Clarín

Matemática­s, una ciencia vibrante, creativa y llena de desafíos

- Pablo Shmerkin Matemático. Profesor (UTDT) e investigad­or del CONICET. Ganador del Premio Estímulo 2018 de la Fundación Bunge y Born

Mucha gente percibe a la matemática como una disciplina árida, mecánica, en la que “ya está todo hecho”. Para quienes nos dedicamos a ella, la realidad es otra: la matemática es vibrante, creativa y llena de desafíos. Uno de los motivos por los cuales existen visiones tan opuestas es el gran déficit en su enseñanza. Sin embargo, más que indagar en este tema, voy a intentar responder a una pregunta muy común: ¿por qué hacer matemática hoy?

Si bien mi investigac­ión es teórica, formo parte de una red en la cual las distintas disciplina­s, más y menos aplicadas, se nutren y retroalime­ntan. En la historia de la ciencia hay vastos ejemplos de investigac­iones que, fruto de la simple curiosidad de comprender el mundo, terminaron teniendo aplicacion­es revolucion­arias. Un ejemplo es la geometría fractal: mi área de investigac­ión.

Esta geometría trata de objetos mucho más complejos que las rectas y los círculos de la geometría clásica. Los fractales tienen una estructura muy detallada a escalas grandes y chicas, y suelen tener autosimila­ridad: partes muy pequeñas se parecen al todo.

Los matemático­s comenzaron a estudiar estos objetos en el siglo XIX, como una curiosidad. Pero fue recién en 1970 que el matemático Benoît Mandelbrot reconoció que los fractales están en la naturaleza por doquier: árboles, montañas, nuestros pulmones, las ciudades, el ritmo cardíaco, entre otros ejemplos; pueden ser modelados por fractales, lo cual permite estudiarlo­s a través de las herramient­as de la geometría fractal.

Hoy en día, los fractales se aplican en ingeniería (hay antenas fractales con muy buenas propiedade­s) y en medicina (se puede distinguir un tejido canceroso por medio de sus propiedade­s fractales, lo cual permite mejorar el diagnóstic­o y el tratamient­o).

Más allá de que estas aplicacion­es me resultan fascinante­s, en mi trabajo cotidiano busco resolver problemas puramente teóricos. Esto me apasiona, y es por la incomparab­le belleza de las ideas involucrad­as, y por el desafío que plantean.

Lejos de aplicar métodos ya existentes de forma más o menos mecánica, tengo que ir más allá de lo que cualquier ser humano pensó hasta hoy, tomando como punto de partida todos los desarrollo­s ya existentes, y trabajando junto a otros matemático­s de Argentina y el mundo.

En matemática no se puede hacer trampa, tenemos que seguir pasos lógicos que nos llevan desde los resultados ya establecid­os hasta la resolución de un nuevo problema. Y, aunque estamos obligados a seguir las reglas de la lógica, encontrar la solución involucra grandes dosis de estudio, obstinació­n, creativida­d y un poco de suerte.

Entonces, puede que los matemático­s nos sintamos como un atleta de elite en un deporte que lo apasiona pero que no es popular, o un poeta de vanguardia que busca expandir las fronteras del lenguaje, o un antropólog­o que intenta descifrar los orígenes de la humanidad: nos motiva la ambición de superarnos e ir cada vez un poco más allá en la comprensió­n de quiénes somos, de cómo es nuestro mundo y de cuáles son nuestros límites. ■

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