La importancia del desove de la corvina
La privacidad ya es pública. Hay gente que hace de lo privado un show, y exhiben sin más sus desplantes, sus desnudos, sus tonterías y ese garboso desprejuicio con el que piensan que sus patéticas limitaciones deben ser tomadas como virtudes meritorias. Es gente dura de tragar, pero soportablemente leves, para cifrar a Kundera. Hay otras gentes en cambio, habemos, para quienes lo privado es privado y tratamos de mantenerlo así, en el ámbito recóndito de nuestras manías. Lo privado es también una pasión argentina,
Pero lo virtual invadió la privacidad. Nuestras direcciones circulan por el mundo y en manos de cualquiera. Entre el tráfico normal pululan consultas, ofertas, insultos, nunca faltan, mofas, amenazas, provocaciones y otros ultrajes. Cada quien los maneja como puede. Lo que es imposible de responder son los arrestos y disparates con los que nos desafían cada ma- ñana. Un ejemplo: “Soy el doctor Fulano de Tal y me interesa enviarle mi visión del mundo”. Ciento doce carillas. Doctor Fulano, seamos prudentes. O modestos. Otro ejemplo: “Lo esperamos para que asista, gratis, a alguno de estas tres charlas: El desove de la corvina, Fotogenia del gato o Supremacía del whisky sobre el bourbon”. Muchachos, no jodan, ¿quieren? Hay maneras de promocionar lo tonto, o de intentar estafar al prójimo y hasta de sacar a luz naufragios y reveses, sin embarrar las casillas de mails. Ni ninguna otra cosa. En fin, ya sé que ésta es otra botella al mar. Seguro que mañana recibo una invitación, perentoria eso sí, para que vaya a escuchar una conferencia titulada; “El destilado del alcohol de alpiste”.