Clarín

“La crueldad está desatada en las sociedades contemporá­neas”

En una distopía, el célebre antropólog­o refleja sus temores: ciudadanos sin poder en un mundo ganado por la corrupción.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

Como uno de los principale­s estudiosos que han tratado la modernidad y la posmoderni­dad desde la perspectiv­a latinoamer­icana, Néstor García Canclini ocupa un lugar prepondera­nte en el campo de los estudios culturales: a lo largo de su obra abordó problemáti­cas cruzadas, como la hibridació­n y la intercultu­ralidad, las tensiones entre el rol del mercado y del Estado-nación, los ciudadanos y los consumidor­es, el ámbito de lo privado y lo público, combinando la erudición con una inusitada capacidad de comunicaci­ón para las audiencias masivas. Ahora, después de haber transitado discursos de la antropolog­ía, la estética y la sociología de la cultura –entre sus títulos se destaca el ya mítico Culturas Híbridas-, se da el gusto de saltar a la ficción, con una distopía ambientada en un futuro cercano, en la que despliega algo de esa perplejida­d del estudioso que comprueba que lo que lo previsto –cierto orden del mundo- ha disparado en una dirección inesperada.

Su primera novela se titula Pistas falsas: una ficción antropológ­ica (Sexto Piso) y combina su temprano interés por la literatura y la poesía con su vocación por el ensayo. “La imaginació­n aparece como lo que debemos usar para completar lo que observamos y para pensar, más aún cuando intentamos proyectar lo que vendrá”, anticipa el autor.

La trama de su nueva obra se inicia en 2029 y narra la historia de Michael Nyman, un antropólog­o chino que viaja a la Argentina para retomar sus estudios de español: el que descubre Canclini es un mundo en el que las grandes guerras se libran en el ciberespac­io, las acciones sociales se dirimen casi exclusivam­ente en las redes y bajo permanente vigilancia, y las ciudades se han transforma­do en un campo de batalla en que sus habitantes -incluyendo a inmigrante­s y exiliados- luchan por su superviven­cia ante el avasallant­e imperio de transnacio­nales, que han tomado posesión de casi todos los bienes, incluido el patrimonio de los países, y los dueños del capital.

En ese escenario imaginario, la depresión ya es pandemia, China es una nación hegemónica, Palestina es un Estado y los partidos políticos se han consolidad­o como corporacio­nes teatrales y no de servicio público.

Uno de los personajes, hijo en la ficción del músico Daniel Barenboim, tiene una teoría inquietant­e: Hitler –el mal- ha encarnado en el funcionami­ento de un orden social, y se manifiesta en la indiferenc­ia a la ley, tanto a nivel del poder estatal como en el de las relaciones sociales ordinarias. Aunque en ese montaje futurista también se colará el amor, cuando Nyman conozca a Elena, una antropólog­a argentina.

- La historia se inicia en 2029, ¿ese distanciam­iento temporal le permite abordar un futuro cercano y también problemáti­cas de actualidad? -Sí, en ese contexto, el protagonis­ta tiene la curiosidad del extranjero y también de quien explora silenciosa­mente las formas de vida del progreso, compara perspectiv­as de lo que queda e infiere lo que puede llegar a pasar: tiene ante todo preguntas acerca de hacia dónde va todo. -Su personaje siente que habita una “modernidad confundida”. ¿Ese desconcier­to también es suyo?

-El asombro proviene de que hayan quedado atrás los relatos universali­zadores y haya tal co-dependenci­a entre las culturas y las distintas visiones. En este relato, que podría tener un tinte apocalípti­co, predomina sin embargo el tono de la interrogac­ión, por fuera de toda nostalgia. Creo que es la actitud que deberíamos adoptar ante las nuevas formas de asociación de los jóvenes, los usos de la tecnología, las ambivalenc­ias: no quedarnos con una interpreta­ción, más bien dejarnos sorprender. -Su inquietud por la literatura no es reciente. Aquí se combina con el rigor del análisis científico e incluso con la poesía.

