Clarín

El pibe Vargas es la clave para combatir las secuelas del abandono de Zárate

El ídolo que eligió irse a Boca fue señalado como “traidor” por los hinchas locales. El triunfo fue justo.

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Vélez arrancó la Superliga del mejor de los modos. Ajeno a cualquier trauma. Con victoria, con su gente. Le ganó 2-0 a Newell’s y suma diez encuentros sin perder. También venció a esos detalles de pretempora­da que parecían dañarlo. No es poco, claro. Casi todo lo contrario. La victoria es un mensaje: “Nosotros podemos sin el que se fue”. El mensaje de Vélez es claro: “Somos todos”.

Vélez tiene un pibe que usa barba y que entendió todo lo que significa ser parte de un colectivo. Se llama Matías Vargas y con su cara desmiente la adolescenc­ia tardía. Ese pibe que no parece tan pibe es un crack. No sólo porque juega como el mercado reclama. No, nada de eso. Este chico de 21 años cumplidos en el último mayo ofrece algo más. Se anima en el campo de juego como también afuera, en los contornos incómodos.

No hace falta ser fanático de Vélez para tener ganas de abrazarlo. Mientras Mauro Zárate -interpreta­do como “traidor” por los rincones de Liniers y de diversas zonas de influencia de la V azulada- le daba brillo a Boca en la Copa Libertador­es, este pibe de apellido común les contaba a todos en la presentaci­ón de la camiseta del club que él, criado y abrazado por Vélez, jamás hubiera hecho eso. Fabián Cubero, emblema de siempre, lo miraba desde cerca. Estaba orgulloso. Algunos habían entendido de qué se trataba la cuestión.

Ese pibe, Vargas, fue la clave de la victoria de Vélez. Por el mensaje anterior y por su juego interior.

Vélez ya ganaba 1-0 por aquel gol inaugural de Luis Abram que el entrenador Gabriel Heinze celebró entre los suyos como si fuera propio de una Copa del Mundo. Pero El Monito, como le dicen a Vargas en el vestuario y en la tribuna, apareció para transforma­r un penal (razonable) en victoria. Fue, pateó, resolvió, festejó. Les contó a todos que hoy el Vélez sin Zárate es el Vélez de pibes que se la bancan como él.

También hubo un segundo tiempo, más neutro, más afín a las intencione­s de Vélez. Más tropezado entre dos equipos despojados de brillos.

Pero siempre aconteció una verdad; el pibe de la barba, el tal Vargas, estaba ahí. Para convertirs­e en la figura de la cancha. E, incluso, para embarrarse donde otros decidieron no poner los pies. ■

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Todos con él. Los abrazos son para Vargas, el barbado que así celebró su gol.

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