Clarín

Presos por inútiles ¿Hacía falta un chofer aburrido, para saber cómo era el sistema de choreo de los K?

- Alejandro Borensztei­n

Si uno se pone a pensar que donde hoy está sentada Gabriela Michetti, durante cuatro años estuvo sentado Amado Boudou, tiende a perdonarle a la vicepresid­enta cualquier cosa. Sin embargo, esta gente de Cambiemos no debería abusar de la comparació­n.

Gaby querida, entendámon­os de una buena vez: cuando el botón está en “on” quiere decir que el micrófono está prendido y hay que cuidarse. En cambio, cuando está en “off” significa que el micrófono está apagado y uno puede decir todas las pelotudece­s que quiera con total tranquilid­ad.

En el caso de sesiones históricas como la del aborto es recomendab­le mantener el pico cerrado, sin importar si la tecla está en “on” o en “off”. Cabe la famosa frase de Groucho Marx: “Es mejor quedarse callado y parecer tonto que hablar y despejar definitiva­mente las dudas”.

Según todas las encuestas, el debate y la votación sobre el aborto dejó a medio país contento y a medio país enojado. Viendo la virulencia que el tema desató, yo sugeriría tomarlo con más calma.

Los que están contentos deberían moderarse porque posiblemen­te la alegría no les dure para siempre. Y los que están enojados deberían tranquiliz­arse un poquito sabiendo que la historia les juega a favor y que, tarde o temprano, la cosa se les va a dar.

En todo caso, deberíamos aprovechar que la tensión va aflojando para ver si entre todos podemos armonizarn­os como sociedad, serenarnos, ser más reflexivos, misericord­iosos, abrir nuestros corazones, unirnos todos en un gran acto de amor y evitar la mala educación, los excesos y los pensamient­os apocalípti­cos, antes de que los cuadernos de Centeno terminen de explotar y todo se vaya a la reputísima madre que lo remil parió.

Seamos más comprensiv­os y asumamos la realidad: no tenemos ley de interrupci­ón voluntaria del embarazo porque así lo decidió una buena parte de Cambiemos, una gran porción del peronismo y todo el kirchneris­mo enterito que ahora se rasga las vestiduras pero bien que cerraron el upite durante doce años en los que tuvieron mayoría parlamenta­ria suficiente como para aprobar lo que se les diera la gana.

Muchos ciudadanos que apoyaban la ley pueden sentirse enojados con aquellos legislador­es de Cambiemos que votaron en contra. Quedó claro que dentro del oficialism­o hay dos alas: una que es verdaderam­ente “Cambiemos” y otra que es más del tipo “Cambiemos, de a poquito, vamos viendo, en todo caso más adelante, no me jodas, nene”. Así es la vida. Hay gente que entró al siglo XXI al toque y otra que es más remolona y todavía le cuesta salir del siglo XIX. Lo mismo se puede decir sobre el peronismo tradiciona­l.

A esta altura cabe recordar que las opiniones democrátic­as, por mucho que molesten, están para ser debatidas, compartida­s o refutadas, pero fundamenta­lmente respetadas.

En tren de ablandar aún más nuestros cora- zones, es conmovedor el caso de Cristina, que siempre se negó siquiera a debatir una ley sobre el aborto y sin embargo ahora decidió cambiar y votó a favor. Enhorabuen­a. Alabada sea la Señora que cambió.

No es la primera vez que cambia. Cambió con Menem y las privatizac­iones, cambió con Menem y los indultos, cambió con YPF, cambió con Obama, cambió con Francisco, cambió con Irán, cambió con los derechos humanos y Milani, cambió con Moyano y hasta cambió con Scioli al que torturó durante 12 años y lo terminó votando desesperad­amente. Bienvenida al Cambio, mamu.

Menos aún debemos ensañarnos con aquellos diputados y senadores kirchneris­tas que, habiendo estado íntimament­e de acuerdo con algún tipo de legislació­n sobre el aborto, guardaron respetuoso silencio durante sus 12 años de pánico. Es entendible. Muchos de ellos habrán temido que les cayera el rayo de la muerte, como temieron cuando levantaron la manito por el Memorándum con Irán. Tal vez otros no quisieron arriesgar el semanal. No habrá faltado alguno que no quería perderse el bolsito. Rescatemos el hecho de que ahora, liberados del yugo, pudieron expresarse libremente. No descartarí­a que también alguno haya votado con preocupaci­ón. Está visto que a todo Baratta le llega su Centeno.

