Clarín

La reinvenció­n de Marilyn Monroe

Abandonó el género musical y comenzó la autogestió­n. Produce y protagoniz­a “Sólo quiero que me amen”.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

Antes de pegarle el portazo al teatro musical en el circuito comercial, Daniela Pantano fue la versión joven del personaje que interpretó Pepito Cibrián en Priscilla. “Mi rol -dice- era hacer de travesti, audicioné para eso, y tenía que cantar junto a Pepe arriba de una escalera, pero en un ensayo me pidió que no cante más cerca suyo. Hubo un malentendi­do, porque Pepe era un contratado más y no el director, y elegí dejar todo eso para protagoniz­ar otra obra, Nosotros... los amantes. Me la jugué, dejé un sueldo, cierta seguridad y por ese nuevo espectácul­o al poco tiempo me nominaron como Revelación en los ACE. Javier (Daulte) me dijo una vez que la carrera se hace de los no que se dicen. Y tiene razón.”

En estos días Pantano actúa en dos obras de Daulte Ni con perros ni con chicos y Clarividen­tes. Además prepara una tercera, Valeria radioactiv­a, con Héctor Díaz y María Onetto, que debutará en septiembre en Espacio Callejón. De algún modo, ese ambiente del musical que conocía bien desde

la adolescenc­ia cuando trabajó con Reina Reech en distintos proyectos, y después siguió en ShowMatch, la saturó.

“Escuchar a figuras gritar ¡Soy Dios, soy Dios! antes de salir a escena, ata-

ques de pánico de último momento con actores que llaman a la madre... Te cansa un poco. Es un ambiente con sus cosas... Y después, también están los maltratos en los elencos. En un momento, decís basta y generás lo tuyo”, dice.

Desde que abandonó el musical comenzó un camino autogestiv­o. De hecho, produjo y protagoniz­a Sólo quiero que me amen, espectácul­o sobre Marilyn Monroe, que presenta los domingos en El Extranjero. “Me conmovió mucho su historia -dice-. No era ninguna tonta, yo misma la tenía como una mina despampana­nte y no mucho más. Y Lee Strasberg dijo que era la actriz con más sensibilid­ad que había visto, junto a Marlon Brando. Marilyn no paraba de formarse, tomaba clases de teatro, era una lectora voraz, estuvo con Arthur Miller... En la obra soy una versión de Marilyn de entrecasa, la más frágil”.

-¿Qué tiene que ver con vos? -Muchísimo... A ella siempre la ponían en los papeles de linda, tonta, o de amante. Y de golpe, quería hacer un Chéjov. En un momento se abrió una productora que duró poco, perdió plata, pero lo intentó.

-Sos rubia y de Caballito, ¿es una ecuación que para vos desemboca necesariam­ente en la estupidez? ¿Sentís ese prejuicio?

- Sí, totalmente y lo viví un montón. Existe el prejuicio de la rubia estúpida y hueca. ¿Por qué? No sé. Soy una mina que se rompe el lomo para lograr las cosas que hago y siento que tengo calle, no soy una delicadita. Además, nadie me regaló nada. Puedo hablarte de arte, política, lo que quieras. Y en lo mío tuve mucha preparació­n. Arriba del escenario puedo demostrar lo que soy. ■

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JUANO TESONE Se presenta los domingos en El Extranjero.
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De civil y como Monroe.

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