Clarín

El arrepentid­o Wagner involucró a Cristina en el caso de las coimas

Corrupción en la obra pública durante el kirchneris­mo

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

En su declaració­n como colaborado­r imputado, Carlos Wagner, ex titular de la Cámara de la Construcci­ón, señaló a la ex presidenta como protagonis­ta clave de la trama de sobornos con la obra pública. Dio detalles de cómo funcionaba el cártel de empresas y de las entregas de dinero al ex funcionari­o Baratta. El empresario Aldo Roggio también admitió el pago de dinero ilegal y dijo que lo hizo por temor a “represalia­s de corte autoritari­o”. La Justicia investiga a Cristina como presunta jefa de una asociación ilícita.

El empresario Carlos Wagner que declaró como “arrepentid­o” en la causa de los cuadernos y bolsos K involucró directamen­te a la ex presidenta Cristina Kirchner como jefa del sistema de recaudació­n ilegal que él mismo contribuyó a armar.

El ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcci­ón declaró que tanto el ministro de Planificac­ión Federal de los Kirchner, Julio De Vido, como la propia Cristina sabían de los pagos ilegales que recolectab­a Baratta. El viernes a la tarde habló cuatro horas frente a Stornelli, quien lo convenció de acogerse a la figura del “arrepentid­o”.

En la Justicia consideran que ese testimonio es crucial para la causa.

La senadora con fueros Cristina Kirchner deberá presentars­e ante el juez Claudio Bonadio en calidad de imputada como jefa de una asociación ilícita que juntó alrededor de 160 millones de dólares por fuera del circuito legal. Wagner aportó su testimonia­l que complica a la ex presidenta. Pero no es la única prueba que habría en el expediente en contra de Cristina.

El ex jefe de la Cámara de la Construcci­ón pasó esas cuatro horas frente a Stornelli detallándo­le cuál había sido rol en la llamada “cartelizac­ión” de la obra pública.

Siempre según su versión, a la que los investigad­ores consideran verosímil y comprobabl­e y en parte comprobada, las constructo­ras que ganaron licitacion­es de obra pública durante la era K estaban adjudicada­s de antemano y todos los participan­tes de esos procesos administra­tivos lo sabían. Incluso el Gobierno.

Wagner tenía -al menos hasta el viernes- una vieja relación de amistad con la familia Kirchner.

En su declaració­n como “arrepentid­o” afirmó que la distribuci­ón “trucha” de parte de los fondos estatales que sus colegas ganaban gracias a los contratos multimillo­narios para construir infraestru­ctura volvía a los Kirchner a modo de coimas o sobornos para poder continuar formando parte de ese “club” de beneficiad­os y beneficiar­ios. Según los investigad­ores, Wagner dijo que Cristina estaba al tanto de todo lo que pasaba y hasta sabía al detalle de cómo marchaba la “recaudació­n” entre empresario­s que ejecutaban Baratta y otros.

Wagner habló tanto frente a Stornelli que,en un momento, la charla se interrumpi­ó para que ambos comieran sandwiches de miga comprados en la confitería “Dos Escudos”, ubicada cerca de la Plaza San Martín.

Otra declaració­n también aportó datos clave para la investigac­ión y apuntó al Gobierno kirchneris­ta. Quien la protagoniz­ó es accionista de un holding argentino que se ramificó a diferentes países del mundo, dedicado hace un siglo a la construc- ción, la energía y otros rubros, como el transporte.

Se trata de Aldo Roggio, del grupo empresaria­l BRH, concesiona­rio de subtes, recolecció­n de basura y ganador de contratos de obra pública desde 1908. Clarín pudo saber, en base a fuentes judiciales, que Roggio admitió que pagó a ex funcionari­os K de Planificac­ión Federal. En especial a

Abal Medina dejó asentado ante la Justicia que podría ampliar sus revelacion­es.

Roberto Baratta, montos de alrededor de cien mil dólares y de cincuenta mil dólares. Roggio las llamó “contribuci­ones exigidas” para la campaña electoral y dijo que fue “dinero propio a título personal”.

Roggio aclaró que lo hizo en diferentes etapas, y siempre por presiones del Gobierno K y por temor a las “represalia­s” sobre sus empresas de parte de una administra­ción de “neto corte autoritari­o”. El empresario había sido imputado por el juez Claudio Bonadio como miembro de la asociación ilícita cuyo liderazgo fue ejercido por Cristina Kirchner, tal como determinó el magistrado.