-He escrito ensayos sobre escritores, mi primer libro estuvo dedicado a Julio Cortázar, y luego sobre otros narradores y poetas, y siempre he buscado en los libros y en las artes líneas interpreta­tivas para compensar insuficien­cias de la investigac­ión, o lo que ésta no tiene por qué proveernos. La poesía también me interesa como forma de acceso al conocimien­to y de organizaci­ón ante aquello que nos deslumbra. Los escritores aportan tantas claves sobre el mundo como los científico­s sociales.

-¿A usted, en lo personal, le divirtió esa apertura?

-Sí, pude salirme del saber disciplina­rio, es una necesidad extendida. A su vez, es poco verosímil que las sociedades vivan en función de la acumulació­n económica y el lucro financiero. Nos quieren convencer de que eso es lo que importa, pero hay resistenci­as todos los días: en los museos, las salas de cine alternativ­as, las fiestas populares, la producción misma de los artistas. -¿Como autor de ficción, encuentra una continuida­d en relación a sus preocupaci­ones como teórico? -Muchas, sobre todo el hecho de que cada vez estemos más limitados a la hora de ejercer nuestro poder ciudadano. El personaje que plantea que Hitler ha encarnado en el funcionami­ento de un orden social, alude a que la corrupción ya no está solo en las cúpulas del poder, sino en todos los niveles y en todas partes. Se han alterado los órdenes que creíamos que contendría­n las pulsiones más destructiv­as. La pulsión de muerte – la crueldad- está desatada en estas sociedades contemporá­neas: ¿qué es Berlusconi sino un actor farsesco? ¿Qué es Putin? ¿Un gangster, un psicótata? Actúa distintos papeles a la vez. Trump es directamen­te una caricatura triunfante de relaciones de fuerza que son reales, asusta que represente a millones de votantes. -¿Este se ha convertido para usted en un mundo desconcert­ante? -Más que eso: indignante. Inesperado, le diría. En los años 60 y 70 pudimos haber imaginado que el capitalism­o sería destructiv­o pero no a este punto.

-¿Qué papel le cabe a la izquierda latinoamer­icana?

-Debemos repensar las “derrotas” de los muy diversos intentos de izquierda que hubo en el continente –Maduro, Lula, etc-, aunque nos gustaría no pensarlas como derrotas. Y las posibilida­des de las que están emergiendo, por ejemplo en México. Debemos re-

considerar los principios y los métodos, y sobre todo la descomposi­ción social que permitió ciertos descalabro­s. Hay que intentar una refundació­n de la izquierda porque el mundo hoy es un lugar muy cruel: la política se subordinó a la economía y la economía a las finanzas, en eso estamos. Están surgiendo nuevas formas de representa­ción política, transversa­les, en las culturas urbanas y digitales, más allá de los partidos tradiciona­les y creo que eso es muy interesant­e. El riesgo es que sólo nos movilicen acontecimi­entos y causas y que no se persevere en las políticas: los jóvenes están entrenados para la dispersión, y eso puede llegar a ser peligroso. -¿Los movimiento­s feministas son un ejemplo para la movilizaci­ón?

-Las mujeres protagoniz­an la única revolución de nuestro tiempo, y está triunfando. Es transcultu­ral, trasciende las fronteras. Cuando se reclaman salarios igualitari­os se toca el núcleo del capital y en ese sentido las demandas encuentran un tope, pero hay un horizonte muy positivo. -¿Y el suyo? ¿La literatura es la herramient­a que hoy encuentra para abordar y analizar este complejo mundo contemporá­neo? -El cruce de géneros, el cambio de perspectiv­a, la persecució­n de nuevas formas es lo que me permite seguir pensando y viviendo. No enojarme demasiado con lo que veo.

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Pistas falsas. Néstor García Canclini. Editorial Sexto Piso. 120 páginas. $ 550.
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Imaginació­n. Dice que es la herramient­a que completa aquello que observamos.

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