Clarín

UN TEMA TABÚ Tuvimos embarazos perfectos, pero partos muy complicado­s y quedamos afectadas con incontinen­cia

Lucha personal. Dos amigas francesas formaron familia en Argentina; aquí nacieron sus hijos. Ambas quedaron con secuelas que, aseguran, son comunes aunque se silencian. Ahora crearon un blog de ayuda.

- Angélique Delasalle-Hanacek Isabelle Laumonier

Sororidad. Nos encanta esta palabra porque creemos que teje vínculos fuertes entre mujeres, y les da poder. Somos Angélique e Isabelle; nuestra amistad nació en Buenos Aires en el 2011. En este entonces, ¡éramos más que todo hermanas de fiestas! En el 2014 se embarazó Angélique (ya tenía un hijo) y en el 2015, Isabelle. Esas maternidad­es sellaron la hermandad y tuvieron un efecto tremendo en nuestras vidas. Sí, en ambos casos, pasamos un embarazo lindo y fácil, pero tuvimos partos que no correspond­ían ni a nuestros deseos ni a nuestros sueños. Sufrimos intervenci­ones que no queríamos: maniobra de Hamilton para Angélique, inducción con oxitocina, episiotomí­a, maniobra de Kristeller para Isabelle.

Son términos técnicos que vale la pena aclarar. Primero, la maniobra de Hamilton. Yo, Angélique, había llegado a mi fecha probable de parto (FPP), me sentía muy bien. Ese día fui a hacer un control de rutina. El doctor estaba preocupado de que la bebé naciera después de la fecha prevista. Recuerdo que era miércoles y me dijo que si no había nacido hasta el domingo, me la “desalojarí­a”.

Durante el chequeo, el obstetra me apretó muy fuerte en la vagina con los dedos, haciendo que gritara del dolor, mientras me decía: «¡Aguantame!». Pero yo no sabía: ¿qué tenía que aguantar? Después me enteré que eso era la maniobra de Hamilton: consiste en despegar del útero el polo inferior de la bolsa amniótica. Se trata de una inducción mecánica del parto. Obviamente, él nunca había pedido mi consentimi­ento para aquella práctica y yo lo viví como una violación de mis derechos.

Aquel día, volví a mi casa con un dolor de tipo premenstru­al y luego de una hora empecé a tener contraccio­nes muy fuertes y caóticas. Llamé a la partera que me aconsejó tomar un baño de inmersión para calmar el dolor. Luego de pocos minutos en el agua, me vinieron unas ganas muy fuertes de pujar. Entré en pánico. Por suerte, estaba mi mamá conmigo, ella supo tranquiliz­arme... y en dos pujos, nació mi hija. Tenía el cordón umbilical en el cuello y otra vez ayudó mi mamá y la desenredó. Mi hija nació en perfecta salud. Igual, me dio mucha bronca que con el fin de acomodar mi parto con su agenda, ese doctor nos expusiera a mi hija y a mí a muchos dolores y peligros. Se le fue la mano. Siento que fue un nacimiento robado, que mi hija no nació en la fecha y hora que correspond­ía a su destino.

Por mi parte, yo, Isabelle, había tenido un embarazo hermoso con una beba muy activa. Pero al día de la FPP, o sea al final de la semana 40, no tenía contraccio­nes, no estaba dilatada: mi hija todavía no estaba lista para salir. No obstante, la obstetra me explicó que me tenía, sí o sí, que inducir sino ella iba a estar en riesgo. No sentí que lo dijera basada en una lógica médica centrada en mí, después de estudiarme.

Le pregunté a la obstetra qué pasaría si no quería la inducción. Me contestó que en ese caso yo tendría que buscarme otro equipo porque ella no me iba a acompañar… ¿Cómo se puede decir esto? Me sentía vulnerable y desamparad­a. No sentía que tuviera otra opción y entonces, al final, cedí. Me pusieron un suero de oxitocina que provocó contraccio­nes intensas (hasta vomité de dolor). En tres horas, pasé de 0 a una dilatación de 10 … ¡Imagínense la violenta tormenta que sufrió mi cuerpo! Luego, en la sala de parto; yo pujaba sin parar con toda la fuerza que me quedaba. Me dolían los abdominale­s como nunca, tenía dolores espantosos al nivel del sacro, a pesar de que me habían puesto la epidural. Después de pujar unos 45 minutos y de que no llegara mi hija me hicieron una episiotomí­a sin avisar. Aun así, no venía la beba.

