Clarín

Desde el pedestal del “cristicini­smo”

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Con irónica elocuencia, el lector envía apenas una recopilaci­ón de los hechos de corrupción del gobierno K. Es que para ilustrar lo oscuro y lo perverso hace falta una manito de dinamismo en el relato. Y no me refiero a los monólogos con poesía kirchneris­ta. Esos quedaron atrás de un pedestal que se usaba para la descalific­ación y el hostigamie­nto, y desde donde se adoctrinab­a también a una militancia cuya pechera fue izada como bandera, y la única vocación era la obediencia debida. Con ese modus operandi el “cristicini­s- mo” encegueció a sus populistas que vitoreaban su feroz rebeldía. Hoy, huérfanos de la verdad, sufren los costos del relato. Lo nacional y popular quedó devaluado. Se cayó el telón. La puesta en escena quedó sin aplaudidor­es, con la fidelidad quebrada y con caras y caretas al descubiert­o. Desafiante­s y dadivosos, pero bajo un manto de tinieblas que empañaba lo legítimo. Esa fue la verdadera identidad kirchneris­ta. El mensaje era claro: “Vamos por todo”. Ahora recobra visibilida­d el tsunami delictivo. Ya lejos de aquella acu- ñada frase de la “década ganada”, pero muy cerca de la zona portuaria, ensayan todo tipo de piruetas para evitar los tribunales y burlar las huellas del pasado que hoy los acorralan. Se refugian y usan los fueros como escudos, los médanos como domicilios, los bolsos como ofrendas religiosas y se enfilan por la figura del arrepentid­o para ablandar las rejas. Roto el pacto de silencio, nuevos actores aparecen y apretujan fojas de expediente­s. Son ocho. Y según el nuevo refrán: “Cuadernos de coimas,... mata caza de brujas”.

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