Clarín

Galicia, tomada por el narcotráfi­co y el vértigo

Tras el fenómeno de “La casa de papel”, está llegando a la Argentina casi una serie española por semana. Esta nueva producción de Bambú pone la lupa en el contraband­o de cocaína, que ingresa por el norte. El ritmo del relato le juega en contra.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Fariña Thriller Protagonis­tas: Javier Rey y Tristán Ulloa Productora: Bambú Director: Carlos Sedes Emisión: disponible en Netflix.

Hace tres años, la publicació­n del libro ya había levantado polvareda por el tema y por el modo de abordarlo. Con un título clarísimo, Fariña, historia e indiscreci­ones del narcotráfi­co en Galicia, del periodista Nacho Carretero, llegó a las 10 ediciones. Luego se prohibió su venta por un tiempo. Y, sobre ese suelo agitado, se construyó la serie que este año estrenó Antena 3 y que Netflix incorporó ahora a su catálogo. Aprovechan­do el envión que La casa de papel le dio al desembarco de ficciones españolas, Fariña llega con una historia potente y una geografía narrativa no tan recurrente en pantalla como Madrid.

No se mete con un tema nuevo, pero tampoco es Narcos. Esta creación de Bambú -la productora que, entre otros programas, realizó Velvet, Gran Hotel, Gran reserva y Las chicas del cable- cuenta el contraband­o de cocaína (fariña es “harina” en gallego y así se denomina por esas tierras a las drogas en polvo) a través de la región norte de España.

Como suele suceder con la mayoría de las ficciones españolas, el despliegue de producción es uno de sus pilares. Y, en ese despliegue, cobra mucho protagonis­mo el reflejo del paisaje, que en este caso es bellísimo. Su paneo está totalmente justificad­o en el relato, con los viajes en lancha, en plena oscuridad, de los que van y vienen transporta­ndo la sustancia prohibida, en los coloridos años ‘80.

Todo comienza con los recorridos que Sito Miñanco, un personaje muy pintoresco, hace con su embarcació­n trasladand­o tabaco. Con el correr del primer capítulo se empieza a moldear su ascenso en otro tipo de negocios, rodeado de otra gente, de otra ambición, de otro horizonte comercial, de otro condimento que potencia la trama. Porque asoman el peligro, la mafia, las reglas de un mercado que ya se ha explotado muchas veces en TV, pero parece no agotarse.

Sito está interpreta­do por Javier Rey, el Mateo de Velvet, en una composició­n que nada tiene que ver con la anterior. Aquí le da vida a un muchacho humilde (en Velvet era una suerte de Isidoro Cañones) que cae en la tentación de ir por más. El peligro lo seduce.

Otra de las criaturas de esta ficción que resultará familiar para los argentinos es el sargento Darío Castro, a cargo de Tristán Ulloa ( El tiempo entre costuras). Todo el elenco navega por un muy buen nivel actoral, con interesant­es en la recreación de época desde lo corporal.

En donde el relato hace un poco de agua -curiosamen­te, uno de los luga- res por donde más transita la historia- es en el ritmo: casi frenético, como queriendo contar el final de la escena antes de instalar el clima. Por momentos no da respiro: y si bien eso podría ser leído como una virtud para alguna serie, en este caso asoma como un elemento en contra porque no tiende a echar mano al freno de mano para digerir y seguir. Como si la rapidez que impone el negocio en plena sombra ilegal se debiera trasladar a la pantalla. ■

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Alejado del galán seductor de “Velvet”. En “Fariña”, Javier Rey compone a un personaje muy distinto al anterior. Su mundo es el contraband­o.

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