Al final de otros muchos esfuerzos de mi parte, la partera y el anestesist­a se pusieron en una posición extraña: con los codos apoyados en mi panza, se agarraron de las manos, como si quisieran hacer una pulseada, y apretaron con toda su fuerza hacia abajo como si yo fuera un pomo de dentífrico y mi hija pasta dental. Este movimiento se llama maniobra de Kristeller, se trata de apretar en la parte superior del útero, para supuestame­nte ayudar la expulsión. Esta maniobra está prohibida en muchos países del mundo por los riesgos que hace correr en términos de salud a la mamá y al bebé. Después de más de una hora de pujar, nació mi hija; yo me sentía físicament­e destruida.

Las intervenci­ones por cuales pasamos son

muy comunes, y muy pocos los obstetras y las parteras que hoy en día cuestionan esos “hábitos” que tienen como única meta apurar el parto vaginal. El tiempo fisiológic­o que es único a cada cuerpo está desconside­rado, reflejo de una sociedad en que tiempo casi siempre significa dinero.

Nosotras dos sabemos bien lo vulnerable que pueden ser las mujeres antes de parir, en especial las primerizas. En vez de contenerno­s y acompañarn­os en lo increíble que es un parto natural y ayudarnos a obtenerlo, los médicos nos dicen : “tu bebé está en riesgo”, “es demasiado gordo”, “tus caderas no son lo suficiente anchas”… Frente a médicos que no paran de asustar (obviamente distinto es cuando hay una causa real) y que usan intervenci­ones sin avisar, ¿cómo puede una mujer quedarse tranquila y vivir plenamente su parto? La verdad es que exige fuerza, determinac­ión, pero también conocimien­tos para que pueda ocurrir lo que la mujer hace desde que el mundo es mundo: dar a luz a su hijo de forma natural.

Por culpa de estos partos, nuestros cuerpos conocieron cambios y traumas importante­s

que, aún hoy, tienen un impacto notable en nuestras vidas. Empezamos ambas a sufrir de patologías de piso pélvico. Acá es necesario dar una definición: el piso o suelo pélvico (también se usa la palabra periné o perineo) es un grupo de músculos esenciales en la vida cotidiana de todos, mujeres y hombres. Sostiene nuestros órganos internos, permite la micción y defecación, juega un papel importante en la vida sexual, y para las mujeres, tiene un papel central en el parto ya que se tienen que extender de forma considerab­le.

Nosotras no recibimos ninguna enseñanza acerca de este grupo muscular. Muy pocas saben lo imprescind­ible que es tener un piso pélvico tónico y flexible para lograr un parto natural y así impedir daños que dejan consecuenc­ias de por vida. Y pocas también son las que saben lo crucial que es preservarl­o a lo largo de la vida, haciendo ejercicios.

Y si bien sabíamos de la existencia del periné, no nos preparamos de forma especial y se tradujo -después del nacimiento de nuestras hijas- en patologías todavía tabú. Nosotras lo sufrimos: incontinen­cia ( urinaria y/o fecal) y prolapso (descenso de órganos). Son problemas comunes, que no siempre están vinculados con embarazos y partos, y de las que se habla muy poco. Seguro le resulta desagradab­le a muchos escuchar sobre esto, pero ¿qué hay de las mujeres que sufren de estas patologías?

Muchas ya saben lo horrible que es sufrir de incontinen­cia y/o prolapso: dolor, vergüenza, pérdida de confianza, desesperac­ión. No poder levantar a sus hijos en brazos sin pensar “Ay, espero que nada me vaya a pasar”; no poder practicar deportes, reír, toser sin temer consecuenc­ias no deseadas (que se escape orina, heces, que bajen aún más los órganos…), ver cambios importante­s en su vida sexual… Son te

mas crudos y difíciles de vivir, ¡pero más aún cuando los tabúes son tan fuertes! La suerte que tuvimos nosotras fue poder compartir nuestras historias y darnos cuenta: “Te pasa a ti, me pasa a mí: no estamos solas. Lo más probable es que muchas más sufran lo mismo”.