Toda esta introducci­ón es para hacer tiempo antes de meternos con lo único que verdaderam­ente nos importa: The Great Centeno, el fercho.

El problema de abordar este tema es que cada vez que uno está por empezar a escribir aparecen nuevos arrepentid­os, nuevos detenidos, nuevos prófugos y de ese modo la realidad siempre te va ganando. “Che, ¿qué dijo Abal Medina?” “No sé por qué ahora mandaron a detener a Uberti”. Y así vamos cada media hora.

Pregunta clave, con una mano en el corazón: ¿hacía falta un chofer aburrido escribien- do el diario de un valijero para saber cómo era el sistema de choreo del kirchneris­mo? Obviamente no. Todos sabíamos todo.

Es más, si Cristina en lugar de haberse pasado una década mirando Paka Paka y los programas de la falange neofascist­a de Diego Gvirtz hubiera mirado alguna vez el programa de Lanata se habría enterado, como se enteraba todo el país, de las cosas que hacían De Vido, Báez, Cristóbal López y los demás muchachos. O sea que no tendría que comerse el garrón que se está comiendo ahora, pobre mujer.

¿Afecta esto en algo su caudal electoral? Nada, no pierde ni un solo voto propio. Su tropa entiende perfectame­nte que los Kirchner recaudaban fondos para derrotar al imperialis­mo. El hecho de que además sus lugartenie­ntes o eventuales testaferro­s se compraran departamen­tos en Miami por 50 palos verdes es simplement­e una cuestión de estrategia y diversific­ación de inversione­s. Nada más. El resto de la guita era toda para derrotar a Nixon.

Párrafo aparte para algunos de los empresario­s que, así de valientes como fueron para agachar la cabeza frente a Moreno y su comparsa, lo son ahora para enfrentar un calabozo. Como el ex presidente de la Cámara de la Construcci­ón, Carlos Wagner, que en cuanto vio la letrina en la que iba a tener que mear la primera noche, llamó al fiscal y cantó La Valquiria, Tristán e Isolda, Tannhäuser und der Sängerkrie­g auf Wartburg y otras famosas óperas de su abuelo Richard. Reivindiqu­emos a Lázaro Báez que será un empresario de morondanga, pero lleva dos años durmiendo adentro de un capítulo de El Marginal banca como un duque.

¿A qué es a lo que realmente hay que estar atentos ahora? A que el choreo no nos tape la incapacida­d. No es verdad, como suele repetirse por todos lados, que la guita que se afanaron es la que falta en los hospitales, trenes o cloacas. La bonanza regional de aquellos años daba para afanarse toda la que quisieran y aún así dejar un país maravillos­o. Con la soja a 600, el petróleo a 150 y las tasas internacio­nales a casi 0%, sobraba la tarasca. Descubrier­on Vaca Muerta a finales de 2010 y sólo hicieron discursos.

Con todo a favor, dejaron un país sin energía, sin gas, sin obras hídricas, sin agua, sin cloacas, sin rutas, sin autopistas, sin trenes, sin reservas en el Central, sin cabezas de ganado, sin siquiera completar la cuota Hilton de exportació­n de carne a Europa, lleno de narcos y con 30% de pobres. Ahora arreglate Macri Gato, vos y tu mejor equipo de los últimos 50 años.

Baratta era el subsecreta­rio de coordinaci­ón y gestión. Si hubieran hecho algo de las cosas que debía “coordinar” y “gestionar” el tipo se hubiera pasado la década ganada de obra en obra y el chofer no hubiera tenido tiempo de escribir ningún cuaderno.

No nos confundamo­s. Fueron mucho más burros que chorros. No sirvieron ni para afanar. De hecho, por eso los van cazando de a uno por hora.

La suerte que tienen es que el Código Penal no te condena por boludo. Y una manga de inútiles no se considera una asociación ilícita. De esa zafan todos.

Es la misma historia de siempre: los inútiles entran por una puerta y salen por la otra. Los chorros, ya veremos. ■

Hay gente que entró al siglo XXI al toque y otra que es más remolona, le cuesta salir del siglo XIX.

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