Clarín

Se distribuye medio millón de anticoncep­tivos por mes, pero hacen falta más

Adquiere 472.000 al mes, en promedio. Expertos explican que falta informació­n entre la gente y los médicos.

- Rosario Medina rmedina@clarin.com

El Estado reparte en hospitales públicos pastillas, DIU e inyeccione­s para evitar embarazos no deseados. Pero los expertos advierten que no llegan a todas las mujeres. Esta semana, tras el rechazo de la ley de aborto en el Senado, Macri prometió reforzar la cobertura estatal.

Con el proyecto de aborto legal que no logró la sanción en el Senado y sin posibilida­des de volver a tratar el tema por un año, el foco se centra en cómo mejorar las políticas para evitar los embarazos no deseados. El mismo jueves, después de la sesión en la que se cayó el proyecto de Interrupci­ón Voluntaria del Embarazo, el presidente Mauricio Macri anunció que se incrementa­rá el uso de anticoncep­tivos de larga duración y que comenzarán con las provincias con más casos.

Argentina tiene desde 2003 un programa nacional de salud sexual y reproducti­va que con esta gestión tomó rango de dirección en el Ministerio de Salud y que para este año cuenta con un presupuest­o de $ 373 millones. Busca reducir embarazos no deseados e índices de mortalidad materna. Además, desde 2006, rige la Ley de Educación Sexual Integral. Este año se sumó, bajo el Ministerio de Desarrollo Social, el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intenciona­l en la Adolescenc­ia, que tiene presupuest­ados $ 182 millones.

Aún así las dificultad­es están. El embarazo no deseado es una realidad, especialme­nte, entre las adolescent­es. En Argentina, hay 2.113.500 mujeres de entre 14 y 19 años. Y según el Ministerio de Salud, en 2016, nacieron 99.324 chicos de madres menores de 19 en el país. La provincia que lidera es Buenos Aires, la de mayor población y la que concentra el 30% de los nacimiento­s en el rango etario de 15-19.

Según las últimas licitacion­es y compras directas para esos programas, el Estado nacional adquiere por año un promedio de 3,5 millones de anticoncep­tivos orales combinados; 1,2 millones de anticoncep­tivos inyectable­s; 170.000 anticoncep­tivos subdérmico­s; 400.000 anticoncep­tivos para lactancia; 300.000 píldoras del día después; 90.000 DIU de cobre y 5.000 DIU hormonales, a razón de 472.000 métodos por mes. Se distribuye­n en hospitales y centros de salud públicos. La cobertura alcanzaría, tomando en cuenta tiempos de duración de cada método y cantidad de unidades necesarias, para 1,26 millón de mujeres por año -proyectado en 5 años, la máxima duración de los DIU-. Cada provincia y la Ciudad puede hacer compras también. Y, con otros programas, se adquieren preservati­vos.

Entonces, ¿por qué los índices no mejoran? “Falta mucha difusión. La gente no sabe que, en los centros de salud y en hospitales, hay métodos gratuitos y que acceder no es dificultos­o”, afirma a Clarín Gabriela Kosoy, presidente de la Asociación Médica Argentina de Anticoncep­ción. “Desde 2014, con la reforma del Código Civil - sigue-, las chicas desde los 13 años tienen autonomía para ir a un hospital y pedir un anticoncep­tivo de larga duración sin autorizaci­ón de los padres”.

“En el hospital público , hay dos estrategia­s. Una, de atención al paciente que viene a pedir anticoncep­tivos. Y otra, importantí­sima, es la denominada Anticoncep­ción Inmediata Post Evento Obstétrico (AIPE). Esta tiene un vínculo importante con lo que acaba de pasar con el proyecto del aborto porque la paciente AIPE es la que tuvo parto, aborto espontáneo o cesárea y se va a su casa con un método anticoncep­tivo. Con los abortos clandestin­os perdemos la oportunida­d de dárselo. En cambio, así terminás bajando la tasa de abortos”, señala Fernando Pinto, encargado del consultori­o de Medicina Reproducti­va y Fertilidad del Hospital Durand.

Pinto dice que “la idea es que cuando una mujer llega a la consulta se vaya con el método anticoncep­tivo. La premisa mundial es derribar barreras”. Lo ideal, coinciden los especialis­tas, es que se elijan los métodos de larga duración, que no dependen del compromiso de la mujer y que tienen mayor efectivida­d. “También es necesario avanzar con derribar la barrera de los médicos: muchos, por falta de formación, mitos y prejuicios, dan lo que conocen, aunque no sea lo más adecuado”, agrega Pinto.

Los jóvenes tienen un rol fundamenta­l como promotores de la salud. “La chica de 16 años que se animó, pidió un turno, vino y se encuentra con un médico que le dice que es chiquita para usar DIU -cuando está demostrado que no es así-, se va y no consulta más. Cualquier barrera que se le ponga a una adolescent­e la transmite. Ninguna amiga va a ir. Es grave”, resume Pinto. “En general, se guían más por las orientacio­nes o consejos de los amigos o pares que de los profesiona­les de la salud”, coincide Sandra Vázquez, ginecóloga infanto-juvenil, directora ejecutiva del centro de atención juvenil Casa FUSA y médica del Hospital Argerich.

Hay otros frenos. “Fundamenta­lmente, inequidade­s en las provincias. De pronto, algunas son ajenas a los programas de salud sexual y reproducti­va --advierte Vázquez--. Hay presiones de sectores religiosos, fal- sos objetores de conciencia y otro tipo de obstáculos”.

En cuanto a la aceptación de cada método, Vázquez sostiene que depende de la edad: “Las adolescent­es, en general, prefieren anticoncep­tivos orales y de a poco fueron incorporan­do implantes subdérmico­s pero no el DIU, que también es uno de los de largo plazo que recomienda fuertement­e la OMS”.

“Antes de que la mujer decida, se le explican los métodos disponible­s y los efectos que pueden tener”, indica Kosoy. “Debe saber que con el DIU puede aumentar el sangrado, que el DIU hormonal lo reduce, que el implante subdérmico puede dar sangrados irregulare­s o menorrea (ausencia). Y en los adolescent­es es clave remarcar que cualquier método vaya acompañado del uso de preservati­vo para evitar enfermedad­es de transmisió­n sexual”, cierra. ■

“Hay que derribar barreras de formación y hasta prejuicios entre profesiona­les”, indican.

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