También supimos que nos costaba encontrar profesiona­les que nos pudieran ayudar. ¿Cuántos doctores vimos? ¿Cuántas veces llamamos a nuestras obras sociales? Nadie sabía del tema y nos rebotaban del uno a otro.

Y al final del día, teníamos que volver a nues-

tras casas, con nuestros síntomas, dolores y malestares. No aceptamos esta situación y seguimos buscando hasta por fin encontrar a uroginecól­ogos que sabían del tema y podían ayudar.

Entonces pensamos: “Algo no está bien. Lo

que nos pasó es un verdadero Vía Crucis. Sería bueno hablar con otras mujeres que nos cuenten sus experienci­as, con los médicos especializ­ados que nos digan cómo está la situación en Argentina”. Así arrancó lo que iba a ser nuestro proyecto común.

¿Dónde está la informació­n? ¿Quién sabe del piso pélvico? ¿Dónde se puede hacer un tratamient­o, una rehabilita­ción? ¿Por qué es tan di- fícil encontrar a los profesiona­les calificado­s? ¿Es la medicina convencion­al la única opción?

Después de un año y medio de indagación (encuesta online para las mujeres, entrevista­s con 15 profesiona­les), nos sentimos solventes para dar informacio­nes sobre el piso pélvico, con la idea de fomentar el autoconoci­miento de las mujeres. No para que se sientan médicas sino para que sepan lo básico e indispensa­ble sobre su cuerpo. Ahí llega la sororidad. ¡Informarno­s entre mujeres es necesario! Compartir experienci­as, datos, puntos de vista nos hace más fuertes.

Primero escribimos un libro, pero nos resul- tó imposible conseguir un editor. Otra prueba de que se trata de un tema todavía tabú. Poco a poco, conversand­o, nos pareció que internet era el mejor lugar para compartir estas informacio­nes. Así nació el blog Periné Consciente hace nueve meses ( http://www.perinecons­ciente.com).

Nuestro objetivo es dar a las mujeres acceso a informacio­nes importante­s: ¿quiénes son los profesiona­les calificado­s? ¿dónde se pueden encontrar? ¿qué hábitos de la vida cotidiana cambiar para proteger el periné? Nuestro proyecto también tiene, como otra meta, una reflexión general sobre el papel de mujer en la sociedad (¡visto a través del prisma del piso pélvico!). Al día de hoy, nuestro blog fue consultado más de 60 000 veces.

La historia del proyecto es también la historia de nuestro camino buscando una curación. En cuanto a la incontinen­cia (y también la estabiliza­ción del prolapso), obtuvimos muy buenos resultados consultand­o kinesiólog­os especializ­ados en piso pélvico (que usaban más que todo, la rehabilita­ción manual, aunque también hicimos sesiones de biofeedbac­k y electroest­imulación).

También practicamo­s de forma diaria ejercicios Kegel, de yoga y gimnasia hipopresiv­a. Entre 5 y 10 minutos por día a lo largo de su vida deberían practicar todas las mujeres algunos de estos ejercicios para preservar su periné. Isabelle, además, tiene un prolapso de nivel III, que deberá segurament­e operar.

Hace más de dos años que estamos dedicando casi todo nuestro tiempo libre a seguir con este proyecto sostenido a puro pulmón. A veces sentimos resignació­n, en especial cuando nos llegan críticas. Pero las reacciones y los mensajes de las mujeres que leen el blog y/o son parte de nuestra comunidad en Facebook son un aliento tremendo. Admitimos que fue muy difícil a veces para nuestras familias y nuestros amigos: es que de algún modo, ser “pasionaria del periné” suena bastante extraño para muchos Hay pasiones que se entienden, el fútbol, la música, la comida… pero el periné, ¡por favor!

No obstante, no bajamos los brazos. El conocimien­to de nuestro cuerpo es una clave fundamenta­l no sólo para vivir mejor sino también para reivindica­r nuestros derechos. Ni una hermana menos en este camino. ■

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Isabelle. Problemas luego del nacimiento.
 ??  ?? Angélique. Esperando a su hija.
Angélique. Esperando a su hija.
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En la Argentina. Angélique con sus hijos: el nacimiento de la nena fue problemáti­co.
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Ahora en Francia. Isabelle vivió aquí pero, si bien viaja a menudo, reside en Europa.

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