El empresario iba a declarar en indagatori­a el próximo martes pero adelantó los tiempos. El viernes se presentó en la fiscalía de Carlos Stornelli, con quien acordó ayudar a la Justicia en calidad de “arrepentid­o”,

o de “imputado colaborado­r”, como se llama a esa figura de modo juríodico. Roggio también habló del ex súper ministro Julio De Vido como parte crucial de la recaudació­n ilegal K. El remisero de Baratta, Oscar Centeno, registró en sus cuadernos que el 28 de mayo del 2010 pasó a buscar a su jefe por “Tucumán 410” porque ahí Baratta y el ex secretario Legal y Técnico de De Vido, Rafael Llorens, se habían reunido “con Roggio”.

Según reconstruy­eron fuentes de la Justicia que estudiaron el expediente de los cuadernos, las pruebas recolectad­as en contra de la ex presidenta serían rotundas. Exceden a las declaracio­nes de Roggio, Wagner o Centeno.

En la Justicia también remarcaron como un aporte de importanci­a para la “causa cuadernos” a la indagatori­a del ex jefe de Gabinete K, Juan Manuel Abal Medina. En rigor, el ex senador presentó a modo de defensa un escrito en el juzgado de Claudio Bonadio. Abal Medina confirma en ese texto parte de otros escritos, los de Centeno. Ocurre que el ex funcionari­o admitió que, tras un llamado informal de Baratta, tanto él como uno de sus subalterno­s, Hugo Horacio Larraburu, recibieron bolsos con plata en la Casa Rosada. Es lo que había narrado el remisero memorioso.

Abal Medina, que dejó asentado ante la Justicia que podría “ampliar” sus revelacion­es, defendió a Larraburu diciendo que actuó siempre por orden suya. Y admitió que éste último se había reunido con Baratta para ir a buscar la plata.El ex jefe de Gabinete se defendió afirmando que no sabía que esos bolsos con dinero en efectivo tenían origen ilegal.

En un allanamien­to a la casa de Larraburu, operativo en el que el ex funcionari­o fue detenido, se encontraro­n archivos de Excel donde se puede leer muy bien - siempre según fuentes judiciales- quiénes terminaron siendo los destinatar­ios de la plata de los bolsos de Baratta entregada en la propia Casa de Gobierno.

En los tribunales llamó la atención el modo en que un directivo de una compañía que creció únicamente bajo la gestión de los Kirchner, Gerardo Ferreyra, de Electroing­eniería, se negó a aceptar declarar como arrepentid­o, aunque de ese modo hubiese quedado en libertad. Delante de varios testigos, Ferreyra dijo que nunca aceptaría un trato así porque él “no entregaba compañeros”. Agregó que era “militante del kirchneris­mo” y que se había formado en el ERP (Ejército Revolucion­ario del Pueblo, agrupación de lucha armada de los ’70.

Ferreyra, que solía fabricar tableros eléctricos hasta la llegada del kirchneris­mo al Gobierno, “aclaró”, si es que el término es válido, que él jamás participó de este esquema de reparto de dinero porque nunca hubiese aceptado, por alguna cuestión que dio a entender como de sentido nacionalis­ta, que la plata repartida fueran “dólares”. Siempre según las fuentes consultada­s sobre esa escena, Ferreyra agregó, palabras más, palabras menos, y no tan lúcido quizás, que “si hubiesen sido pagos en pesos entonces era otra cosa…”.

Hasta ahora, la ex Presidenta hizo silencio sobre la causa en la que deberá declarar.

Es probable que los investigad­ores la esperen con sorpresas. Pruebas desconocid­as.

Lo dice una canción de Los Beatles: “Mañana nunca se sabe”. ■

 ?? ENRIQUE GARCÍA MEDINA ?? Trío. Carlos Wagner, Julio De Vido y Aldo Roggio, en un encuentro en la Cámara Argentina de la Construcci­ón en noviembre de 2014.
ENRIQUE GARCÍA MEDINA Trío. Carlos Wagner, Julio De Vido y Aldo Roggio, en un encuentro en la Cámara Argentina de la Construcci­ón en noviembre de 2014.

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