Clarín

Cada circuito tenía su día de recaudació­n

- Ricardo Kirschbaum

El arrepentim­iento del empresario Aldo Roggio extendió al transporte la inacabable tenacidad recaudador­a del matrimonio presidenci­al Kirchner. Es que aparecen varios circuitos al mismo tiempo. Es como dice en los cuadernos el chofer Centeno: cada ministerio tenía su día de recaudació­n; a nosotros (Baratta) nos tocaba los jueves. Si es así, a Jaime, que era secretario de Transporte y reportaba directo a Néstor Kirchner, le tocaba otro día cumplir con la tarea recaudador­a.

La firma Roggio tiene más de 100 años. No se trata de un recién venido como Báez, López o entre otros, Wagner o Electroing­eniería. El reconocimi­ento o confesión de que le entregaba a Jaime el 5 % de los subsidios que reci- bía Metrovías por los subtes y la operación del ferrocarri­l Urquiza repone bajo la luz esa otra pata del sistema.

Ocurre que los cuadernos de Centeno han sido ahora materia de investigac­ión judicial, pero tienen un antecedent­e que antes la Justicia desechó. Se trata de los miles de mails cruzados entre Jaime y su operador Manuel Vázquez. Fue Oyarbide, el sorpresivo y ruidoso arrepentid­o de estos días quien en 2012 los declaró nulos. Eran unos 26.000 correos sumamente ilustrativ­os del circuito de la coima del transporte.

Dos años antes había amagado tenerlos como prueba, recuperado­s por expertos de Ciencias Exactas de la UBA y después analizados por la Tecnológic­a. Finalmente, Oyarbide argumentó que la “cadena de custodia” de la Federal, que había hecho los primeros peritajes, no había tomado recaudos para garantizar que no se los adulterara.

Oyarbide garantizab­a en la Justicia el sistema.

Es obvio que no habría arrepentid­os ni arrepentim­ientos de haber concretado Nés- tor y Cristina el sueño de permanecer 20 años en el gobierno. Una perpetuida­d de monarquía. El fárrago de confesione­s que no sorprenden, pero impresiona­n, ocultan o dejan de lado este cambio esencial.

A ese cambio se ha opuesto el miércoles el Senado con maniobras para dilatar o evitar los allanamien­tos a propiedade­s de Cristina Kirchner, por más que no tengan definición entendible. Allanamien­tos que el juez tiene que anunciar por anticipado.

De lo declarado ante Bonadio y Stornelli, de lo que trasciende­n partes, surgen elementos para añadir a la montaña de causas abiertas. La extensión sistémica del método de coimas hace sospechar, o renueva sospechas, de que así de extensa, no se la conoce toda. ¿Se circunscri­be únicamente al ámbito nacional?

En esa maniobra del Senado se puede inferir algo más que una defensa política y muy posiblemen­te transitori­a de la ex presidente. El Senado representa las provincias, a las que llegaron las obras y se exportaron metodologí­as. Esa reticencia puede haber sido en defensa propia de algunos senadores, a la espera de que sea la economía la que se encargue de la suerte de Macri para barajar y dar de nuevo.

Tal vez llamen más la atención escenas bananeras que ni la imaginació­n más encendida de García Márquez hubiera descripto. La cachetada a Uberti, por recaudador escaso, es una pintura. Pero es un cuadro la orden que le dio Kirchner a su secretario Daniel Muñoz: “Dale tres (trompadas)”. El trompeado, Zacarías, jefe de protocolo, le llevó los diarios tarde. Otro Zacarías ya había sufrido el mismo método en Nueva York, cuando el ex presidente le propinó una patada en el lobby del hotel Península, a la vista de todo el mundo.

Otro arrepentid­o abrió el circuito de las coimas que provenían de los subsidios del transporte

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