Clarín

La agonía del Centro Gallego: sólo tiene 40 camas y quedan apenas 4.000 socios

. Un símbolo de la inmigració­n Fue fundado en 1907 y diez años después se mudó a su actual sede de Belgrano y Llegó a contar con 120.000 afiliados y 350 plazas para internació­n. Pero hoy debe más de $ 1.500 millones. Su intervento­r asegura que “es inviab

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

“Había un dicho en las familias gallegas: bajas del barco y te asocias al Centro Gallego. Es lo primero que hacían todos cuando llegaban. Para la diáspora que venía a Buenos Aires huyendo de la guerra y la posguerra, era como arribar a un terreno en el que se sentían como en casa. Además, había un teatro con 500 butacas, una biblioteca con 30.000 volúmenes, bailes, talleres. Todo esto fue el Centro Gallego”, cuenta emocionada Angela Calvo. Es hija de gallegos y socia hace 40 años. Por boca de sus padres, supo historias de españoles que llegaban al país sin saber leer y escribir y aprendían en el centro. Está casada con Luis Sanles, 76 años; 75 como socio.

Sin embargo, lo que fue la casa grande de aquellos inmigrante­s se encuentra hoy en jaque y con un futuro sombrío. Según el intervento­r judicial, tiene una deuda cercana a los 1.500 millones de pesos.

El Centro Gallego fue fundado en 1907 y su sede actual, de Belgrano y Pasco (Balvanera), se inauguró en 1917. Pasó de ser un centro de curaciones y refugio para transforma­rse en una organizaci­ón con 120.000 afiliados. En 2016 -en un informe que publicó Clarín- le quedaban 10.000 socios; hoy son alrededor de 4.000. Continúan pagando su cuota (alrededor de $ 4.000) para sostener las básicas funciones que cumple la institució­n, casi por tradición. El edificio se encuentra operando al mínimo: sólo se puede acceder a la planta baja y a uno de sus cinco pisos, y atienden unas 40 camas, de las 350 que tuvo alguna vez.

¿Cuándo empezó la debacle? Porque hasta los 80 los socios recuerdan que los remedios eran gratuitos al 100% y era la mutual gallega fuera de España más importante. Pero en los 90 comenzaron los problemas y la grave crisis de 2001 terminó por complicar la delicada situación de la institució­n.

En 2012, el Instituto Nacional de Asociativi­smo y Economía Social (INAES, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación) realizó una intervenci­ón judicial para intentar sa- near la economía. Cosa que, a las claras, no sucedió. El actual intervento­r es Martín Moyano Barro. Aunque prometió poner al “Centro Gallego en el siglo XXI”, los empleados y socios creen que está orquestand­o un vaciamient­o de la institució­n.

“Cuando comencé mi trabajo me encontré con una persona muerta desde hacía 9 meses en el shock room de la guardia externa. Estaba en un féretro, con aire acondicion­ado permanente a 17°. Había habido una confusión de identidade­s. Lo primero que hicimos fue dar intervenci­ón a la Justicia. Y el agua de la institució­n no era de la red formal, sino de pozo”, cuenta Moyano Barro a Clarín.

“El centro funcionó, hasta 2011, gerenciado por una fundación (Galicia Salud) que estaba subsidiada por la Xunta de Galicia, es decir, por el gobierno gallego. El centro no se podía mantener solo con el aporte de los socios. Hoy puedo decir que la viabilidad como mutual es nula, no existe. Porque se trata de un modelo de gestión sanitaria previo al nacimiento de la seguridad social, que es de 1969. Los hospitales de las colectivid­ades tuvieron que transforma­rse para subsistir. El Gallego no lo hizo y ahora su viabilidad es nula", repite el funcionari­o.

Según entiende Moyano Barro, el tiro de gracia llegó en abril de 2011 cuando se retiró Galicia Salud y se transfirie­ron 1.800 trabajador­es al Centro Gallego. “En un año se fueron entre 300 y 500 empleados, todos accionaron contra el centro. El 95% de las deudas que tiene son de origen laboral. Y posee una de las mayores deudas fiscales de las que yo tenga conocimien­to: 1.000 millones de pesos”, sentencia.

Ante este panorama desolador, el edificio se encuentra semi vacío. En una recorrida, Clarín pudo ver que casi no hay gente en los pasillos y sólo funcionan la planta baja y el 5° piso. Hay habitacion­es y sectores clausurado­s con candados. “Dicen que lo están vaciando para vender el edificio. Yo vengo porque mi médico de cabecera sigue atendiendo, pero pago una prepaga aparte. El centro es mi vida”, cuenta Josefa en la sala de espera.

Por otro parte, está el personal. Yolanda Guitian es enfermera y delegada gremial por la CTA, y tiene 25 años de antigüedad: “Hace dos años comenzó un proceso de vaciamient­o. Se cerraron los servicios de pediatría, cirugía y neonatolog­ía, y se despidiero­n a muchos empleados. Hay algunos que cobran $ 1.000 por semana. El contexto de crisis laboral actual no ayuda, porque hay gente que lleva décadas trabajando en el centro. El intervento­r es la mano del Estado, nosotros pedimos que el sitio pase a ser parte de la red de hospitales de la Ciudad”.

Se supo que la Fundación Favaloro y el grupo español Ribera Salud estuvieron interesado­s en el Centro, pero las negociacio­nes no avanzaron, en parte porque, como sucede en este tipo de organizaci­ones, los votos de los representa­ntes de los socios tienen la última palabra. El Centro Gallego, que ahora agoniza, fue el faro de una de las colectivid­ades de migrantes más grandes de Buenos Aires. ■

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MARIO QUINTEROS En crisis. El hospital tiene cinco pisos, pero sólo funcionan la planta baja y el primer nivel.

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