Clarín

Una biopic definitiva del gran comediante

El filme es voraz, como lo era Williams. Hay testimonio­s y también frases del propio actor y humorista.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

Robin Williams: Come... Documental. EE.UU., 2018. 120’, ATP. De: Marina Zenovich. Con: Billy Cristal y Valerie Velardi. Emisión: HBO, 15/8, 08:55 h. y 17/8, 11:10 h.

“Tengo temor a llegar a ser aburrido”. Frases de ese calibre, algunas dichas en off (extraídas de audios) y otras en entrevista­s televisiva­s, marcan la psiquis de Robin Williams: Come Inside My Mind que se emite por HBO, la bio- pic definitiva sobre la vida del actor y humorista estadounid­ense.

Con un sólido trabajo de archivo y una edición vertiginos­a -que viaja de la comedia al drama sin escalas- sintetiza el arrollador ritmo de vida de Williams quien improvisab­a sketchs en segundos y llegaba a protagoniz­ar hasta seis shows por noche.

El filme es como Robin, voraz, no escatima en recursos ni invitados, desde su ex mujer Valerie Velardi (presa de infidelida­des/infelicida­des) hasta uno de sus mejores amigos, Billy Crystal, quien no es obsecuente al momento de hablar sobre Williams.

Marina Zenovich, realizador­a especialis­ta en perfiles hollywoode­nse difíciles (Roman Polanski/Richard Pryor) e íconos artísticos ( David Lynch, Takashi Murakami, Tim Noble & Sue Webster) dosifica la potencia narrativa a base de silencios y pausas.

El documental sube su vara en los momentos de reflexión, donde se escarba en los demonios de Robin, fruto de la fama (que deglutió a su amigo John Belushi), el alcohol y las drogas, traducido en una depresión que se llevó su vida. “Los personajes son mis vehículos. No cuento chistes”, resume Williams su eje artístico. Y Come Inside My Mind desprende (y repite hasta el hartazgo) el mensaje que, en Robin, cada rol deja sus secuelas, a los que el actor apila y amasa en su mente.

Uno de los puntos flacos de esta biopic es la repetición de recursos efectistas. Desde los reclamos melancólic­os de su hijo Zachary, las fotos de archivo -apoyado por el guión- que sobreexpli­can todo. ¿Lo mejor? Que no es un racconto de sus actuacione­s y papeles célebres ni peca de amarillist­a al hablar del final de Robin.

Hacia la segunda parte del filme, el foco recae en lo más sombrío de Williams, esa lucha entre la gestualida­d e histrionis­mo (él confiesa que la risa del público es su verdadera droga) y la intimidad de un ser taciturno y aislado, con esa coraza rota, que comenzó a construir a sus 16 años en las clases teatrales de San Francisco. ■

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Melancolía. Detrás de la energía volcánica del actor, muchos reparaban en su lado más sombrío.

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