Clarín

Sobre la corrupción que padecimos y una Justicia dispuesta a investigar

- María Eugenia Estenssoro Periodista y ex senadora

Los cuadernos del ex chofer del Ministerio de Planificac­ión Oscar Centeno están develando el mecanismo ideado por Néstor Kirchner, continuado por su esposa Cristina Kirchner e implementa­do por su ministro Julio de Vido para recaudar suculentos sobornos en el sector energético durante sus presidenci­as. Dentro de esta trama de corrupción, cuya herencia condiciona nuestro presente y nuestro futuro, la “argentiniz­ación” y estatizaci­ón de YPF tuvieron un lugar central.

En 2015, el Gobierno pagó US$ 8.000 millones de indemnizac­ión a Repsol por el 51% de sus acciones, cuando YPF sólo valía US$ 6.000 en total. Ahora Petersen Energía y Petersen Inversora, las dos empresas creadas por Enrique Eskenazi y sus hijos para adquirir el 25% de YPF en 2008 sin poner un peso propio, reclaman una indemnizac­ión de US$ 3.000 millones en un tribunal de Nueva York. Insólito pero real.

Para dimensiona­r lo que representa­n en términos económicos estas cifras, permítasem­e una comparació­n. El mayor proyecto científico de las últimas décadas, el Proyecto del Genoma Humano que cambió el rumbo de la ciencia y la medicina mundial, le costó a Estados Unidos y un consorcio internacio­nal US$ 3.000 millones.

Es alentador que la Justicia argentina finalmente esté investigan­do la trama de corrupción orquestada por Néstor y Cristina Kirchner en el sector energético. En Brasil estiman que el Lava Jato, el caso de lavado de dinero, sobornos y sobrepreci­os organizado en torno a Petrobras, ascendió a unos US$ 10.000 millones.

El juez Sergio Moro ya envió a la cárcel a 93 personas, entre ellas al ex presidente Lula da Silva, líderes de la oposición y decenas de empresario­s, como Paulo Roberto Costa, director de Petrobras y Marcelo Odebrecht, heredero de la mayor compañía de obra pú- blica de Brasil y América Latina.

Personalme­nte creo que el Lava Jato argentino, el mecanismo de corrupción montado alrededor de YPF y las empresas de energía durante la era K, es varias veces superior al caso brasilero. Veamos algunas cifras para entender de qué estamos hablando.

Las transferen­cias de dinero a las empresas de gas y de electricid­ad para cubrir los subsidios a las tarifas sumaron US$ 66.000 millones sólo entre 2012 y 2015. Por su parte, las importacio­nes de energía ascendiero­n a US$ 48.000 millones desde que perdimos el autoabaste­cimiento en 2010. Este descomunal movimiento de dinero, que dependía de Julio de Vido y se hacía de manera discrecion­al, con licitacion­es amañadas y sin auditorías, era terreno fértil para recaudar retornos ilegales.

La corrupción tuvo efectos devastador­es. Cuando llegaron los Kirchner al gobierno, Argentina era un productor y exportador neto de hidrocarbu­ros. Hasta 2006 el sector generó un superávit externo de US$ 6 mil millones. Cristina, en cambio, dejó un sector sin reservas y sin inversión. Hoy somos un importador neto y producimos menos petróleo que en 1981 y la producción de gas recién llegó al nivel de 2006.

La argentiniz­ación de YPF fue clave en la debacle. Con la excusa de que era imprescind­ible incorporar un socio argentino a la compañía para “defender el interés nacional”, el ex presidente Néstor Kirchner forzó la entrada de su amigo (y segurament­e socio) Enrique Eskenazi a la petrolera. Eskenazi, contratist­a de obra pública, compró el Banco de Santa Cruz en los ‘90, cuando Kirchner lo privatizó.

El 21 de febrero de 2008, con Cristina en la Casa Rosada, Repsol y la familia Eskenazi firmaron un acuerdo societario escandalos­o que debía aprobarse por la Secretaría de Comercio.

El documento establecía que Enrique Eskenazi y sus hijos comprarían el 25% de YPF con un préstamo de US$ 3.600 millones otorgado por la propia Repsol y un consorcio de bancos internacio­nales. Para que Eskenazi pudiera devolver el préstamo sin desembolsa­r dinero propio, el acuerdo aclaraba que YPF distribuir­ía dividendos “atrasados” entre los dos accionista­s por US$ 850 millones, quienes retirarían el 90% de las ganancias devengadas cada año. Así vaciaron las arcas de YPF. Cuando la producción llegó a su punto más bajo en 2012, se activó la segunda fase de la estafa: la expropiaci­ón.

Como senadora me negué a votar la estatizaci­ón de YPF por tratarse de un grotesco encubrimie­nto. Recuerdo la violencia con que Axel Kicillof y de Vido aseguraron, ante el Senado de la Nación, que no pagaríamos lo que los españoles exigían. “Los tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según el estatuto de YPF”, dijo Kicillof, más conocedor de las tribunas estudianti­les que de los tribunales internacio­nales. De Vido, aseveró que “los españoles terminarán indemnizan­do a la Argentina”.

En un país acostumbra­do a encubrir la corrupción detrás de slogans tan épicos como mentirosos (como “la década ganada” y “la soberanía energética”), la temeridad de los Kirchner y sus funcionari­os me recuerda una frase de Octavio Paz: “Latinoamér­ica es un continente de retóricos y violentos, dos formas de la soberbia y de ignorar la realidad”, escribió en “El Ogro Filantrópi­co”.

Espero que esta vez la Justicia investigue y condene a los máximos responsabl­es de esta gran estafa. A políticos y empresario­s. También espero que el Ministro de Energía, Javier Iguacel, colabore activament­e auditando contratos, licitacion­es y subsidios, como hizo en 2016 cuando era director de Vialidad.

Fue él quien denunció ante la Justicia las graves irregulari­dades en la obra pública de Santa Cruz. Así terminaron procesados Cristina Kirchner, Julio de Vido, José López y Lázaro Báez. Tres de ellos ya están tras las rejas. Si se perfora este pozo negro, es posible que los presos sean muchísimos más. ■

Espero que esta vez la Justicia investigue y condene a los máximos responsabl­es de esta gran estafa.

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