera semana del año- colocar deuda por 9.000 millones de dólares a las tasas de interés más bajas de la historia.

Siete meses después, otra vez se está hablando del fantasma del riesgo país y de la disparada del tipo de cambio. De incertidum­bre, que es justamente lo que odian los inversores.

Recordemos lo que se decía el 4 de enero de este año: “Estamos muy satisfecho­s con esta nueva emisión, ya que logramos, una vez más, bajar significat­ivamente nuestro costo de financiami­ento con las tasas más bajas de nuestra historia. Esto demuestra que los inversores ven con mayor entusiasmo y confianza la situación económica y política del país”. Firmado: Luis Caputo, por entonces ministro de Finanzas .

Los números respaldaba­n a Caputo: por un bono a 5 años pagó tasa del 4,6% ; otro a 10 años se colocó al 6% y uno a 30 años pagó una tasa de 6,95%. Hoy, esos bonos valen 20% menos que al momento de su emisión.

Seis meses después de aquella emisión Caputo desembarcó de urgencia al Banco Central para apagar el incendio de la devaluació­n y frenar la acelerada caída de reservas.

Desde aquella exitosa colocación de bonos, el mundo jugó en contra de la Argentina, y además se sumaron errores no forzados por parte del Gobierno. Afuera, Estados Unidos dio la señal de que las tasas de interés podrían empezar a subir y el dólar a fortalecer­se. Es lo que aún está ocurriendo en estos días. También jugó en contra la severa sequía, que recortó sensibleme­nte el ingreso de dólares por la cosecha de soja.

Por su lado, Donald Trump inició una guerra comercial contra prácticame­nte el resto del mundo, que sacudió a los mercados, especialme­nte a los emergentes.

Esto promovió un rediseño de portafolio­s de inversión: se incrementó la venta de activos de países emergentes -especialme­nte de los más vulnerable­s, como la Argentina- y el vue- lo a la calidad incentivó la demanda de papeles de máxima calificaci­ón crediticia.

A nivel local, el fortalecim­iento del dólar no fue leído a tiempo (o fue mal leído) en su momento por el Banco Central, que pretendió defender el peso con venta de reservas. El mercado lo pasó por arriba.

Desde abril, el dólar se encareció cerca del 50%. En el medio, cambiaron las autoridade­s del Banco Central, se pidió auxilio al Fondo Monetario Internacio­nal y se endureció la política monetaria para frenar la devaluació­n y atenuar el ritmo de la inflación. En cuestión de meses, se pasó de hablar de atraso cambiario a corrida cambiaria.

Se recalcular­on los pronóstico­s de crecimient­o -hacia abajo- y de infla- ción -hacia arriba- y el Gobierno se embarcó en un severo ajuste monetario y fiscal, auditado por el Fondo Monetario Internacio­nal.

Un mes de “pax cambiaria” se interrumpi­ó días atrás con el recrudecim­iento de la volatilida­d en el mundo y un verdadero “cisne negro”: las meticulosa­s anotacione­s del chofer Oscar Centeno, que destapó una catarata de escándalos.

Hoy el mercado se pregunta hasta dónde llegará el efecto de estos fenómenos. O si está viendo el inicio de un nuevo Lavajato. Y mientras tanto, vende papeles argentinos para mirar la tormenta desde afuera. Para colmo, esto ocurre cuando ya está activado el calendario electoral. En agosto del año que viene, los argentinos irán a las PASO. ■

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