El largo y sinuoso camino de la nostalgia
A paso de hombre, el taxi avanza. Por unos momentos queda detenido frente al restaurante, un clásico, sobre avenida Corrientes. El otro, tan legendario como ese, en la cuadra siguiente, desapareció unos años atrás. La memoria se activa y se remonta algunas décadas. Aparecen entonces otras voces, y remedando a Truman Capote, también otros ámbitos. Algunos de los personajes con los que compar- tíamos allí almuerzos multitudinarios, pausa en nuestras jornadas intensas y memorables de revista La Semana, ya no están, muertes muy tempranas y a destiempo. De golpe resuenan sus risas, los comentarios siempre afilados del Negro Torres, la lúcida ironía de Alejandro Sáez Germain, el placer reverencial con que escuchábamos las anécdotas de esos auténticos maestros de periodismo. Saco cuentas. Más de uno era más joven de lo que soy yo ahora. El cálculo me estremece.
En el taxi que finalmente logra arrancar suenan ahora los Beatles. La nostalgia está en marcha. Ayer y hoy se mezclan irremediable- mente. Con los primeros acordes de The Long and Winding Road aquellas tardes de clases de inglés se entreveran, se mezclan y se superponen con el recuerdo, mucho más cercano, un par de años apenas, de otro auto en el que venía escuchando ese mismo tema cuando me enteré de la muerte de un queridísimo amigo. Sé que esa canción, una de las más bellas y más tristes del repertorio universal, estará desde ese día para siempre ligada a él.
He ahí lo que cabe en un viaje en taxi, por las callecitas de Buenos Aires, entre cortes, piquetes, marchas, obras y ese no sé qué al que le cantaron Piazzolla y Ferrer.